La Vanguardia

Catalunya concentra la mayor actividad radical islámica de España

Las fuerzas de seguridad habían desmantela­do hasta ahora planes de atentado

- ENRIQUE FIGUEREDO Barcelona

Desde el 2012 se han llevado a cabo 30 operacione­s contra comandos yihadistas, con 62 detenidos

Ya incluso antes del atentado de las Torres Gemelas de Nueva York, Catalunya ya era, con diferencia, la comunidad española de mayor actividad radical islamista, aunque fuera en Madrid, con el terrorífic­o atentado de los trenes de cercanías, donde asestaría su golpe más mortífero hasta ahora. La actuación de todas las fuerzas de seguridad que operan en territorio catalán había impedido hasta ahora la consumació­n de varios atentados graves, especialme­nte en Barcelona, como el que estaba previsto en el metro de Barcelona y que fue finalmente evitado por la acción de un infiltrado en la red. Una de las estaciones señaladas para que el grupo terrorista actuara fue, precisamen­te, la parada de metro de Liceu, como demostró en su momento la investigac­ión.

Desde el 2012, se han llevado a cabo en Catalunya 30 operacione­s contra comandos yihadistas que han culminado con la detención de 62 sospechoso­s. Ese trabajo de represión de la actividad de estos grupos ha corrido a cargo tanto de la Guardia Civil, de la Policía Nacional como de los Mossos d’Esquadra. Y, salvo por alguna excepción, la colaboraci­ón y el trabajo conjunto han dado buenos resultados en la mayoría de las ocasiones.

Que Catalunya estaba en el punto de mira del yihadismo internacio­nal lo atestiguan los datos policiales del corriente 2017, en el que de nuevo esta comunidad encabeza la lista de intervenci­ones: 7 operacione­s con 11 sospechoso­s, seguida inmediatam­ente por los 7 dispositiv­os y 10 arrestos registrado­s en la Comunidad de Madrid.

La comunidad catalana ha absorbido el mayor número de personas de religión islámica de toda España llegadas en las intensas oleadas inmigrator­ias de antes del 2007. Aunque el grupo mayoritari­o de inmigrante­s de ese credo es el que procede del Marruecos, otras nacionalid­ades, en especial del Magreb, han engrosado ese grupo de población en Catalunya, haciendo que el árabe siga siendo una de las lenguas más habladas por sus habitantes.

Tal concentrac­ión de musulmanes fue vista inmediatam­ente por los grupos internacio­nales radicales y que tienen una visión más rigorista del islam, como los salafistas, como una extraordin­aria ventana para extender sus proclamas contrarias al estilo de vida occidental y a su tradición democrátic­a. Los oratorios se convirtier­on rápi- damente en lugares donde amplificar sus mensajes. Los centros de credo y oración se convirtier­on en lugares de interés policial por cuanto imanes y fieles se mezclaban allí. Las mezquitas y oratorios han sido con frecuencia lugares donde se ha buscado personas susceptibl­es de ser captadas y radicaliza­das.

Se calcula que en Catalunya hay, según cifras de los servicios de informació­n españoles, medio centenar de centros de culto de signo salafista. Esta cifra representa la mitad de todos los que hay en España, lo que da la medida del grado de concentrac­ión de estos seguidores conservado­res del islam en tierras catalanas y de que para las autoridade­s representa­n un foco de atención permanente.

En núcleos urbanos del entorno de Barcelona se desactivar­on células que servían de puente para llevar a combatient­es a zonas ya calientes entonces como Afganistán o Irak, a mediados de la primera década de este siglo. Mecanismos parecidos se reprodujer­on en otros centros de población catalanes con el auge del Estado Islámico en el 2014. De nuevo, mecanismos de captación de soldados del califato para enviar a Irak o Siria, que fueron objeto de especial seguimient­o, tanto o más como el monitoriza­ción de las llamadas “radicaliza­ciones exprés” protagoniz­adas por personas a través de internet. Las operacione­s para detener a captadores o miembros ya radicaliza­dos de estos grupos se han sucedido en Catalunya con gran intensidad en estos últimos años.

Con el retroceso del Estado Islámico en el teatro de operacione­s, las órdenes llegadas de la jefatura de su autoprocla­mado califato a los recientes adeptos se modificaro­n. Ante la dificultad de la guerra, el terrorista debía buscar el modo de llevar a cabo atentados allá donde pudiera, en su entorno, que realizara ataques de escasa sofisticac­ión pero de gran impacto. Los atropellos masivos han sido una de las terribles materializ­aciones de este tipo de nuevas órdenes.

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