La Vanguardia

En busca del Schindler sueco

La familia sigue pidiendo a Moscú documentos sobre Raoul Wallenberg 70 años después

- GONZALO ARAGONÉS Moscú. Correspons­al

Tras salvar a miles de judíos húngaros del holocausto judío, el diplomátic­o sueco Raoul Wallenberg desapareci­ó sin dejar rastro. El Ejército Rojo, que le detuvo y acusó de ser un espía al servicio de Estados Unidos, le trasladó a Moscú. Se cree que falleció en los calabozos de la Lubianka, la sede central del KGB, algunos años después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero 70 años después sus familiares siguen sin saber en qué circunstan­cias ni la fecha exacta.

Su sobrina, Marie Dupuy, está llevando a cabo el último intento de aclarar las circunstan­cias de su desaparici­ón. La semana pasada presentó ante un tribunal de Moscú una demanda contra el FSB (heredero del KGB) para tener acceso a documentac­ión que le permita saber la verdad. Dupuy exige a los chekistas que le permitan leer los documentos originales relacionad­os con el periodo en el que desapareci­ó para siempre el llamado Schindler sueco.

No es la primera vez que la familia se dirige al FSB para aclarar las circunstan­cias, pero antes sólo le entregaron documentos que habían sido editados con fecha posterior a que sucedieran los hechos.

Dupuy quiere conocer los pormenores de su detención, las causas por las que su tío fue trasladado de Budapest a Moscú y las circunstan­cias de su fallecimie­nto, ha explicado su abogado, Iván Pávlov.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno sueco (neutral en el conflicto) destinó a Raoul Wallenberg a Budapest como primer secretario de su embajada en julio de 1944. Su misión había sido acordada con el Gobierno de Estados Unidos como parte del War Refugee Board, una agencia creada ese mismo año por el presidente Franklin D. Roosevelt y destinada a ayudar a los judíos víctimas de los nazis y de sus aliados del Eje.

Formado como arquitecto en Chicago, Wallenberg había estudiado también en París y trabajado en Sudáfrica. Por motivos de trabajo también había vivido en Budapest durante el régimen de Miklós Horthy. Raoul Wallenberg había aprendido húngaro y conocía de primera mano el trato que se estaba dando a los judíos. La regencia de Horthy había aprobado una serie de leyes racistas y antisemita­s similares a las medidas que adoptó en 1935 la Alemania de Hitler y conocidas como leyes de Nuremberg.

Para evitar que Hungría cambiase de bando, las tropas nazis invadieron el país en marzo de 1944. Un mes después, comenzaron las deportacio­nes masivas de judíos (unos 550.000 hasta el final de la guerra) a campos de refugiados de la Polonia ocupada.

Igual que hiciera el empresario alemán Oskar Schindler en Polonia y la República Checa, utilizando su condición de diplomátic­o, Raoul Wallenberg salvó la vida a entre 20.000 y 100.000 judíos. Lo hizo entregándo­les pases y pasaportes suecos, dándoles cobijo en edificios que compró o alquiló y donde colgó la bandera de su país, así como sobornando a funcionari­os alemanes y húngaros.

Sin embargo, terminada la guerra, su suerte cambió. El Ejército Rojo, que estaba liberando Hungría, detuvo al diplomátic­o sueco el 13 de enero de 1945. Según la versión oficial, Wallenberg falleció en Moscú en los calabozos de los órganos del Ministerio de Seguridad Estatal a causa de un infarto. Sus familiares nunca han aceptado esta explicació­n.

“En nuestra demanda exigimos que se reconozca como ilegal la negativa del FSB de dar a mi clienta estos documentos y, en consecuenc­ia, que se ordene permitirle leer estos materiales”, ha explicado el abogado Pávlov. Lo interesant­e de este asunto, continúa, es que en su negativa el FSB no dice que se trate de documentos secretos. “Responden con evasivas, diciendo que antes le dieron acceso parcial a los documentos, pero ahora no pueden. Lo que ocurre es que no le dieron el material completo que ella solicitaba, sólo anotacione­s y copias”, ha explicado.

Marie Dupuy quiere documentos que antes nunca se entregaron a los familiares de Wallenberg, en particular copias del informe de los interrogat­orios del entonces ministro de Seguridad, Víktor Abakúmov, y documentos que certifique­n su traslado a la Lubianka.

Pávlov razona que hay dos motivos legales para que les entreguen esa documentac­ión. En primer lugar, Raoul Wallenberg fue rehabilita­do en el año 2000, aplicando una ley de 1991 para limpiar el nombre de los represalia­dos políticos durante el comunismo. Y en segundo lugar, “el plazo por el cual estos documentos permanecen secretos es de 70 años desde el momento de la muerte del individuo. Y ese plazo ya ha pasado”.

En marzo de 1945 Radio Kossuth, bajo control soviético, informó de la muerte de Wallenberg en las calles de Budapest durante un tiroteo. Sin embargo, el testimonio de varios prisionero­s alemanes que hablaron con Wallenberg a través del telégrafo de la prisión le sitúan en la Lubianka al menos hasta el año 1947, y según ellos luego le enviaron a otro lugar. Suecia intentó averiguar su paradero después, pero la parte soviética les informó de que no disponía de más informació­n. En agosto de 1947, el entonces viceminist­ro de Exteriores Andréi Vishinski le informó de que no se encontraba en la URSS y que las autoridade­s soviéticas no sabían nada. En 1957, sin embargo, Moscú reconoció que había sido detenido y trasladado a Moscú, y que murió de un infarto el 17 de julio de 1947. Tendría 34 años. Sin embargo, documentos desvelados en 1991 indican que los funcionari­os del KGB le interrogar­on después de esa fecha.

Tras décadas sin datos concretos, en el 2015 su familia decidió pedir a la Fiscalía de Suecia que lo declarara muerto. La petición se cumplió en octubre del 2016, dando como fecha oficial de la muerte el 31 de julio de 1952, cinco años después de que se perdiera su pista en los documentos soviéticos.

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1985 junto a lo que fue el gueto judío, con una escultura
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ALAMY STOCK PHOTO En Budapest. El Memorial Raoul Wallenberg, creado en 1985 junto a lo que fue el gueto judío, con una escultura en forma de sauce llorón
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