La Vanguardia

Envejecer no fue un lastre

Con Moreau cambió la imagen de la mujer en el cine, renovó los arquetipos de Hollywood

- LLUÍS BONET MOJICA Barcelona

Jeanne Moreau era una artista en constante ebullición y ha dejado huella en todos los ámbitos: teatro, cine y televisión, aparte de cantante y creadora musical. En el 2006, cuando presidía el jurado del Festival de San Sebastián, declaró: “El día que me tenga que ir, me iré, la muerte nos va a tocar a todos, pero la vida es un don que yo todavía tengo muchas ganas de compartir”. Rebelde, insumisa y provocador­a, esta actriz de talento impagable siempre se mantuvo fiel a sus principios. Gracias a ella cambió la imagen de la mujer en el cine, renovando los arquetipos femeninos que había instaurado Hollywood. Trabajó a las órdenes de Buñuel, Truffaut, Antonioni, Losey, Kazan, Orson Welles... Sus padres se separaron en 1939 y la pequeña Jeanne se quedó con su padre. Era una niña enfermiza, que en sus largas convalecen­cias había memorizado textos de Zola, Giradoux y Racine. Su vocación inicial era ser bailarina, pero todo cambiaría tras su asistencia a una representa­ción de la Fedra escrita por Jean Racine.

Debutó en 1947, con el primer Festival de Aviñón que había fundado Jean Vilar, y antes de concluir sus estudios en el conservato­rio ya era contratada por la emblemátic­a Comédie Française. Dos años más tarde se ponía ante la cámara, encarnando a una adúltera en Dernier

amour. Encadenará película tras película, pero es Louis Malle, su primer amante, el que muestra a una insólita Moreau en Ascensor para el

cadalso y Los amantes, dos películas de 1958. Siempre abierta a los desafíos, no dudó en apostar por la juventud iconoclast­a de la nouvelle

vague, que transformó el cine y la convirtió en el rostro más representa­tivo del movimiento. La película más determinan­te fue la ya legendaria Jules y Jim que rodó François Truffaut en 1962. Ante la irritación de los sectores más conservado­res de la sociedad francesa, Moreau aceptó protagoniz­ar Diálogos de

carmelitas, donde competía con Alida Valli, la dama del cine italiano.

Fue musa de Buñuel a partir de la memorable Diario de una camarera. Y, por supuesto, de Orson Welles, admirador incondicio­nal y su director en El proceso (1962) y Campanadas a medianoche (1965). No había director que no la quisiera ante la cámara. Desde Michelange­lo Antonioni (La noche) a Joseph Losey

(Eva, El otro señor Klein) o Elia Kazan (El último magnate). Fue Welles quien la animó a debutar como guionista y directora en Lumière, donde actuaba junto a Lucía Bosé.

Envejecer no fue un lastre para proseguir su brillante carrera como intérprete. Actriz y mujer fuera de la norma, Moreau deja un inmenso vacío. Sus películas, su rostro y su estilo quedan para siempre.

Su vocación inicial era ser bailarina, pero todo cambió tras asistir a una representa­ción de la ‘Fedra’ de Racine

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain