Un baile bello y bestia
Peralada vibra con la versión furiosa de Thierry Malandain de ‘La bella y la bestia’
De entrada ya fue un lujo para el público del Festival de Peralada tomar asiento en el Auditori del Parc y comprobar que el Chaikovski con el que iban a danzar los del Ballet de Biarritz no sonaría enlatado. La Euskadiko Oskestra Sinfonikoa, que se ha convertido en acompañante habitual de esta compañía del País Vasco francés, se introducía en el foso minutos antes de comenzar el espectáculo. Aquello iba a ser algo más que La bella y la bestia :ibaa ser anhelo, embeleso, deleite, subyugación, delicadeza. Todo lo que encierra la historia de amor y pasión entre la joven bella y la atormentada bestia del cuento de Jeanne-Marie Leprince Beaumont. Un escrito de 1957 sobre el original de Gabrielle-Suzanne de Villeneuve.
No es fácil casar ballet con verano, unir ballet y festivales al aire libre. Y sin embargo Peralada parece haberle encontrado el tranquillo. Porque lo de ayer no era una gala de ballet como la que pudo ofrecer el año pasado Roberto Bolle con sus amigos. Ni siquiera era un maravilloso conjunto de piezas cortas o fragmentos de ballets completos como los que bridó la compañía de Béjart en la inauguración de esta edición del festival. Lo de anoche, que era una función ad hoc para un público familiar –estaba lleno de niños– era todo un corpus narrativo. Aunque jugaba con ventaja, pues apelaba a a idea que del cuento tiene todo el mundo en la cabeza, para entregarse libremente al ballet desde un punto de vista psicológico.
¿Es posible ponerse en la piel de la bestia? ¿Sentirse bien en su ruda piel? ¿Es posible, por otra parte, dar un paso atrás y observarse como una adicta a la belleza? Es lo que propone –y a veces consigue– Thierry Malandain con su propuesta de gran fisicalidad que es esta creación suya del año pasado. El uso que hace el creador francés de los postulados del ballet clásico es otro ejemplo de lo que hoy conocemos por ballet del siglo XXI, en su caso sin zapatillas de punta. Porque partiendo del domima nio extremo de ese arte de las líneas que es el clásico, algo eterno, Malandain propone una expresión perfectamente contemporánea de una fábula moral que es también eterna.
Ayer el público de Peralada pudo degustar una lectura de esta fábula que entronca con el clásico cinematográfico que Jean Cocteau estrenó en 1946. ¿En qué sentido? En el de la lucha entre cuerpo y alma, ese desdoblamiento de la bestia en busca de su belleza interior. Sobrio y elegante, con una escenografía y un vestuario que firma el artista chileno Jorge Gallardo, la producción de Malandain con sus 20 bailarines no caerá en el olvido.
Fue en 1998 cuando se creó el Malandain Ballet Biarritz, que for- parte del corpus de los Centros Nacionales Coreográficos de Francia. Con sede en la antiga estación de tren Gare du Midi, es de los pocos que sigue manteniendo viva la llama del clásico. Ahí Malandain ha servido revisiones de clásicos, como Carmen (2008), Romeo y Julieta (2010), la Cenicienta (2013), un reciente Noé y esta Bella a la que anoche puso música, y de qué manera, el letón Ainars Rubikis, el que será el director musical de la Komische Oper Berlin a partir de la temporada 2018-19. Todo un hallazgo.
Chaikovski toma cuerpo con el Ballet de Biarritz del País Vasco francés y la Euskadiko Orkestra, del peninsular