La sonrisa de Achúcarro
Día de clausura y homenajes. Uno a Alicia de Larrocha con la presentación de la biografía de Mónica Pagès, con la autora, Alicia Torra y Joaquín Achúcarro, que desgranó estupendas anécdotas sobre Alicia, amiga de su familia desde siempre, como cuando les visitó en Bilbao en años todavía de posguerra y, en lugar de regalarles flores por la acogida, les dejó... un inolvidable jamón.
No habíamos hablado aún la aparición de este libro, producto de un arduo trabajo en el archivo familiar de la gran pianista muy bien organizado, y con grabaciones inéditas.
Siguió el homenaje a Joaquín Achúcarro, que desarrolló una labor muy importante con las Juventudes Musicales de Torroella y su Festival durante más de 25 años, y no sólo con conciertos casi cada año sino con un curso que atrajo a jóvenes pianistas que hoy son una realidad.
Su magisterio sintetiza toda una generación que –aunque no coincidan en edades– representa a la tan importante de músicos que ya van dejando lugar a sus discípulos. No lo fue tanto en el caso de Alicia de Larrocha, ya que dedicó poco espacio a la enseñanza sistemática, pero sí más notorio en pianistas como Atenelle o el propio Achúcarro, de dimensión internacional que formaron a muchos. Y ahora Torroella le ha dedicado un particular homenaje que consistió en poner nada menos que cuatro grandes pianos en el escenario, una pequeña orquesta de cuerdas y las partituras de cuatro conciertos de Johan Sebastian Bach en los atriles.
Al teclado cuatro discípulos escogidos del maestro Achúcarro. Para él, comentaba, la labor del maestro es abrir una rendija en una ventana que da a un bello paisaje, para ponerlo en contacto con el discípulo.
Irónico, de pocas palabras, vasco, este gran pianista es un activo muy importante en la historia musical española a quien el pueblo de Torroella en pie en su Auditori aplaudió junto a sus cuatro discípulos. Estos eran Marta Espinós, una destacada pianista que también estudió con Atenelle, y que esperamos escuchar pronto por aquí, ya que hizo un Bach pleno de musicalidad; Daniel del Pino, que lleva a cabo una labor destacada; Lucille Chung, y Alessio Bax, que abrió el concierto con el BWV 1056 de Bach. Y luego siguieron el Concierto para dos pianos (siempre originalmente para clavecín) en do menor (Chung y Bax); el de tres pianos en do mayor (Espinós, Pino y Chung) y a ellos se sumó Bax para el de cuatro pianos en la menor. Una fiesta que acabó con un Galop para ocho manos en un piano de Albert Lavignac, obra deliciosa en la que los pianistas lucieron técnica y humor en homenaje al maestro, que les miraba entusiasmado y con una sonrisa plena.