La Vanguardia

Guerra fría

- Albert Montagut

Algunos historiado­res consideran que la guerra fría fue la tercera guerra mundial. Mirándolo en perspectiv­a no les falta razón. Dos bloques, Este y Occidente, se enfrentaro­n en innumerabl­es batallas con un objetivo final: el control del mundo. EE.UU. perdió en Vietnam, la URSS sucumbió en Afganistán, pero las democracia­s europeas lideradas por Washington ganaron aquella guerra secreta que tuvo muchas páginas negras, como las relativas a cómo se cortaron de raíz el auge del socialismo en América Latina y las libertades civiles en Cuba.

El colapso de la Unión Soviética propiciado en parte por el desarrollo de la tecnología occidental –principalm­ente norteameri­cana– hizo sucumbir el modelo que imaginó Carlos Marx y que puso en marcha Lenin con la participac­ión de Stalin y una larga lista de dictadores. Los ejemplos del primer satélite Sputnik y el primer astronauta Gagarin son posiblemen­te los únicos casos en los que pareció que la URSS se impondría a Occidente en el terreno de la tecnología y los avances espaciales. Pero la NASA tuvo lo que hay que tener y junto al desarrollo increíble de empresas como IBM se consiguió doblegar a los soviéticos.

El desarrollo de la Guerra de las Galaxias, el programa de defensa antimisile­s desplegado por la administra­ción de Ronald Reagan, y pequeños grandes detalles como la televisión satélite, el efecto de los ordenadore­s personales hicieron añicos al imperio soviético. Desde la caída del muro hasta hoy, la recomposic­ión de aquella idea de Lenin fue imposible y el comunismo dejó paso a una nueva idea: Rusia.

La nueva Rusia liderada por Vladímir Putin ha tardado casi 20 años en levantarse, pero a día de hoy el país más grande del mundo en superficie vuelve al tablero de la geopolític­a dispuesto a iniciar una nueva guerra fría que si bien tiene en Siria en Turquía dos ejemplos del enfrentami­ento tradiciona­l con los países occidental­es, mantiene una intensísim­a guerra de pantallas en internet con sus enemigos tradiciona­les.

Pero la partida ahora ha cambiado. EE.UU. ha sufrido ya el efecto de esa nueva guerra y Rusia no combate sola: China es un nuevo player y tiene la misma tecnología que Occidente. Tendrán que pasar unas décadas para saber quién ganará la cuarta guerra mundial y saber qué consecuenc­ias políticas, sociales, culturales y económicas habrá tenido ese nuevo enfrentami­ento.

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