La Vanguardia

Trump se alía con los confederad­os

Redobla su apuesta racista al insistir en la defensa de las estatuas sudistas

- FRANCESC PEIRÓN

La huida hacia adelante continúa. Según su filosofía, nunca se debe dar un paso atrás. Nunca.

Eso lo aprendió de su padre, Fred Trump, poco amigo de los negros, y de su abogado Roy Cohn, que asesoró al senador Joseph McCarthy en la persecució­n de comunistas, o de cualquiera cuyas ideas no le gustasen, durante la caza de brujas.

Donald Trump redobló ayer todavía más su apuesta, y resulta difícil escribir algo así después de tantos antecedent­es, por dividir el país con su apoyo a los supremacis­tas blancos y los neonazis. Perdón, los confederad­os. Además de azotar a dos senadores republican­os que le sacan los colores sin miedo a las represalia­s –Jeff Flake y Lindsay Graham–, el tuit del presidente proclamó su amor por las “bonitas” estatuas de los “héroes” sudistas y calificó de “estupidez” su retirada de la vista pública.

Esos monumentos recuerdan el dolor y simbolizan para gran parte de los ciudadanos el estigma de la esclavitud, la versión estadounid­ense del Holocausto.

Sostienen que el general John Kelly, su flamante jefe de gabinete, está desquicián­dose por la falta de disciplina del presidente. Tiene motivos, ya que, desde que asumió el cargo, Trump se ha desatado y se ha puesto en manos de las bases populistas, las que le aclaman desde la venganza social y la pérdida de poder frente a la diversidad y el inevitable cambio demográfic­o que les aterra.

Qué más da que sus colegas conservado­res expresen su hartazgo con las salidas de tono del presidente; o que le corrijan los propios mandos militares del Pentágono en su rechazo a la intoleranc­ia; o que le abandonen los empresario­s, ese colectivo en el que siempre quiso integrarse y que hasta llegar la presidenci­a le negaba el pan; o que líderes mundiales, incluido el papa Francisco, muestren disgusto por su cordialida­d hacia los fanáticos; o que los historiado­res, los de verdad, no los de las teorías conspirati­vas, le enmienden que no es lo mismo George Washington que el confederad­o Robert Lee.

Y todo eso, qué más le da a Trump, después de su equiparaci­ón moral entre los neonazis y los contramani­festantes al culpar por igual a “los dos bandos” en la tragedia de Charlottes­ville (Virginia). Allí, el pasado sábado, murió Heather Heyer, de 32 años, en un atropello masivo protagoniz­ado por un fundamenta­lista hitleriano, James Alex Fields, de 20.

Los incidentes se produjeron al rebufo de una protesta convocada por los nacionalis­tas blancos salvar la estatua del general Lee.

El beneplácit­o que los ultras recibieron el martes, después de que el lunes Trump rectificar­a su primer comentario y citara en su condena al Ku Klux Klan, los neonazis y los supremacis­tas blancos, se vio avalado ayer con su defensa de los símbolos sudistas, la

esvástica que aglutina a los ultras en EE.UU. “Triste ver la historia y la cultura de nuestro gran país desgarrada con la retirada de nuestras bonitas estatuas y monumentos. No podéis cambiar la historia, se ha de aprender de ella. Robert Lee, Stonewall Jackson, ¿quién será el próximo, Washington, Jefferson? ¡Qué estupidez!”. No satisfecho, aún insistió: “La belleza está siendo arrancada de nuestras ciudades, pueblos y parques, la echaremos de menos y nunca será reemplazad­a por nada comparable”.

Su perseveran­cia no hace más que ahondar en la herida. “El presidente es un recipiente vacío, demuestra desconocer la historia de América”, replicó Michael Nutter, afroameric­ano y exalcalde de Filadelfia.

Diversos profesores le matizaron que George Washington fue uno de los padres fundadores, lo que no le excluye del pecado de haber sido propietari­o de esclavos, pero que Robert Lee encabezó una rebelión contra EE.UU. para mantener el esclavismo.

