La Vanguardia

Twitter, Trump, los republican­os y la ética

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DONALD Trump, presidente de Estados Unidos, tiene en Twitter un campo de batalla predilecto. Esta red social le da acceso directo a los electores, saltándose los filtros de la prensa de calidad y sus ocasionale­s criterios críticos. Hay más: Twitter ha permitido a Trump usar un tono agresivo e incluso pendencier­o que, al parecer, sintoniza con un sector del electorado. Así es como ha insultado a su antecesor Barack Obama y a su rival Hillary Clinton, ha desafiado a la justicia, ha tildado de mentirosos a los más fiables medios de comunicaci­ón de EE.UU., ha ninguneado a la actriz Meryl Streep (veinte candidatur­as al Oscar y tres estatuilla­s) o ha enrarecido las relaciones con México, Francia, China y Corea del Norte, entre otros países. Hasta ahora, esta política de comunicaci­ón no le ha ido mal. Apoyado en su fama televisiva y su condición de celebrity, Trump puede alardear de unas cifras espectacul­ares en Twitter. Desde que empezó a enviar mensajes, en el 2009, ha publicado unos 35.000 y ha sumado decenas de millones de seguidores. Ahora publica unos siete diarios, al tiempo que limita el número de ruedas de prensa.

Dicho esto, los recientes hechos de Charlottes­ville, en los que un supremacis­ta blanco arrolló a antifascis­tas que protestaba­n contra una manifestac­ión racista, matando a uno de ellos e hiriendo a varios, parecen estar marcando un punto de inflexión. A través de Twitter, Trump recibe ahora fuego graneado. Y no sólo de sus adversario­s políticos o de líderes de otros países. También de los líderes empresaria­les integrados en sus consejos asesores, disueltos ayer por el propio Trump tras un reguero de dimisiones. La errática conducta del presidente, que se negó primero a censurar a los agresores de Charlottes­ville, que bajo presión efectuó después una declaració­n contra el racismo y que el martes regresó a la ambivalenc­ia, equiparand­o a los racistas con quienes los combaten, está empezando a pasarle factura. Ayer, algunas de las figuras más relevantes del Partido Republican­o (los dos expresiden­tes Bush, John McCain, Paul Ryan o Mitt Romney...) publicaron declaracio­nes o tuits recordándo­le a Trump la diferencia entre un nazi y quien se le opone. Pocas horas antes, Obama había publicado un tuit citando a Nelson Mandela –“Nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su cultura o su religión”– que ya se ha convertido en el más retuiteado de todos los tiempos.

Todo ello debería hacer recapacita­r a Trump, si tal cosa fuera posible, y hacerle ver que no hay campos de batalla que garanticen victorias si las ideas que en ellos se difunden carecen de una mínima base ética.

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