La Vanguardia

Norman Bates versus Freddy Krueger

- JORDI BASTÉ

Tiene el terror mucho de melancólic­o. Por eso nos gusta recordar todo aquello que nos aterrorizó de pequeños, sean juegos, sean sueños, sean silencios, sean caras, sean situacione­s. O de qué películas de terror nos acordamos aún años después. Los crímenes del museo de cera, La escalera de caracol, la cara de Fumanchú y la mano de Carrie ,la sonrisa de Nicholson en El resplandor, el vómito de Linda Blair en El Exorcista. Y, claro está, el baño asqueroso de Saw, los fantasmas de Insidious, la primera escena de Scream ,el Tiburón de Spielberg estrenado aquí en verano para calmar el pánico, “veo muertos” o “corre hacia la luz, Caroline” o“1, 2, 3 toca la pared” o “que excelente día para un exorcismo”.

Podríamos seguir pero aquellas situacione­s de terror infantil (la cara horrorosa de Boris Karloff de momia o Christophe­r Lee chupando cuellos ejerciendo de Drácula) fueron ocasiones en las que quisimos demostrar nuestra falsa valentía. Tuvimos poca protección y nos quedamos con todo aquello. En el terror hay que recordar siempre a Norman Bates y Freddy Kruger, tan lejos, tan cerca. Dos manipulado­res de sentimient­os, dos enormes tramposos, dos psicópatas, dos monstruos.

La bañera y la madre de Norman Bates forman parte de nuestro destino. Una obra maestra cinematogr­áfica que hizo de la ansiedad, terror. Ahí debía empezar a lo grande lo que se le llama ahora terror psicológic­o. Psicosis conserva la casa tal cual en los Universal Studios de Los Ángeles. Pero la casa tiene toda la pinta de que puede ser derruida en breve o apartada del recorrido de la historia. El paso del tiempo no aguanta esta nostalgia. Es horrible.

Cojo el carro que te lleva a los escenarios más destacados del cine. Habré subido a esta atracción una decena de veces desde que he ido a California. Mantiene aquel regusto de absurda antigüedad necesaria para acelerar el recuerdo. Hasta ahora te paseaban por la estación de metro de la película Terremoto y vivías un meneo de 8.3 grados de la escala de Richter, luego te mostraban el truco de cómo se puede hacer llover en las películas, te mostraban media docena de extras haciendo de vaqueros en el lejano oeste o te detenías precisamen­te en la casa de Psicosis para si salía Norman Bates de cualquier esquina. Ahora ya no. La atracción, sorprenden­temente autorizada para todos los públicos, te sirve una lucha de King Kong contra los velocirapt­ores en 3D mientras tu vagoneta se mueve de una manera que hace llorar de terror a los menores de diez años, te hace perseguir a toda leche a un grupo de gente rarísima que he interpreta­do que eran los de Fast and Furious y pasa, casi de largo, por la casa de Psicosis porque lo interesant­e es ver un avión destruido en La guerra de los mundos de Spielberg. Psicosis es ya un guiño para los alopécicos, canosos, protésicos, operados de cirugía estética, habituales de las colonoscop­ias y los habituales del omeprazol cada mañana. Estamos en la magia del 3D, persecucio­nes, Vin Diesel y efectos especiales. Marcho de los Universal Studios.

(Por cierto, la atracción de Harry Potter es una de las mejores que se pueden visitar hoy en día. Un recorrido visual por Hogwarts a rebufo de la escoba del mago. Una virguería).

Si Psicosis nos educó en el arte del acojonamie­nto psicológic­o Pesadilla en Elm Street nos llevó a la universida­d. La canción “Uno, dos, Freddy viene por ti , Tres, cuatro, cierra la puerta , cinco, seis, coge un crucifijo” con las niñas saltando a la comba era pura angustia. Acción/reacción. Canción /Krueger. La casa de Elm Street existe. Y es una maravilla. Y los propietave­r rios, unos cachondos porque no han cambiado nada. Idéntica a la de la película. Está en West Hollywood a escasos metros de Sunset Boulevard en Geneesee Avenue. Aparco el coche delante y recuerdo la escena de Johnny Depp haciendo lo mismo, con trágicas consecuenc­ias. Prefiero una ubicación diferente y lo pongo unos metros más abajo. Me acerco a la puerta que conserva su color rojo sangre. Los fans del terror saben que, por muy falso que sea todo, el miedo (como el músculo) tiene memoria. A medida que llego al timbre pienso que 1, 2, 3 Freddy viene a por mi. La casa es preciosa, rodeada de otras casas de dos plantas alrededor. Hay un coche al lado pero las ventanas están cerradas. Todas las de arriba y las de la planta baja. Pero dentro hay un perro que debe ser pequeñísim­o por la fuerza del ladrido, un perro impropio de la casa de Freddy Krueger.

Me sigo acercando a la puerta roja cuando pasa un tío con un sombrero parecido al de Freddy paseando un boxer precioso. Estoy frente al timbre del portal de Elm Street. ¿Qué hago? ¿Me sigo torturando? ¿Me largo? No. Decidido: llamo. Aprieto el botón. Oh Dios.

La casa de Elm Street existe; es una maravilla, y los propietari­os, unos cachondos porque no han cambiado nada

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JORDI BASTÉ / JORDI BASTE
 ??  ?? UNIVERSAL STUDIOS La puerta de la casa de Elm Street, cerca de Sunset Boulevard, conserva su color original, rojo sangre PESADILLA EN ELM STREET Director: Wes Craven Intérprete­s: Robert Englund, Johnny Depp,John Saxon País: EE.UU. (1984)
UNIVERSAL STUDIOS La puerta de la casa de Elm Street, cerca de Sunset Boulevard, conserva su color original, rojo sangre PESADILLA EN ELM STREET Director: Wes Craven Intérprete­s: Robert Englund, Johnny Depp,John Saxon País: EE.UU. (1984)
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