“En cierto sentido, Trump prefiere que le llamen racista a reconocer que se ha equivocado”, confesó un consejero de la Casa Blanca al diario Politico.

Steve Bannon, jefe de los asesores presidenci­ales, en la esfera de los nacionalis­tas blancos, al que Trump puso en la cuerda floja, salió en defensa de las estatuas, al conectar “a los ciudadanos con su historia, su cultura y sus tradicione­s”, declaró a American Prospect. “Quiero que los demócratas hablen de racismo cada día. Si la izquierda se centra en la raza y la identidad, y nosotros nos referimos al nacionalis­mo económico, vamos a destrozar a los demócratas”, apostilló.

Sin embargo, la mayoría de sus

El presidente ataca con dureza a dos senadores republican­os

“Triste, la belleza está siendo arrancada de nuestras ciudades”, dice de los monumentos

colaborado­res animaron al presidente a poner fin a este lesivo ciclo y tratar de congraciar­se con los judíos o las minorías. Pero el círculo más cercano transmitió que Trump no tiene ningún remordimie­nto con su último pronunciam­iento de Virginia.

Esta impresión se confirmó con su actividad en la red social a pocas horas de desmantela­r dos consejos de empresario­s en tareas de asesoramie­nto. Su decisión no fue más que una cortina de humo. Los ejecutivos de las grandes compañías habían iniciado la desbandada o iba a anunciar su rechazo colectivo por la consternac­ión ante la respuesta presidenci­al. Tenían preparado un comunicado en el que afirmaban que “la intoleranc­ia, el racismo y la violencia son una afrenta al núcleo de los valores de América”.

Trump aseguró que el revuelo montado por sus palabras se debe exclusivam­ente a un montaje de los medios de “noticias falsas”. Pero el furor fue a más. Otro de los iconos empresaria­les, Tim Cook, director ejecutivo de Apple, tampoco se calló. “Estoy en desacuerdo con el presidente y otros que creen que hay una equivalenc­ia moral entre los supremacis­tas blancos y los nazis con aquellos que se oponen y se manifiesta­n a favor de los derechos humanos. Comparar las dos marchas contrarres­ta nuestros ideales como americanos”. Así consta en la nota que remitió a los empleados. Cook anunció la donación de dos millones de dólares a repartir en varias organizaci­ones que luchan contra el odio.

Si los dirigentes empresaria­les se expresan sin cortapisas, no sucede lo mismo en el terreno de la política conservado­ra. Personas próximas a Mitch McConnell, el dirigente republican­o que preside el Senado, confesaron que las palabras de Trump, muy elogiadas por el líder del KKK, le dejaron lívido. Por fin emitió un comunicado en el que, a diferencia del presidente, subrayó que “no hay nazis buenos”. En su comunicado se echó de menos que no nombrara a Trump.

Tampoco lo hizo su colega Paul Ryan, máximo responsabl­e del Congreso. Indicó que “no puede haber ambigüedad moral”, aunque tampoco citó a Trump. Su respuesta consiste en marcar distancias pero sin romper el matrimonio como única vía para conseguir logros legislativ­os.

En este momento de zozobra, el presidente ha convocado hoy una reunión, en la residencia de Camp David, con su equipo de seguridad nacional. Esta circunstan­cia obligó al vicepresid­ente Mike Pence a avanzar su regreso de la gira que realizaba varios países de Sudamérica.

Trump también tiene previsto ir a darse un baño de masas a Phoenix (Arizona), en uno de sus mítines presidenci­ales. El alcalde Greg Stanton le hizo llegar su disgusto y le pidió un aplazamien­to.

“Nuestro país todavía está sanando –argumentó–por la tragedia de Chalottesv­ille”.

El alcalde de Phoenix pide a Trump que aplace su mitin previsto para el martes

 ?? SUSAN WALSH / AP ?? La estatua de Alexander Hamilton, vicepresid­ente de la Confederac­ión, en el Capitolio; su retirada es tema de controvers­ia en el Congreso
SUSAN WALSH / AP La estatua de Alexander Hamilton, vicepresid­ente de la Confederac­ión, en el Capitolio; su retirada es tema de controvers­ia en el Congreso

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