La Vanguardia

“Sueño con ayudar a niños magrebíes”

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Badia Boutka nació en Ait maamar Lakdim, una aldea poblada por unas 80 familias, cercana a la ciudad de Errachídia, más conocida por dar servicio a los 4x4 de los turistas que parten hacia las dunas de Merzouga, el Atlas o la meseta del Rekkan. De pequeña correteaba por su pueblo, libre y despreocup­ada, entre los cuidados de su madre y los desvelos de su abuela. Después, a los nueve años, la familia se reunió con su padre en Sant Vicenç dels Horts (Barcelona). La vida cambió de golpe: el nuevo idioma, los horarios estrictos, las exigencias académicas, los transporte­s... “El casal era mi descanso, mi desahogo, el lugar donde podía volver a ser una niña feliz”, recuerda de sus vivencias en el centre de esplai Flor de Neu al que acudía tras la escuela. Se esforzó, dominó el idioma y nunca suspendió.

El mejor verano fue el de los 17 años, en que se marchó de colonias con la Fundació Pere Tarrés, gracias a un programa de becas. Badia describe minuciosam­ente y con un vocabulari­o rico, los juegos, las risas, el contacto con la naturaleza. Los monitores se volvieron sus referentes. “Les observaba cómo actuaban, cómo hablaban, cómo mediaban en una discusión, cómo organizaba­n los juegos... Yo quería eso, hacer felices a los niños, decirles que alguien se preocupa por ellos”. Ese año, la directora María le escribió en su libreta de recuerdos: “Estudia, te esperamos como monitora el próximo año”.

Badia ilumina con su sonrisa cualquier estancia, tiene un ángel especial. Y es tenaz. Logró el título de monitora en su tiempo libre, a costa de que sus padres levantaran una y otra vez la ceja por las salidas que le requería su aprendizaj­e y su voluntaria­do: todos los fines de semana, reuniones a las 10 de la noche, dormir fuera de casa... tan poco frecuente para una mujer, inmigrante, marroquí, musulmana.

Pero ella fue tomando sus elecciones valorando si su actitud violentaba la ética de su cultura. “Un día me senté con mis padres: comprendo que os cueste entender –les dije–, sólo pido que escuchéis. Os voy a explicar toda la actividad que hago con todos los detalles...” Y, para que se quedaran más tranquilos, colgó su horario en la cocina. Su hermano pequeño (11) es quizá quien menos cómodo se siente. “¿Por qué vas al casal si vuelves cansada, tarde y no te da dinero?”, le pregunta y Badia le sonríe, “porque me hace feliz, como a ti el fútbol”.

Obtuvo la confianza de sus padres consciente­s que Badia ha dado suficiente­s motivos de orgullo: es la primera persona de su pueblo natal en ir a la universida­d. Estudia Relaciones Laborales y quiere continuar con Psicología.

Su presencia en las colonias, con su velo, ha impactado en la comunidad musulmana local. “Nunca pensé que una niña marroquí podría ser monitora”, le escribió en una libreta una pequeña. “Badia, ¿vas tú de colonias?”, la paran las madres en las calles del pueblo. El día de la salida de la últimas colonias de la Pere Tarrés, a finales de julio, hacen fila las madres que entregan las tarjetas sanitarias de Daniel, Lizar, Aleix, Loubna, Khadja, Dina, Ijlas, Aarón, Yazmin, Omar, Tarik... hasta 50 niños de 6 a 13 años que van una semana a Planoles (Ripollés) con ocho monitores. Badia, con un alegre pañuelo gris cuajado de estrellas, se acerca al grupo de madres veladas que le sonríen. “Yo me quedo más tranquila si sé que vas tú”, “Al final, apunté a mi pequeño de seis”, “echa un vistazo a los míos”, le encomienda­n. El autocar parte dejando a las mujeres en tierra. “El próximo año iré yo de voluntaria –dice espontánea­mente una de las jovenes mamás– nunca había pensado que eso sería posible”.

Badia se va de vacaciones a su pueblo –“antiguo”, “inocente”, “de casas sin llave”. Está deseando abrazar a sus familiares, primas y amigas, algunas de las cuales viven en Francia, y se “distancian de las locales porque se creen distintas”. Si se le pide soñar, Badia sueña y sueña con crear unas colonias en su pueblo, o en todo Marruecos, donde los niños sean tratados con alegría, respeto y dignidad. “Que se lleven todo eso en la mochila”.

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