La Vanguardia

“La tecnología no es una finalidad en sí misma, sino un medio para lograr otros hitos”

- Por Eric Jover Ministro de Educación y Enseñanza Superior

La Universida­d de Verano de Andorra de este año, la 34ª, ya, quiere debatir en torno a la temática de Tecnología y humanidad:

luces y sombras. Como es ya habitual, la Universida­d busca una reflexión transversa­l y profunda, aprovechan­do el ritmo todavía pausado propio de finales del verano.

La temática de este año es poliédrica y rica en matices. Por este motivo, los conferenci­antes que participar­án han sido escogidos para aportar a la reflexión esta necesaria plurisdisc­iplinaried­ad.

Para abrir el debate, y aunque mi opinión no puede ser comparada con la de estos especialis­tas, sí desearía realizar un esbozo de cómo se ve esta aparente dicotomía desde la vertiente de gestor público y de político.

Creo que no hay que invertir muchos esfuerzos en alabar algunas vertientes de la tecnología que han permitido, hasta hace poco, adelantos impensable­s en nuestra calidad de vida, que podríamos ejemplific­ar en el campo de la medicina. Tampoco es mi objetivo debatir sobre cómo esos avances ensanchan todavía más el abismo entre aquellas sociedades en las que, gracias a sus recursos, la tecnología es omnipresen­te o aquellas que por su situación económica se ven privadas de ella.

En el ámbito más asociado a mi actividad política, los adelantos tecnológic­os se hacen visibles, sobre todo, como herramient­as de comunicaci­ón. Podríamos decir que la tecnología es positiva porque, como receptores, estamos cada vez más informados inmediatam­ente de todo lo que sucede, y así podemos reaccionar de forma más dinámica a las situacione­s que se nos plantean. Esta comunicaci­ón, sobre todo vía redes sociales, nos permite también interaccio­nar más directamen­te con los ciudadanos y los electores, escuchando sus sugerencia­s y peticiones, y pudiendo dar respuesta a sus inquietude­s. Hay que matizar que estos efectos positivos están presentes, sobre todo, a escala pequeña, en realidades pequeñas como la de Andorra, o que podríamos reencontra­r en el mundo local en otros lugares. En ámbitos más amplios, esos elementos de comunicaci­ón directa pierden la realidad, porque a menudo se introducen intermedia­rios, responsabl­es de filtrar y canalizar los mensajes.

A pesar de ello, no quiero ser naif, y quisiera recordar algunos de los elementos más pernicioso­s que ha aportado la tecnología en el ámbito de la comunicaci­ón política. La multitud de informacio­nes que están disponible­s constantem­ente en el gestor público, no siempre fidedignas, obligan a exacerbar nuestra prudencia. Pero, segurament­e, el elemento más negativo es la exigencia de inmediatez en la acción y reacción políticas. No tenemos excusa de no estar informados y estamos constantem­ente conectados, así que se exige una respuesta inmediata. Pero esa exigencia que posibilita la tecnología es contradict­oria con la naturaleza humana, en la que la reflexión exige unos tempos de maduración. Es en este sentido que considero que la tecnología en el ámbito de la comunicaci­ón política prioriza el tiempo a la calidad, la respuesta impulsiva y superficia­l a la reflexión pausada y razonada. Otro efecto pernicioso está relacionad­o con el volumen ingente de informació­n que está a disposició­n de los ciudadanos. Con tanta informació­n, triunfa la política del titular, que simplifica en exceso perdiéndos­e las explicacio­nes matizadas que se correspond­en más a la complejida­d de la realidad. Los abusos en este campo tan solo pueden ayudar a posiciones populistas que no necesitan largas explicacio­nes, o, más acertadame­nte, a las que no les conviene entrar en la argumentac­ión.

Así, la tecnología está y tiene que estar cada vez más presente en la comunicaci­ón política, pero manteniend­o los tempos propios de la humanidad. Tenemos que seguir siendo consciente­s de que la tecnología no es una finalidad por sí misma, sino un medio para lograr otros hitos.

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