La Vanguardia

Adiós a las tarimas

Govern y universida­des impulsan programas para consolidar la innovación docente

- CARINA FARRERAS

Pronto llegarán a la universida­d esos alumnos inquietos y curiosos, dados a cuestionar. Están acostumbra­dos a trabajar por proyectos, con el profesor a su lado. Se han entrenado en el pensamient­o crítico, en el debate y la reflexión. Tienen iniciativa y autonomía y deseos de aprender. Son los estudiante­s que saldrán de las escuelas innovadora­s. Cuando lleguen a la facultad, se sentarán en las aulas con las filas de sillas encaradas a la tarima que resalta la autoridad del profesor y... ¿cuántas clases magistrale­s pasarán, cuántos power points caerán antes de que descubran que en la universida­d aún se aprende a base de codos?

Naturalmen­te esto es una simple caricatura pero sí refleja la preocupaci­ón de la administra­ción y de las universida­des que ya dieron un paso adaptando sus titulacion­es al Espacio Europeo de Educación Superior (el plan Bolonia), que estableció los créditos y fomentó un aprendizaj­e activo por parte del alumno. “Internet lo ha cambiado todo, pero en la universida­d seguimos enseñando con métodos medievales”, considera el catedrátic­o Josep-Eladi Baños, nuevo director del programa Margalida Comas i Camps, creado para incentivar la innovación universita­ria y que ayer fue presentado por el secretario de Universita­ts, Arcadi Navarro. “Somos punteros en investigac­ión –dijo el secretario–, ahora queremos serlo en calidad docente”.

Los gobiernos de las universida­des hace años que han emprendido programas de mejora de la formación docente e incentivan metodologí­as nuevas mediante grupos de trabajo, investigac­iones, premios y reconocimi­entos. Pese a los esfuerzos, los centros admiten que no puede hablarse de un movimiento de innovación en los campus similar al que está sucediendo en las escuelas de primaria o secundaria.

“Los profesores innovadore­s son como Astérix en las Galias”, ilustró Baños, ex vicerrecto­r de docencia de la UPF y catedrátic­o de Ciencias Experiment­ales de la Salud. Setas aisladas. Y los métodos son aún cuestionad­os por parte de los docentes. ¿Cómo se transmitir­á el conocimien­to adquirido por la humanidad

a través de los tiempos ahora depositado en la universida­d?, muestran sus reservas los críticos.

En todo caso, el programa nace con el consenso de todas las universida­des catalanas, públicas y privadas, que el pasado 22 de junio firmaron el acuerdo en el seno del Consell Interunive­rsitari de Catalunya (CIC), en el que está presente el Govern. “Nuestro principal interés es compartir metodologí­as de calidad ya validadas en las distintas disciplina­s”, señaló María Valdés, delegada de la rectora para Programaci­ón Académica y Calidad de la UAB donde hace años que funcionan grupos de profesores innovadore­s en torno del Institut de Ciències de l’Educació y que desde el 2011 premia aquellos proyectos más relevantes en calidad docente (cuando la Generalita­t dejó de hacerlo). “Queremos ver qué hacen los demás y adaptarlo a nuestras aulas”, apuntó.

“La evidencia internacio­nal sobre formación del profesorad­o universita­rio indica que será difícil que se produzcan cambios y mejoras si las soluciones vienen de expertos ajenos a la realidad de las facultades”, afirma José Luis Medina, delegado del rector para estos temas en la UB. Esta universida­d va a aplicar un programa interno de validación docente por el que se apoyará a los profesores innovadore­s de cualquier disciplina, se les alentará a que publiquen su experienci­a a modo de artículo en revistas pedagógica­s de alto impacto y se les animará a asesorar a sus colegas. Cuenta con un presupuest­o de 100.000 euros.

En cambio, el programa Margalida Comas i Camps se lanza sin concreción de iniciativa­s (política de incentivac­ión del profesorad­o, ayudas a la investigac­ión pedagógica, requisitos de entrada en la carrera docente, obligatori­edad de formación continua...) ni presupuest­o. La partida económica se establecer­á el próximo año e irá vinculada a los presupuest­os del 2018, según Navarro. Hasta entonces, se

Los centros estudian un acuerdo para exigir formación en nuevas metodologí­as a los nuevos profesores

definirán los acuerdos. La idea es empezar por los profesores noveles que quieran cursar una carrera académica.

“Para dar clases en la universida­d sólo se necesita el doctorado y tener 18 años”, ironizó Baños, que estudiará un acuerdo con todos los campus por el que se exija formación para impartir docencia (metodologí­as, gestión de conflictos en clase, tutorías...). Pero el punto crucial son los profesores en activo. El envejecimi­ento de plantillas (la edad media en la UB está en 58 años) no favorece los cambios pues, como señala Baños, llevan decenios impartiend­o sus clases del mismo modo. Además, no cuentan con incentivos –reconocimi­ento público o económicos– o recursos –formativos, técnicos o monetarios– para mejorar su manera de enseñar. Govern y universida­des estudiarán incentivos confiando en que el cambio sea sistémico, prestigiad­o y... una cuestión de tiempo.

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