La Vanguardia

Ni rumores, oiga

- Fernando Ónega

Ahora se entiende algo mejor por qué Bárcenas pudo hacer lo que quiso con el dinero que llegaba al PP. ¡Es que en ese partido funcionaba­n los compartime­ntos estancos! ¡Es que se cumplía el mandato evangélico de “que tu mano derecha no se entere de lo que hace tu mano izquierda”! ¡Es que se había llevado la confianza en los administra­dores al extremo de mirarlos con los ojos tapados! Transcurri­dos unos veinte años desde las andanzas de Correa y sus colaborado­res, se puede aplicar aquel principio popular que sigue a algunas tragedias: no pasaron más cosas porque Dios no quiso. “No estaba de Dios”, que dicen en mi aldea gallega.

Y no estaba de Dios que don Mariano Rajoy Brey, en cualquiera de los cargos que ocupó en ese partido, supiese nunca una palabra de contratos, de facturas, de movimiento­s de dinero, de financiaci­ón de campañas, de pagos y de ingresos. Ni una palabra. Es que don Mariano Rajoy Brey se ocupaba de cuestiones políticas, de estrategia­s, de programas o de sus ministerio­s, que fueron unos cuantos. Lo que ocurría una puerta más allá era, como diría Calvo Sotelo de las Malvinas, un asunto distinto y distante. Tan distinto, que don Mariano se enteró de todo cuando lo leyó en la prensa, años después. Tan distante, que don Mariano lo ve todo ahora con tanta frialdad que parece de otro partido. Va a tener razón su portavoz Rafael Hernando: es como si le preguntara­n al Papa de Roma.

Así, lo único que ha quedado claro tras su declaració­n como testigo es que en el PP funciona la auténtica división de poderes. Hay el poder económico, que es el que manda, porque maneja y al parecer decide cómo se beneficia a los donantes de dádivas, y hay el poder político, que se dedica a filosofar. El poder político es tan pudoroso, tan recatado, que no habla de asuntos tan vulgares como el dinero. Según el señor Rajoy, evita tanto la contaminac­ión del vil metal que ni siquiera escucha rumores de ingresos o pagos. El rumor debe de ser un género exclusivam­ente periodísti­co, porque ni en la sede del PP ni en sus terminales de los ministerio­s existía ni se escuchaba. Como en la Junta de Andalucía de Chaves y Griñán, donde nadie oía nada de señores que después presumiero­n de amasar pasta como para asar una vaca.

Lo que este cronista desconocía es que a Rajoy y familia el partido le pagó unas vacaciones en Canarias, y Montoro se entera ahora de que ese pago en especie está prescrito. De lo que este cronista está seguro es de que Rajoy aprendió la lección y repitió el no me acuerdo lo justo para no ser comparado con otros y otras. Lo siguiente es que el testigo estuvo bastante sólido como para no salir imputado, contra lo pretendido por la oposición. Y la única duda que me queda es si habrá tenido razón el mismo Rajoy cuando advirtió al primer abogado: “No sé si se ha confundido de testigo”. Es posible: de lo que quería hablar y habló era de violencia contra la mujer.

En el PP el poder político es tan pudoroso y recatado que ni siquiera escucha rumores de ingresos o pagos

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