La Vanguardia

Un pasito más, y tal vez...

El waterpolo femenino supera a Canadá y disputará el título a Estados Unidos

- SERGIO HEREDIA

Anticipaba un analista:

–Las españolas no pueden dejar que las canadiense­s manejen el partido. Ellas querrán ralentizar­lo. Hacer que vaya lento, con pocos goles, como en los cuartos de final contra Hungría (Canadá ganó 6-4). Físicament­e, las canadiense­s son superiores a las españolas. Si ganan las defensas, perderá España.

Luego, ya muy de noche en el balneario de la Isla Margarita, en Budapest, empezó el partido, la semifinal de las españolas en estos Mundiales.

Lo hizo bajo una lluvia muy fina, molesta para los espectador­es y los jueces, aunque impercepti­ble para las waterpolis­tas. ¿No es el agua su medio natural?

Así que ellas hicieron lo que debían hacer.

Acelerar el marcador. Y desestabil­izar a las canadiense­s, que se pasaron el partido a remolque.

Y así se hicieron con una plaza en la final de mañana.

Al fin y al cabo, las españolas no son unas advenediza­s en estas alturas: pregúntenl­es a las griegas, que habían acabado rindiéndos­e ante ellas en el último segundo de los cuartos de final. Empate, y a la tanda de penaltis desde los cinco metros. Y triunfo para España.

Para ganar así, ciertament­e hace falta oficio.

Oficio, el mismo que tiene Estados Unidos, que atropelló a las rusas (14-9) y se ganó el otro puesto en la final.

La presencia de las estadounid­enses en el partido decisivo es un clásico. Las hemos visto en seis de las ocho últimas finales mundiales.

España también lleva años moviéndose entre las mejores. Había conseguido la plata olímpica en Londres, en el año 2012. E incluso oro en el Mundial de Barcelona, justo al año siguiente.

De aquel conjunto quedan todavía cinco jugadoras. Suficiente­s. Con cinco representa­ntes, se conservan aquellas esencias. De eso también se encarga Miki Oca, el selecciona­dor desde hace siete años.

Como jugador, Oca se había subido dos veces al podio olímpico. Fue plata en Barcelona’92 y oro cuatro años más tarde, en Atlanta. Figuraba en aquel legendario equipo de los años noventa, el que lideraban Estiarte y el malogrado Jesús Rollán.

Pero este, el de Budapest, es el presente.

Desde el lateral izquierdo, Anna Gual aceleró el paso. Firmó tres goles antes del descanso (7-4), y así fijó el rumbo del marcador, que llevó trastabill­adas a las canadiense­s. En dos cuartos, Canadá había encajado tantos goles como en la suma de sus dos últimos partidos (cuatro ante las griegas, otros tres ante Nueva Zelanda).

Si se trataba de evitar un marcador bajo, el panorama parecía ideal. Con tres goles por arriba, las españolas se administra­ron. Esta vez, no vivieron los apuros que habían pasado el lunes, ante las griegas.

Un pasito más...

LA INSPIRACIÓ­N Anna Gual lideró el ataque de las españolas: desde el lateral izquierdo sumó cinco goles

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ALBERTO ESTÉVEZ / EFE Un lanzamient­o de Bea Ortiz en la semifinal de ayer ante la selección canadiense
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