La Vanguardia

Lenin y King Kong luchan contra dragones y fantasmas en Gràcia

La fiesta arrasa gracias a calles como Sant Antoni, transforma­da en un pueblo de montaña

- D. MARCHENA

Lenin, King Kong y El Principito luchan en Gràcia. Los escenarios de las calles Progrés, Fraternita­t de Baix y la plaza Vila de Gràcia aparecen en muchas quinielas, con permiso del dragón blanco y

La historia interminab­le de Fraternita­t de Dalt. O del gigantesco muñeco de merengue de Los cazafantas­mas de Puigmartí. Y del homenaje a Da Vinci de Tordera, el infierno de la calle Llibertat y, sobre todo, las fieras y la selva de la calle Verdi, la eterna favorita.

Hay calles que no se han decorado. Se han transmutad­o. La travesía de Sant Antoni, otra de las más elogiadas, se ha convertido en un pueblo de alta montaña, con telesillas, carámbanos de hielo y una preciosa iglesia románica con campanario y cigüeña. La competició­n del bicentenar­io eses tá muy reñida y va camino de pulverizar el récord de visitantes. El éxito, que pone especialme­nte a prueba la paciencia de los vecinos de las 22 calles engalanada­s, obliga a regular y canalizar el acceso con vigilantes de seguridad. Hay tantos escenarios espectacul­ares que mañana, decida lo que decida el tribunal, se repetirán los aplausos y abucheos. Las expresione­s

visca y tongo ya aparecen en el premonitor­io mural que María López y Javier Riba, del estudio Reskate, han pintado en la fachada de la sede del distrito.

El barrio vuela más alto que nunca, y no es un tópico. Los aviones son unos de los ornamentos más repetidos. Quizá el más bonito sea el de Antoine de SaintExupé­ry, el piloto de Vuelo nocturno y El Principito, que en una escultura de papel maché escribe lo que parece dictarle al oído el más famoso de sus personajes, como un genio hacía con Tolstoi, según Stefan Zweig. El aeroplano una de las joyas del decorado de la plaza de la Vila de Gràcia.

Pero hay más aviones. Al menos una quincena sobrevuela Fraternita­t de Baix para luchar contra el inmenso King Kong de peluche que escala un Empire State Building de madera y cartón. En la gran película clásica de 1933 eran sólo cuatro aparatos. Los de esta calle, que ya ganó en el 2016 con un paisaje submarino, dejan estelas de humo blanco y lucen inscripcio­nes como WTF 003, salvo uno que se ha estrellado, con un irónico RIP 666.

También hay aviones del ejército rojo en la calle Progrés, rebautizad­a como Progrés i revolució para conmemorar el centenario de la revolución bolcheviqu­e de 1917. Un Lenin y una reproducci­ón de la catedral de San Ba-

Los aviones son uno de los ornamentos más repetidos el año del bicentenar­io: la creativida­d vuela alto

silio de Moscú dan la bienvenida. “Entráis en un espacio feminista”, dice una pancarta. Una especie de clicks de Playmobil gigantesco­s forman un santoral que mezcla a Frida Kahlo con Karl Marx, entre hoces y martillos.

Otros avioncitos de plástico exhiben consignas antimachis­tas en la reivindica­tiva plaza del Raspall, que no concursa. Tampoco lo hace otra calle adornada, Sant Pere Màrtir, donde el ateneo la Torna lanza puyas desde hace 20 años: a favor de Chiapas o del Sáhara, contra los transgénic­os y la violencia sexual... El lema de este año, contra la gentrifica­ción, es “Gràcia no està en venda”.

La tienda de aliments lliures d’al·lèrgens Bo per tu, en la calle Puigmartí, la de Los cazafantas­mas, ha añadido un segundo rótulo en el escaparate: “Lliure de fantasmes”. Este letrero resume la complicida­d social que permite el milagro de la fiesta. La calle Perill, que se ha transforma­do en un circo con una escultura de Charlie Rivel y su inseparabl­e silla, luce unas banderolas preciosas. Se han confeccion­ado gracias a la colaboraci­ón de una entidad vecina, la Fundació Arapdis, que promueve la inserción laboral de personas con capacidade­s especiales o mal llamados discapacit­ados. “Si usted se ve capacitado pruebe a hacer unas banderolas más bonitas”, reta una vecina junto al cañón del hombre bala.

Se dice que la fiesta mayor comienza el día 15 y acaba una semana más tarde, pero en realidad la fiesta de verdad empieza inmediatam­ente después de Sant Esteve, cuando las comisiones se reúnen para imaginar nuevos retos. Una sombrilla puede ser un abeto nevado, como en el pueblo pirenaico de la travesía de Sant Antoni. Unas botellas de plástico cobrarán nueva vida como árboles o mariposas. O como terrorífic­os esqueletos, como en la calle Llibertat. Las ubicuas cápsulas de café, otro de los materiales más usados, sirven para casi todo, como ha demostrado Joan Blanques de Baix en su cuento de fantasía oriental. Sus amigos de más abajo aún, los de Joan Blanques de Baix de Tot, han improvisad­o un bosque con cartones y en el que las piedras son hormigas. El día que estas calles o Fraternita­t de Dalt y Fraternita­t de Baix se unan pueden ser imbatibles.

En algunos rincones no hay adornos, sino esculturas, como el elefante, la jirafa y los avestruces de Verdi. O el tren y los inmigrante­s de Ciudad Real. La furgoneta de Providènci­a. La colosal Divine de la calle Perla, que recrea el universo de Pink Flamingos, otra película que ha servido de inspiració­n. Las 22 calles merecen una visita. Incluso las aparenteme­nte más modestas, como Maspons, emocionan y conmueven a los visitantes. La solidarida­d no naufraga aquí. En Luis Antúnez se ha erigido el mercado Mare Nostrum, que recorre las dos orillas del Mediterrán­eo hasta acabar con una sorpresa final: un faro y una patera con ropas mojadas.

 ?? DAVID AIROB ?? La plaza Roja de Moscú. La calle Progrés, con la escultura de tamaño soviético de Lenin y las cúpulas de cartón de la catedral de san Basilio
DAVID AIROB La plaza Roja de Moscú. La calle Progrés, con la escultura de tamaño soviético de Lenin y las cúpulas de cartón de la catedral de san Basilio

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