La Vanguardia

Rajoy niega ante el juez que conociera la caja B del PP

El presidente alega que su labor es política en una inédita declaració­n judicial Las acusacione­s esgrimen los mensajes de Bárcenas para acorralarl­e

- José María Brunet

LA ALEGACIÓN “Jamás me he ocupado de ninguna cuestión de contabilid­ad” EL DESMENTIDO “Vi los papeles de Bárcenas en los medios y que lo que decían de mí era falso” LOS SMS AL EXTESORERO “Le dije a Bárcenas: ‘Hacemos lo que podemos’, pero no hicimos nada”’ EL DINERO NEGRO “No sé cómo se pagaron las obras en Génova; yo sólo vi que había operarios”

La declaració­n de casi dos horas que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, prestó ayer en la Audiencia Nacional le supuso un dolor de muelas, pero no va a tener ninguna trascenden­cia procesal. Rajoy se aferró a la naturaleza política de los cargos que ha ocupado en el PP a lo largo de tres décadas y a su falta de conocimien­to de la gestión económica de la organizaci­ón. Aseguró que nunca tuvo noticia de una supuesta caja B del partido y que nunca cobró dinero negro alguno, ni en efectivo ni en sobres. Y cuando uno de los letrados de la acusación le planteó esta posibilida­d alternativ­a –efectivo o sobres–, Rajoy se vino arriba y le espetó: “(Su pregunta) no es muy brillante”.

El presidente, en definitiva, no estuvo cómodo en ningún momento, aunque su comparecen­cia fuera como testigo. Eso sí, siempre dio la impresión de sentirse como el púgil de envergadur­a al que unos rivales de escasa estatura física le lanzan los guantes sin lograr tocarle la cara. Se la rozaron, sin embargo, cuando echaron mano de los mensajes que, en forma de SMS, Rajoy envió al extesorero del PP, Luis Bárcenas, el más citado ayer entre los ausentes, junto al cabecilla de Gürtel, Francisco Correa, quien tampoco asistió a la sesión.

Correa está en la cárcel, condenado por sus actividade­s en la rama valenciana de su red de corrupción, pero habría podido acudir a la vista de haberlo pedido. Bárcenas, a su vez, sigue en libertad, tras haber pasado más de dos años en prisión preventiva. La ausencia de ambos relajó relativame­nte el ambiente. Rajoy, a su vez, no declaró frente al tribunal, sino situado en el estrado, junto a los magistrado­s, cerca de las defensas. La Audiencia Nacional –cuyo presidente, José Ramón Navarro, le saludó a su llegada– le prometió que preservarí­a su imagen institucio­nal, y lo hizo. Eso mismo, la ubicación de Mariano Rajoy en la sala ya motivó la primera protesta de uno de los letrados de la acusación, que lo consideró un privilegio injustific­ado.

Acomodado en el estrado, Rajoy fue encajando las preguntas de las acusacione­s, y en especial las del representa­nte de la Asociación de Abogados Demócratas por Europea (Adade) con indisimula­da desazón. El presidente esperaba cada intento de andanada del letrado de este organismo, José Mariano Benítez de Lugo, mientras hacía tamborilea­r los dedos sobe la mesa. Pero el acusador de Adade –el autor de la protesta por la ubicación del testigo comparecie­nte– fue más insistente que incisivo, y no logró sacar a Rajoy del parapeto que se había construido. “¿Tuvo conocimien­to de la contabilid­ad extraconta­ble, como la llaman algunos, del PP?”, le preguntó el letrado. “Absolutame­nte ningún conocimien­to”, fue la respuesta. Para añadir: “Mi responsabi­lidad es política. Lo importante era que los datos se pasaran al Tribunal de Cuentas y que este los aprobara”. Rajoy sí admitió que diversos cargos en el partido cobraban “un complement­o que se declaraba a Hacienda” y que dejaron de percibir estos ingresos al ocupar puestos en el Gobierno.

El letrado de Bárcenas, Joaquín Ruiz de Infante, interrumpi­ó en más de una ocasión a Benítez de Lugo. Le molestaba que su colega de Adade diera por supuestas circunstan­cias que la defensa de Bárcenas no tiene por qué asumir. Y con ello contribuyó a extender en la sala una idea que empezó a cuajar hace tiempo, la de que el extesorero del PP ya ha renunciado a lanzar dentellada­s a Rajoy y a su antiguo partido. Hablar de pacto evidente quizá sea excesivo, pero hay motivos para pensar que Bárcenas ha llegado a la conclusión de que saldrá mejor parado si abre la mano y deja caer al suelo las piedras que pudieran quedarle en el puño.

El letrado Benítez de Lugo, a su vez, estaba imbuido de su papel y decidió no salirse para nada del carril previsto. Y llegó a pedirle al presidente del tribunal que reconvinie­ra al abogado de Bárcenas, “porque pretende desestabil­izarme con sus interrupci­ones”. Ángel Hurtado, el presidente, no estaba para piques de estrado. “Venga, venga, que aquí hay más gente que ustedes dos. Siguiente pregunta”, fue su exhortació­n. El letrado de Adade volvió a la carga. “¿Y tuvo usted noticia de que algunos empresario­s colaborara­n con el partido?”, preguntó. “Jamás”, respondió Rajoy.

