Trump rompe con los asesores empresariales críticos con su racismo
La Casa Blanca trata de frenar la reprobación al presidente entre las filas republicanas
Ante el goteo de ejecutivos que se han ido dando de baja de los consejos asesores de Donald Trump por sus declaraciones racistas, el presidente de EE.UU. decidió cortar por lo sano cerrando esos organismos y despidiendo a los empresarios.
El brazo armado del trumpismo, es decir, el Twitter del presidente, amaneció ayer con una felicitación. Congratuló al dictador norcoreano: “Kim Jong Un ha hecho una sabia y bien razonada decisión”. Le agradeció su contención belicosa. Muchos estadounidenses también esperaban una sabia reacción de Trump. Pero no hubo ni una palabra para sanar la división racial que ha instigado con su abrazo a los supremacistas blancos. Ni una palabra para contener la euforia de los neonazis, más que felices por el reparto de culpas con los izquierdistas en los incidentes de Virginia, mientras que en Charlottesville se celebró ayer el funeral por Heather Heyer, de 32 años. Falleció el sábado por el ataque de un fundamentalista hitleriano, James Alex Fields, quien arrolló con su coche a la multitud que se manifestaba contra el mismo fanatismo al que sus abuelos combatieron en Europa.
“Intentaron callar a mi hija y la han magnificado”, proclamó ayer Susan Bro, la madre de la difunta, durante esa ceremonia. En una demostración de coraje, llamó al diálogo y a la “acción justa”.
Diversos empresarios consideraron que lo mejor era dejar el consejo de asesoramiento del presidente por el sonrojo de su posición favorable a la intolerancia. El goteo siguió. En paralelo, Stephen Schwarzman, jefe de la financiera Blackstone Group e íntimo de Trump, convocó una conferencia para plantear la disolución de otro grupo de asesores, el de política y estrategia.
The New York Times filtró que habían decidido desmantelar ese equipo, que, como el otro, tenía el objetivo de potenciar la creación
de empleos y generar inversión.
La respuesta de Trump fue inapelable. En lugar de rectificar y plantarse frente a los fanáticos, optó por reafirmarse con ellos.
Para tratar de parar la vergüenza de que la gente que más admira, los empresarios, abandonaban su nave, emitió un tuit de su sello y marca: “En lugar de presionar a los ejecutivos de los consejos de industria y de estrategia y política, los cierro los dos. Gracias a todos”, afirmó.
Su mensaje va en la línea del neologismo que campa por el país, el
trump-fascismo. “Ahora hay una nueva plataforma para la ultraderecha en América: la Casa Blanca”, escribió Dana Milbank en The Washington Post.
Dicen que al jefe de gabinete, el general John Kelly, le cogió por sorpresa el arrebato de Trump del martes, disparando de nuevo en la dirección contraria a la rectificación del lunes, cuando citó en su condena al KKK, los nazis y los supremacistas blancos.
En el vestíbulo de su torre neoyorquina insistió en la violencia de dos bandos, en equiparar a verdugos y víctimas. Sólo ha recibido el elogio de los palmeros de la Fox y personajes de la calaña de David Duke, líder del KKK. “Gracias presidente por tu honestidad y coraje al decir la verdad”, indicó Duke. Alguien debería pensar que ese elogio marca el camino equivocado. Sin embargo, la Casa Blanca envió unas pautas a los legisladores republicanos. Les urgía a hacerse eco de la línea de que “los dos bandos” actuaron de forma inapropiada.
Hay grietas. La lista de congresistas y senadores que se posicionaron contra Trump es larga. Sin embargo,
Trump cierra dos consejos asesores al saber que los ejecutivos habían decidido dejarlo
muchos optaron por evitar el nombre del presidente. Es el caso del Mitch McConnell, que censuró una de las líneas argumentales de Trump. “No hay neonazis buenos... Todos tenemos la responsabilidad de plantarnos contra el odio y la violencia”, sostuvo. Aunque tampoco lo citó, el vicepresidente Mike Pence subrayó que “no puede ser que unos pocos dividan al país”. También se distanciaron del presidente figuras republicanas como Paul Ryan, John McCain y Mitt Romney. Y los dos expresidentes Bush expresaron al unísono su rechazo del “fanatismo racial, el antisemitismo y el odio en todas sus formas”.