Trump se alía con los confederados
Redobla su apuesta racista al insistir en la defensa de las estatuas sudistas
La huida hacia adelante continúa. Según su filosofía, nunca se debe dar un paso atrás. Nunca.
Eso lo aprendió de su padre, Fred Trump, poco amigo de los negros, y de su abogado Roy Cohn, que asesoró al senador Joseph McCarthy en la persecución de comunistas, o de cualquiera cuyas ideas no le gustasen, durante la caza de brujas.
Donald Trump redobló ayer todavía más su apuesta, y resulta difícil escribir algo así después de tantos antecedentes, por dividir el país con su apoyo a los supremacistas blancos y los neonazis. Perdón, los confederados. Además de azotar a dos senadores republicanos que le sacan los colores sin miedo a las represalias –Jeff Flake y Lindsay Graham–, el tuit del presidente proclamó su amor por las “bonitas” estatuas de los “héroes” sudistas y calificó de “estupidez” su retirada de la vista pública.
Esos monumentos recuerdan el dolor y simbolizan para gran parte de los ciudadanos el estigma de la esclavitud, la versión estadounidense del Holocausto.
Sostienen que el general John Kelly, su flamante jefe de gabinete, está desquiciándose por la falta de disciplina del presidente. Tiene motivos, ya que, desde que asumió el cargo, Trump se ha desatado y se ha puesto en manos de las bases populistas, las que le aclaman desde la venganza social y la pérdida de poder frente a la diversidad y el inevitable cambio demográfico que les aterra.
Qué más da que sus colegas conservadores expresen su hartazgo con las salidas de tono del presidente; o que le corrijan los propios mandos militares del Pentágono en su rechazo a la intolerancia; o que le abandonen los empresarios, ese colectivo en el que siempre quiso integrarse y que hasta llegar la presidencia le negaba el pan; o que líderes mundiales, incluido el papa Francisco, muestren disgusto por su cordialidad hacia los fanáticos; o que los historiadores, los de verdad, no los de las teorías conspirativas, le enmienden que no es lo mismo George Washington que el confederado Robert Lee.
Y todo eso, qué más le da a Trump, después de su equiparación moral entre los neonazis y los contramanifestantes al culpar por igual a “los dos bandos” en la tragedia de Charlottesville (Virginia). Allí, el pasado sábado, murió Heather Heyer, de 32 años, en un atropello masivo protagonizado por un fundamentalista hitleriano, James Alex Fields, de 20.
Los incidentes se produjeron al rebufo de una protesta convocada por los nacionalistas blancos salvar la estatua del general Lee.
El beneplácito que los ultras recibieron el martes, después de que el lunes Trump rectificara su primer comentario y citara en su condena al Ku Klux Klan, los neonazis y los supremacistas blancos, se vio avalado ayer con su defensa de los símbolos sudistas, la
esvástica que aglutina a los ultras en EE.UU. “Triste ver la historia y la cultura de nuestro gran país desgarrada con la retirada de nuestras bonitas estatuas y monumentos. No podéis cambiar la historia, se ha de aprender de ella. Robert Lee, Stonewall Jackson, ¿quién será el próximo, Washington, Jefferson? ¡Qué estupidez!”. No satisfecho, aún insistió: “La belleza está siendo arrancada de nuestras ciudades, pueblos y parques, la echaremos de menos y nunca será reemplazada por nada comparable”.
Su perseverancia no hace más que ahondar en la herida. “El presidente es un recipiente vacío, demuestra desconocer la historia de América”, replicó Michael Nutter, afroamericano y exalcalde de Filadelfia.
Diversos profesores le matizaron que George Washington fue uno de los padres fundadores, lo que no le excluye del pecado de haber sido propietario de esclavos, pero que Robert Lee encabezó una rebelión contra EE.UU. para mantener el esclavismo.
“En cierto sentido, Trump prefiere que le llamen racista a reconocer que se ha equivocado”, confesó un consejero de la Casa Blanca al diario Politico.
Steve Bannon, jefe de los asesores presidenciales, en la esfera de los nacionalistas blancos, al que Trump puso en la cuerda floja, salió en defensa de las estatuas, al conectar “a los ciudadanos con su historia, su cultura y sus tradiciones”, declaró a American Prospect. “Quiero que los demócratas hablen de racismo cada día. Si la izquierda se centra en la raza y la identidad, y nosotros nos referimos al nacionalismo económico, vamos a destrozar a los demócratas”, apostilló.
Sin embargo, la mayoría de sus
El presidente ataca con dureza a dos senadores republicanos
“Triste, la belleza está siendo arrancada de nuestras ciudades”, dice de los monumentos
colaboradores animaron al presidente a poner fin a este lesivo ciclo y tratar de congraciarse con los judíos o las minorías. Pero el círculo más cercano transmitió que Trump no tiene ningún remordimiento con su último pronunciamiento de Virginia.
Esta impresión se confirmó con su actividad en la red social a pocas horas de desmantelar dos consejos de empresarios en tareas de asesoramiento. Su decisión no fue más que una cortina de humo. Los ejecutivos de las grandes compañías habían iniciado la desbandada o iba a anunciar su rechazo colectivo por la consternación ante la respuesta presidencial. Tenían preparado un comunicado en el que afirmaban que “la intolerancia, el racismo y la violencia son una afrenta al núcleo de los valores de América”.
Trump aseguró que el revuelo montado por sus palabras se debe exclusivamente a un montaje de los medios de “noticias falsas”. Pero el furor fue a más. Otro de los iconos empresariales, Tim Cook, director ejecutivo de Apple, tampoco se calló. “Estoy en desacuerdo con el presidente y otros que creen que hay una equivalencia moral entre los supremacistas blancos y los nazis con aquellos que se oponen y se manifiestan a favor de los derechos humanos. Comparar las dos marchas contrarresta nuestros ideales como americanos”. Así consta en la nota que remitió a los empleados. Cook anunció la donación de dos millones de dólares a repartir en varias organizaciones que luchan contra el odio.
Si los dirigentes empresariales se expresan sin cortapisas, no sucede lo mismo en el terreno de la política conservadora. Personas próximas a Mitch McConnell, el dirigente republicano que preside el Senado, confesaron que las palabras de Trump, muy elogiadas por el líder del KKK, le dejaron lívido. Por fin emitió un comunicado en el que, a diferencia del presidente, subrayó que “no hay nazis buenos”. En su comunicado se echó de menos que no nombrara a Trump.
Tampoco lo hizo su colega Paul Ryan, máximo responsable del Congreso. Indicó que “no puede haber ambigüedad moral”, aunque tampoco citó a Trump. Su respuesta consiste en marcar distancias pero sin romper el matrimonio como única vía para conseguir logros legislativos.
En este momento de zozobra, el presidente ha convocado hoy una reunión, en la residencia de Camp David, con su equipo de seguridad nacional. Esta circunstancia obligó al vicepresidente Mike Pence a avanzar su regreso de la gira que realizaba varios países de Sudamérica.
Trump también tiene previsto ir a darse un baño de masas a Phoenix (Arizona), en uno de sus mítines presidenciales. El alcalde Greg Stanton le hizo llegar su disgusto y le pidió un aplazamiento.
“Nuestro país todavía está sanando –argumentó–por la tragedia de Chalottesville”.
El alcalde de Phoenix pide a Trump que aplace su mitin previsto para el martes