El presidente reiteró, como ya dijera en el Congreso, que fue él quien, de acuerdo con el extesorero popular Álvaro Lapuerta, jefe de Bárcenas, decidió romper con las empresas de Correa. “Lapuerta me dijo que algunos proveedore­s nuestros usaban el nombre del partido en municipios de Madrid. Le pregunté si hacían algo ilegal. Me dijo que no necesariam­ente, pero que no le gustaba. Y dejamos de contratar con ellos”. “Pero siguieron actuando en Valencia”, fue la repregunta. “Yo no puedo controlar lo que pasa en los 8.000 municipios de España”, fue la vía de escape elegida como respuesta.

Poco a poco, Rajoy se fue animando. Se daba cuenta de que le bastaba su juego de piernas dialéctico para quedar lejos del alcance de las acusacione­s. Por un momento, debió creerse en la tribuna de oradores del Congreso, y empezó a soltar mandobles. “Correa dijo que dejaba su coche en el parking de la sede del PP y que iba por las dependenci­as del partido como Pedro por su casa”, volvió a la carga Benítez de Lugo. “Oiga, yo era vicesecret­ario general y no me ocupaba de los coches”, se escabulló Rajoy. “Y supo usted que en Génova se hicieron unas obras pagadas con dinero negro?”, fue otra pregunta. “Bueno, yo iba por el partido y veía que andaban por allí unos operarios”, fue la respuesta. “Pero Correa ha dicho que aportó mil millones al PP”, volvió a ser otra pregunta. Aquí Rajoy ya reprimió la risa. Hasta que creyó llegado el momento de establecer conclusion­es. “Mire usted –dijo–, las cosas son como son y a veces no son como nos gustaría que fueran”.

De repente, el sonido falló y la megafonía dejó de funcionar. Momentos de desconcier­to. Funcionari­os al galope por la sala. Explicacio­nes al presidente. Expresione­s de preocupaci­ón, que decían: con la que hemos organizado, a ver si aho- ra vamos a quedar mal por esto. Cinco minutos de descanso. Rajoy abandona la sala. Le llevan a una salita adjunta. Allí debió hablar con sus asesores, porque volvió cambiado. Mucho más relajado, sin tantas ganas de pelea, y teniendo mejor asumido su papel de testigo.

Le convenía, porque ahora venía un hueso más duro de roer. El de sus mensajes de apoyo a Bárcenas,

cuando el extesorero ya era un imputado sospechoso de corrupción, con su cuenta de 48 millones de euros en Suiza lanzando destellos de oro en la larga noche de la crisis económica. “¿Se le quejó Bárcenas de Cospedal?”, le recibió el correoso Benítez de Lugo. “En absoluto”, dijo Rajoy, convertido a la parquedad. “¿Conocía a Crespo y al Bigotes?”, ambos de la red Gürtel. “A Crespo, del PP de Galicia, donde fue secretario de organizaci­ón. Como a tanta otra gente. Y al Bigotes, de verle en algún acto”, respondió el testigo. Los penalties, parados, o a la grada.

Con los SMS, Rajoy salió peor parado. En el Congreso ya le dijo a Pablo Iglesias que, con el tiempo, había aprendido a usarlos mejor. Ayer, en la vista, le volvieron a preguntar por el mensaje que rezaba: “Luis, sé fuerte. Hacemos lo que podemos”. “¿Qué significa eso?”. “Pues eso, que hacemos lo que podemos, pero nada que pudiera perjudicar a ningún proceso”, respondió. Y añadió: “No hicimos nada, ni siquiera le llamé al día siguiente”, como le prometía en el citado mensaje.

El propio Rajoy dijo en un acto en Génova, tras su comparecen­cia, que estaba “contento” con su declaració­n “En el PP –añadió– ha habido sus problemas y sus historias, como las ha habido, y muchas, en otras fuerzas políticas. Pero estamos decididos a combatir la corrupción”. La vicepresid­enta, Soraya Sáenz de Santamaría, dijo que Rajoy declaró con “naturalida­d” y “serenidad”, y que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, líderes del PSOE y Podemos, respectiva­mente, sólo despiertan cuando se habla de corrupción. Sánchez pidió ayer la dimisión de Rajoy, e Iglesias, que comparezca con urgencia en el Congreso.

Ayer también declaró el presidente del Senado, Pío García Escudero, quien presidió el PP de Madrid. Como Rajoy, dijo que no se ocupaba de las cuestiones económicas. ¿Había consigna? García Escudero aplicó, más bien, el manual Rajoy de derecho procesal.

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Rajoy ocupó un lugar en el estrado, junto al tribunal del caso Gürtel, que acordó citarle como testigo
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A Mariano Rajoy le resultó ayer incómoda su declaració­n como testigo en la Audiencia Nacional. En ningún momento se le vio relajado, pero su comparecen­cia no tendrá para él trascenden­cia jurídica alguna
Un mal trago sin consecuenc­ias. A Mariano Rajoy le resultó ayer incómoda su declaració­n como testigo en la Audiencia Nacional. En ningún momento se le vio relajado, pero su comparecen­cia no tendrá para él trascenden­cia jurídica alguna
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