El paseo del Mediterráneo
Palma aspira a recuperar la imagen de antaño para reconciliar la ciudad con el mar
En pleno debate sobre la masificación turística, las imágenes y postales de antaño ayudan a comprender las razones que han desembocado en la situación actual. En Palma, donde el debate sobre la turistificación ha arraigado con más fuerza que en otras ciudades, el recuerdo plasmado en fotografías confiere una mayor relevancia a una controversia que ha pasado del inicial comentario a pie de calle a la esfera política y, por descontado, a la periodística. De hecho, la repercusión mediática ha trasladado la polémica a todos los ámbitos y ya nadie escapa a ella.
Basta echar la vista atrás y ojear las postales que se comercializaban hace unas décadas para apreciar la transformación experimentada por la capital balear. Uno de los ejemplos más significativos por su espectacular metamorfosis es la fachada marítima palmesana. De hecho, los arquitectos locales no dudan en asegurar que se trata de una de las zonas de Palma que más se ha modificado desde mediados del siglo pasado. Todas las edificaciones y estructuras de la zona han dado como resultado un espacio heterogéneo, donde confluyen edificios de estilos y autores muy variados. Es una zona ocupada mayoritariamente por hoteles, bares, restaurantes y un teatro y sala de conciertos como el Auditòrium. Todo en una larga avenida de 5.500 metros de longitud a través de diferentes barrios. Se extiende desde el aro de Portopí hasta la salida de la capital, conectando directamente con la vía de Cintura que circunvala Palma.
El actual paseo marítimo es ahora uno de los puntos donde confluyen un mayor número de turistas. Cada día, miles de personas deambulan por este espacio sin un rumbo fijo. Su proximidad al centro urbano y las espectaculares vistas de la bahía le confieren una particular idiosincrasia plagada de atractivos para los turistas. Es más, el paseo es la puerta de entrada para los visitantes que llegan a la ciudad vía marítima. Entre ellos los pasajeros de los cruceros que atracan en la ciudad. La imagen del puerto en la actualidad nada tiene que ver con la imagen que ofrecía otrora. Poco queda de él. Salvo el nombre que lucen las placas identificativas, dedicadas al ingeniero Gabriel Roca, jefe de obras del puerto de Palma entre los años 1940 y 1962 y el principal impulsor de su construcción y transformación.
Hasta hace unas décadas aquí sólo atracaban pequeñas embarcaciones. Barcas de pescadores y buques de mediana carga que proveían a la isla de productos llegados desde la Península. Ahora, los grandes yates, y los cruceros de lujo fondean en la bahía. Con todo, y por fortuna para turistas y residentes, el paseo Marítimo conserva algunos de los mayores valores patrimoniales de la ciudad. Aquí, continúan en pie algunas construcciones emblemáticas como el Consolat de Mar, actual sede de la presidencia del Govern de les Illes Balears, la Lonja, o la imponente catedral de Mallorca.
En un intento de recuperar lo que fue antaño, el Ayuntamiento creó un gran lago artificial en el conocido como Parc de la Mar. Una gran lámina de agua que pretende emular como el Mediterráneo alcanzaba las mismas murallas de la ciudad. Una recreación que pierde fuerza dado que el actual paseo se ha convertido en una de las principales arterias de ciudad con seis carriles habilitados para el paso de vehículos. Por ello, desde el Consistorio ya planean reducir la densidad del tráfico y habilitar únicamente dos carriles por sentido que además estarán separados de la zona peatonal junto al mar por vegetación. La idea es hacer un bulevar con zonas verdes para reconciliar la ciudad con el mar. Un plan que pretende recuperar el paseo que un día fue y volver a ser, como anunciaba la publicidad de los años sesenta, el verdadero balcón del Mediterráneo.