Benguerel, uno de los grandes
Ahora que se ha ido para siempre, son muchos los recuerdos de Xavier Benguerel que afluyen a la memoria desde que en 1984 nos presentó a su padre, el escritor Xavier Benguerel i Llobet, después del estreno de la ópera de cámara Spleen en el Condal: son muchos porque Xavier era muy amigo de sus amigos y, por lo tanto, no desperdiciaba ocasión para convocarlos y celebrar algo. ¡Cuántas comidas hemos hecho en su casa, y cuántos brindis a la salud de unos u otros! El último fue hará un par de meses para celebrar, en compañía del director de orquesta Daniel Tosi, el estreno mundial de su última obra, el Cementiri marí, en el Festival de Tautavel: un poema sinfónico para orquesta, coro y recitador. Un triple homenaje al poema de Valéry, una de las catedrales lírico-filosóficas del siglo XX; a su padre –que era uno de los principales intérpretes, habiendo publicado hasta cinco versiones!–; y a la música francesa del siglo XX, que tanta felicidad le había dado. Un producto de alta cultura europea que probablemente se interpretará en Sète en el 2018, y que Xavier anhelaba escuchar en Barcelona.
En medio una fecunda trayectoria que, después de unos inicios serialistas, eclosiona con Spleen yse caracteriza por una atracción por las grandes formas, la depuración de un lenguaje cada vez más liberado de escuelas, la búsqueda de un mayor impacto expresivo, y una gran heterogeneidad con respecto a sus motivos, como podemos ver en obras de tanta envergadura y diversidad como el Llibre vermell (1988), elRè qui e mala memò ria de Salvador Espriu (1989), el Te Deum (1993) dedicado a Josep M. Subirachs, Concierto para piano (2004) o la ópera Jo, Dalí (2011), sin olvidar una rica producción camerística con la poesía como detonante. No es de extrañar que ganara el Tomás Luis de Victoria, que lo consagraba como uno de los mayores compositores de nuestro tiempo.