Oportunidad perdida: a peor
Las cosas que nacen mal es muy difícil enderezarlas: como la comisión de expertos para la reforma de la financiación autonómica de la vicepresidenta Soraya y el ministro Montoro. Muy pocos sabios hemos tenido, ya que buena parte de los integrantes –también entre los nombrados por el Estado– han tenido un comportamiento más de representantes de banderita regional que de académicos con voluntad de ser coherentes con lo que antes habían escrito como tales. Así, se ha parido una hormiga donde hacía falta un elefante, una reforma profunda, vista la confusión de partida. Pero con tantos condicionantes no se ha hallado un modelo de consenso, con más de treinta votos particulares, ni se ha procedido a cambios hasta entonces bastante aceptados: ni supresión clara del fondo de suficiencia (la rémora lo bastante denunciada del statu quo), ni ordinalidad diáfana (para saber qué aporta cada comunidad en la redistribución), ni nivelación parcial (para favorecer más responsabilidad fiscal), ni limpieza del lastre de la deuda o reclamo de mayor financiación, ni aplicación de los precios relativos para igualar la capacidad de compra efectiva. Donde hacía falta un taladro para que encajasen los sistemas forales desencajados, y los que aspiran a ellos, se ha optado contrariamente, a mi entender, por un paso todavía más estrecho. Sin un modelo de consenso académico, han sido múltiples las enmiendas “de comunidad”: contra la falta de suficiencia, la del País Valenciano (sin poner más pasta, ninguna variable de reparto salva a los valencianos), detrás del mantener el “santa Rita santa Rita” o la rigidez del statu quo, los aragoneses, cántabros, extremeños, de La Rioja..., en favor de la nivelación total y no sólo de los fundamentales del Estado de bienestar (andaluces, castellanos...), contra redimir deuda (madrileños y gallegos...), en favor todavía de mayor solidaridad con nuevas variables a conveniencia (asturianos, comunidades del sur...), contra los finiquitos (representados del Estado) o en favor de más autogobierno (las islas en soledad completa). En fin. Todo tan previsible que, a pesar de las horas invertidas en la tarea, se ha acabado consumiendo un nuevo trapicheo para las regiones ordinarias del régimen común, a la vez que el Gobierno del Estado acordaba un mejor todavía pacto fiscal con las comunidades forales.