El atentado reconcilia a Gràcia con el turismo
La alcaldesa Colau aprovecha la entrega de premios para pedir que la marcha del sábado contra los atentados sea masiva
Gràcia inició el día 14 su fiesta mayor, la del bicentenario, la que debía pasar a la historia con letras de oro, con un pregón muy crítico con el turismo “masivo y descontrolado”. La semana de festejos concluyó ayer con una reconciliación explícita. “No son forasteros, son de los nuestros”, dijo Carla Carbonell, la presidenta de la Fundació Festa Major en un discurso emotivo y muy aplaudido, sobre todo cuando dijo que “el conocimiento vence a la ignorancia; y la bondad, al odio”.
A continuación, 15 niños del barrio –muchos de ellos de las colles castelleres– subieron al escenario y soltaron 15 globos blancos, uno por cada víctima de la barbarie. “Esto no es un choque de culturas. La cultura árabe es otra cosa”, dijo una visitante de la maravillosa decoración de la travesía de Sant Antoni, que obtuvo un merecidísimo primer premio. El triunfo parecía cantado. “La fiesta arrasa gracias a calles como Sant Antoni, transformada en un pueblo de montaña”, titulaba este diario el 17 de agosto. Esta calle, agregaba, “no se ha decorado, se ha transmutado”.
Pero ese fue el fatídico día, el 17 de agosto, en que la tragedia enlutó el mundo, con los atentados de la Rambla y de Cambrils. Gràcia suspendió los actos festivos nocturnos y aplazó la entrega de premios al último día de los festejos por primera vez en sus 200 años de historia. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, elogió ayer el coraje de los vecinos y su lucidez a la hora de hallar “el punto justo” para tratar de mantener la normalidad y mostrar respeto y dolor por la barbarie. Reacciones así, dijo la alcaldesa, justifican el lema espontáneo de la ciudad, el tan coreado “No tinc por” que abrirá la “masiva manifestación” del próximo sábado.
Los vecinos de Sant Antoni lograron transformar este rincón de Gràcia en un pueblo de alta montaña, con un telesilla, calles nevadas y carámbanos de hielo. E, incluso, una espectacular ermita románica con unas pinturas de santos muy peculiares: algunas de las vecinas y vecinos que más colaboraron en la decoración. La medalla de plata fue Joan Blanques de Baix de Tot, convertida para la ocasión en un bosque romántico. La de bronce fue para la calle Jesús, que debutaba en la competición y lo hizo con premio.
Algunos premios menores no tuvieron un único ganador, sino 22, es decir todas las calles que concursaban. Como dijo el jurado, “todos hemos ganado”. Nadie lo representaba mejor que los integrantes de la banda Patilla, que apoyaban indisimuladamente a la calle Progrès y a su conmemoración del centenario de la revolución de octubre de 1917 (que quedó en el sexto puesto), pero que jalearon y apoyaron a todos los premiados. Su pancarta decía: “Música contra la por”.
La necesidad de respetar las decoraciones se repite año a año. Pero, a pesar de ello, los vándalos volvieron a actuar. La calle Maspons descubrió ayer que su princesa había sido decapitada y que había ardido la cola del dragón de su peculiar versión de la leyenda de Sant Jordi. Decoración y fuego son términos antitéticos: la seguridad de los vecinos pudo correr peligro, dijo el jurado.
Sant Antoni logra el primer premio con la decoración de un pueblo de montaña y su ermita románica