El arte del eufemismo

Sergi Pàmies recoge dos ejemplos de “distorsión retórica” escuchados en los medios de comunicación en los últimos días que sorprenden por la utilización de conceptos sofisticados para eludir palabras más directas al hablar de temas polémicos: “Ayer, en El món a

RAC1, el presidente de la ANC, Jordi Sánchez (que ha empezado la promoción del último Onze de Setembre preindependencia), se refirió a la acción de Arran hablando de “‘pintar un autobús y desinflar unas ruedas’”.

El lenguaje público es mutante y se adapta a los intereses de quienes lo manipulan. Hace unos días, tras saberse –tarde– que un bus turístico había sido atacado por encapuchados que habían hecho pintadas reivindicativas contra el turismo y pinchado las ruedas del vehículo, los responsables del grupo Arran definieron su emboscada como “acción de visualización”. Es un eufemismo que sólo se justifica por la tendenciosidad de la propaganda y el celo ideológico que identifica determinadas militancias. La posterior interpretación de la acción de visualización generó un intercambio de exageraciones, tanto de un bando, que comparó el ataque con la peor guerrilla urbana, como del otro, que aplicó una indulgencia sintomática o se reafirmó en la violencia testimonial en legítima defensa contra la violencia capitalista.

Pero como la retórica nunca se acaba, ayer, en El món a RAC1, el presidente de la ANC, Jordi Sánchez (que ha empezado la promoción del último Onze de Setembre preindependencia), se refirió a la acción de Arran hablando de “pintar un autobús y desinflar unas ruedas”. Quien estuviera de vacaciones hace unos días podría interpretar que el autobús de marras fue pintado como se pintan algunas paredes de descampados periféricos o los patios bucólicos de guardería. Y la dulzura del verbo desinflar en relación con la dureza objetiva de pinchar me hizo recordar los tiempos del instituto, cuando los alumnos más reacios al orden establecido discutían si tenían que pinchar o desinflar las ruedas del coche del profesor que no les gustaba. Esta arbitrariedad retórica sería deliciosa si no interviniera en la percepción de una realidad inflamable y no cayera en bocas de personas que aspiran a convertirse en preceptores de nuestro futuro.

Y, en la misma línea de distorsión retórica de la realidad, el otro día, unos tertulianos de El matí de Catalunya Ràdio empezaron a hablar de los problemas del turismo utilizando un eufemismo que no había oído nunca pero que se contagió como un resfriado: “Las externalidades negativas del turismo”. Digo yo que serán primas hermanas de aquellos daños colaterales de los tiempos de guerra o de los efectos secundarios farmacéuticos. E interpreto que la externalidad negativa aspira a situarse fuera del turismo, a diferencia de todas las virtudes que se subrayan, que, aplicando la misma regla de tres, deberían denominarse internalidades positivas .Es un signo de los tiempos: crear pedestales retóricos aparentemente sofisticados para oscurecer la precisión de los conceptos y enmascarar el mensaje, bien con la voluntad de parecer más pedante de lo que eres, bien con el objetivo de que tu interlocutor se sienta inmediatamente excluido. Conclusión: no es lo mismo pinchar ruedas que desinflarlas, si tenéis un problema genital no os recomiendo que le digáis al médico que tenéis unas externalidades negativas en los bajos y, finalmente, como decía Joan Brossa, el pedestal son los zapatos.

Los tertulianos han descubierto un nuevo eufemismo para hablar de los problemas del turismo