La Vanguardia

La guerra de nunca acabar

Trump enviará más soldados a Afganistán pese a su promesa de retirada

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Donald Trump es el tercer presidente de Estados Unidos que se ha de enfrentar al conflicto bélico de Afganistán, la guerra de nunca acabar después de casi 16 años.

En campaña apostó por la retirada total. Una vez en la Casa Blanca, su nueva estrategia parece sonar a más de los mismo. Todo indica que ha escuchado a sus generales, quienes le han remarcado que las cosas van a peor, con un incremento creciente del territorio dominado por los talibanes. Así que Estados Unidos enviará unos 3.800 soldados más –tiene desplegado­s 8.400–, pero con unas cláusulas que faciliten una excusa con sus seguidores.

La estrategia para “el sur de Asia” implica la obligatori­a colaboraci­ón del Gobierno afgano, que ha de luchar contra la corrupción rampante. Otra línea consiste en presionar a Pakistán, porque se ve como el refugio de los combatient­es, donde se enclava la red de Haqqani, el grupo de insurgente­s islámicos que habría protagoniz­ado los graves atentados de Kabul. También hay una parte para la Alianza Atlántica –dispone de unos 4.500 soldados–, a los que Trump les pide una implicació­n mayor.

En un momento de profunda crisis de liderazgo, cuestionad­o moralmente por los incidentes de

LADRA COMO BANNON... El exjefe de estrategia quería la retirada de tropas y el envío de mercenario­s ...MUERDE COMO MATTIS El secretario de Defensa se muestra satisfecho con el refuerzo del frente

Charlottes­ville –y su gestión sólo celebrada por los neonazis–, con unas cifras de aprobación en torno al 34%, Trump compareció en

prime time, a las nueve de la noche (tres de la madrugada de hoy en Barcelona), para anunciar su plan y dar su sello distintivo frente “al desastre” de Obama.

El presidente se desplazó desde la Casa Blanca –ha dado por terminadas sus vacaciones– hasta Fort Myer (Virginia), a la sombra de la tragedia por la desaparici­ón de diez marinos en el choque del buque USS John S. McCain con un mercante en aguas del Pacífico. Este accidente ha generado otra ola de pasmo por su respuesta inicial. “Eso es muy malo”, dijo.

Este era el contexto de su segunda comparecen­cia estelar ante la nación. Los grandes medios insistiero­n en que Trump abriría la puerta a más militares en respuesta a la pésima herencia. Su antecesor, que dio por terminadas las operacione­s en el 2014, retiró 1.400 unidades en el 2016.

Una frase describe la doble personalid­ad del presidente, el outsider que hace lo que le dicen los insiders: “Ladra como Bannon y muerde como Mattis”.

Steve Bannon, despedido el viernes como estratega jefe, es el perdedor en la refriega con Javanka –su mote para Jared Kushner y su esposa, Ivanka Trump– y el lobby de los generales, que encabeza James Mattis, secretario

ESTRATEGIA EN EL SUR DE ASIA El plan exige a Kabul combatir la corrupción y a Pakistán que no sea refugio de terrorista­s

de Defensa. Sin olvidar el refuerzos de otros dos uniformado­s con estrellas, H.R. McMaster, consejero de seguridad nacional, y John Kelly, jefe de gabinete.

“El gran manipulado­r” Bannon rogó a Trump cumplir la promesa del retorno. Su idea era dejar la guerra a los contratist­as, eufemismo para denominar a los mercenario­s de siempre. Los asesores convencion­ales le indicaron a Trump que eso aún era más caro.

Ya sin Bannon, el presidente reunió el viernes en Camp David a su equipo. En ese encuentro se pusieron sobre la mesa todas las opciones, desde la retirada a la adición de unidades. “Me siento confortabl­e porque el proceso estratégic­o fue riguroso”, declaró Mattis. Este comentario se tomó como aval de que habrá un incremento de tropas, con un carácter de asesoramie­nto y formación, aunque con condicione­s.

Los generales no quieren que se fije un periodo de acción. Creen que Obama se equivocó al marcar un calendario de salida, por ser una invitación para que los enemigos se rearmaran.

En julio se escuchó gritar a Trump “estamos perdiendo” al ver en el mapa que la mancha roja de los talibanes había crecido desde el 2014. Esa es la razón por la que da el brazo a torcer. No quiere ser el presidente de la derrota, pese a su promesa. “Debemos retirarnos rápido. ¿Por qué seguir tirando el dinero? Reconstruy­amos Estados Unidos”, reiteró en su carrera electoral.

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CARLOS BARRIA / REUTERS Un soldado norteameri­cano descansa durante una misión nocturna en Afganistán, en una imagen tomada hace unos años
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FUENTES: Reuters y Google Earth LA VANGUARDIA

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