¡ITALIA, ESPAGUETI, SOPHIA LOREN!
En 1965, Biasetti fue trasladado a Roma, desde donde se desplazó a todas las crisis que estallaban en Oriente Medio. Salvó el pellejo en situaciones muy difíciles, en la guerra de los Seis Días, en la del Yom Kippur, durante la revolución iraní y en el conflicto civil en Líbano. En Beirut fue secuestrado por Hezbollah. Su apellido italiano permitía que no supieran a la primera que tenía pasaporte estadounidense, lo que podía significar, quizás, una condena a muerte. “Where are you from?” (de dónde eres), le preguntó el miliciano. “¡Italia, espagueti, Sophia Loren, Gina Lollobrigida!”, gritó Mario, con acento italiano y muy teatral. Quería evitar a toda costa que le pidieran el pasaporte. El secuestrador repitió la pregunta y obtuvo la misma histriónica respuesta. El show funcionó. El secuestro duró sólo un día. “A los italianos no nos toman en serio”, ironiza. Mario cree que valieron la pena los riesgos. Durante el almuerzo insiste en varias ocasiones en la misma idea: “Siempre he pensado que la gente tiene el derecho a saber”. Según él, el periodismo “es el mejor trabajo del mundo”. “Me he sentido un privilegiado –añade–. Eres un testigo de la historia. Como periodista, sobre todo si trabajas para una cadena importante o un gran periódico, no necesitas ni llamar al timbre. La puerta se abre de inmediato”. “La gente tiene derecho a saber –repite–. Siempre trabajé teniendo en cuenta este principio. En nuestra época, el periodismo era una misión, como una religión. Realmente nos lo creíamos”.
Te creo. Gracias, Mario.