“Ahora sé lo que quiero: estudiar, trabajar y una casa”
Coral tiene un hijo de tres años. Cuenta orgullosa que ya sabe contar, repite las vocales y escribe su nombre. “Me gustaría que tuviera una buena educación en la escuela. No importa si llora o si tiene sueño. ¡Hasta dormido lo voy a llevar!” . Coral dejó el instituto cuando tenía 16 años y cursaba 2º de ESO. “Repetí dos veces. Así que iba con chicos dos años más pequeños que yo. Me sentía grande. Y pensé, ¿para qué seguir si me voy a casar?”. Explica que es frecuente que las niñas gitanas de San Cosme, el barrio de El Prat de Llobregat en el que vive, se casen pronto así que dejan de estudiar”. A algunos maridos gitanos, explica, tampoco les gusta que la mujer ande por allí, relacionándose con gente que no conoce, especialmente con otros hombres. “Pero yo tengo suerte que mi marido me deja trabajar”, sonríe. “Fue él quien me animó a apuntarme al programa de Fundesplai”.
Después de abandonar los estudios a los 16 y antes de casarse a los 20, pasó por una travesía del desierto. “Recuerdo que me despertaba y no tenía nada que hacer. ‘¡Qué asco de vida!’, me decía”. Ahora vive en casa de su suegra, con su marido e hijo. También residen el padre, la abuela y la hermana de once años de su marido. “Llevo cuatro años, cumplo con todo. Educo a mi hijo con mi criterio. Pero quiero una casa propia donde llevar una vida ordenada”.
Cuando el secretariado gitano de San Cosme informó del programa Jove valor, orientado a jóvenes ninis en riesgo de exclusión social, la pareja de padres se apuntó. El marido no tuvo la misma suerte de su mujer a la que se le ofreció una experiencia de trabajo durante un año, de media jornada, con remuneración de 500 euros en una empresa “acogedora” y unas horas de formación de auxiliar administrativa por la tarde. “A Coral se la veía muy nerviosa el primer día”, explica Sole Esbrí, su tutora en Aiguës del Prat, empresa municipal que participa aportando empresas acogedoras y candidatos. “Pero absorbe la información con mucha facilidad, tiene una disposición muy buena y es una chica muy seria”. Nada más llegar recibió las explicaciones sobre la empresa, el organigrama, su rotación, los hábitos y lo que se esperaba de ella. Su paso por atención al personal supuso un gran avance. “Me ruborizaba al atender a la gente mayor del barrio que se sorprendían y me decían, ¿tú aquí?”. Por la tarde, recibe formación de auxiliar administrativa junto a 14 jóvenes más. “Antes no tenía nada, ahora me siento capaz. Pillo todo muy rápido y sé que soy útil. Suena el despertador y me gusta su sonido”.