La Vanguardia

“La bondad puede más que el odio”, dicen los lectores de ‘La Vanguardia’

- BARCELONA Redacción

Dice el escritor Jorge Carrión: “Lo más impresiona­nte que está ocurriendo en la Rambla no son las velas ni las flores: la están cubriendo de palabras”. El autor de Librerías y Barcelona, el libro de los pasajes, entre otras obras, se refería así a los miles de ciudadanos que han sentido la necesidad de escribir unas líneas, a veces un simple nombre o un topónimo, en el suelo de la Rambla. O en los árboles. O sobre los soportes de las cabinas telefónica­s. En cualquier sitio, pero escribir. Dejar constancia del dolor, de la solidarida­d con las víctimas.

No sólo ha ocurrido en la Rambla. El mayor capital de un periódico son sus lectores. La Vanguardia ha recibido centenares de misivas. En unas ocasiones, un simple párrafo. En otras, varios folios. Todas insisten en que la vida volverá a la Rambla, como explica Xavier, que ha enviado un poema: “Tornaré a mirar els periquitos, / i beuré de la font de Canaletes, / i compraré flors, moltes flors, / per cobrir les Rambles / de catifes de molts colors”. Mercè, con un estilo que recuerda el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de Lorca (“A las cinco de la tarde. / Eran las cinco en punto de la tarde...”) envía otros versos conmovedor­es que repiten ese comienzo (“A las cinco de la tarde”) para concluir “La Rambla seguirá siendo nuestra y de todos / a las cinco de la tarde y a cualquier hora”). Javier, que reconoce estar “en riesgo de exclusión social”, ha tenido presencia de ánimo para escribir “una rumbita pa pintar Barcelona de colores”.

Rut, su novio y su cuñada fueron unos de los centenares de conductore­s que quedaron atrapados en la operación jaula: tardaron 12 horas en llegar a casa desde uno de los puentes de la ronda de Dalt. No se cansarán de dar las gracias a quienes distribuye­ron agua y comida entre los automovili­stas varados. Buenas personas, como taxistas, voluntario­s de la Cruz Roja... y en especial “esa señora que bajó de su casa con batidos de chocolate, melocotone­s, quesitos”. Otros de nuestros lectores, como Nil, han dudado mucho a la hora de contar o no su experienci­a, pero al final han decidido que sí, “aunque sólo sea para sacar todo lo que lleEl

“La Rambla seguirá siendo nuestra y de todos / a las cinco de la tarde y a cualquier hora”, dice una lectora

vo dentro”. Dolor y gratitud. Eso es lo que llevan dentro la mayoría de nuestros lectores. Lourdes, que se declara admiradora del añorado Carles Capdevila, honra en su carta a las personas “que dediquen la seva vida a complir el seu deure, a treballar incansable­ment pels altres”. La familia de Jaume fue una de las muchas que hallaron refugio en la tienda Desigual de El Triangle, donde estuvieron más de tres horas y “van rebre un tracte excel·lent per part de tots els treballado­rs”. Gracias a Desigual, dice el escrito, “per saber selecciona­r treballado­rs amb tanta qualitat humana”. Ximena escribe un poema cuyo último verso resume el sentir de muchos otros correspons­ales: “De dolor soy doliente, Barcelona”.

Esta es sólo una selección apresurada de textos. Cualquiera de las cartas comentadas, de los poemas elegidos, se podría haber publicado íntegramen­te. Cada mañana Correos trae nuevas cartas a la redacción. Cada hora se reciben nuevas cartas en la web del diario y en la dirección cartas@lavanguard­ia.es. Las ideas centrales son la repulsa ante la barbarie y la confianza en que la ciudad se recuperará porque la bondad puede más que el odio, como se podría resumir una de las últimas cartas recibidas. Sus autores son los hermanos Pau y Oriol, de 9 y 12 años.

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