Barça, en tiempo añadido
HACE ya tiempo que el culé veterano teme el final del ciclo prodigioso. Ese seguidor fogueado en viejas frustraciones podía reconocer los síntomas de agotamiento de la pasada temporada, pero después de unos años de épica a nadie le gusta aparecer como un cenizo. La marcha de Neymar, sin embargo, rescató el atávico pesimismo azulgrana. Al ver la foto que el brasileño protagonizó el martes con las piezas clave de la plantilla, empezando por Messi, el forofo melancólico ha puesto cara de no saber a qué atenerse, si alegrarse de la despreocupación de estos chicos o preguntarles de qué se ríen…
Hay males endémicos de este club con los que el culé ha aprendido a convivir y de los que incluso es también responsable: la incapacidad para rentabilizar los descartes o deshacerse de algunos jugadores a tiempo son casi una seña de identidad. Pero este verano cunde la sensación de que se ha improvisado más de lo aconsejable y que algunos fichajes pueden quedar en el limbo. El Barça es como un comercial con un maletín rebosante de billetes paseándose por un mercado persa. No se sabe por qué, pero uno tiene la impresión de que acabará desplumado…
El culé veterano de natural espantadizo quiere pensar que no todo está perdido, que queda una semana para reforzar el equipo y una temporada por delante. Se dice a sí mismo que Pep Guardiola se estrenó con una derrota ante el Numancia y un empate frente al Racing que dieron rienda suelta al abatimiento y el desconsuelo. Al final la temporada acabó con el triplete. Nunca se sabe. Pero si no es posible reforzar el equipo con buenas soluciones y sin tirar la casa por la ventana, quizá convendría una reflexión honesta, evitar la tentación de dilapidar el maletín a toda prisa en un bazar, invertir en fondos y esfuerzo en la Masia y pensar más a largo plazo. Aunque la paciencia sea una virtud inexistente en el fútbol y que el culé recupere su querencia por el relato apocalíptico.