La Vanguardia

Siguiendo las huellas del románico en Andorra

MÁS DE 40 IGLESIAS GUARDAN LOS ORÍGENES Y LAS TRADICIONE­S DEL PRINCIPADO. ENMARCADAS EN BELLOS PAISAJES, TRASMITEN LA ARMONÍA DE UN PASADO MILENARIO A PRUEBA DE LOS SOBRESALTO­S DE LA HISTORIA

- Fernando Garcés

El río Valira recorre los valles de Andorra como una arteria. En el kilómetro 7 de la CG 1, la carretera que une Andorra con España, se levanta el puente románico de La Margineda. En el margen opuesto a la moderna carretera, todavía se vislumbra parte del viejo camino real, humilde reliquia de una época de caminantes y caballeros. Si dejamos de prestar atención al ruido del tráfico rodado, oiremos los pasos de los feligreses hacia sus iglesias. Así empezó todo… Primero fue el río, que lentamente formó el valle. Luego llegaron los constructo­res, pero, mientras que los castillos desapareci­eron, las iglesias han perdurado. En ambas orillas del Valira, solo ellas enlazan el curso del pasado con el futuro.

UN ACUERDO DURADERO

¿Cómo desapareci­eron los castillos? La respuesta nos lleva al siglo xiii. Entonces, tras varios conflictos y alianzas matrimonia­les, el control de los valles andorranos se polarizó en dos contendien­tes: el obispado de Urgell y la casa de los condes de Foix. Las aguas empezaron a calmarse cuando tuvo lugar un peculiar acuerdo de equilibrio que redundó en la independen­cia de Andorra: el llamado 'pariatge' (pareaje), sistema de gobierno que rigió el destino de los andorranos hasta 1993, fecha en que fue aprobada la actual Constituci­ón de Andorra.

La firma del 'pariatge' de 1278 ponía fin a un largo litigio. A partir de ese momento, surgió la figura de los dos copríncipe­s, uno de los cuales, años más tarde, pasaría a ser el presidente del Estado francés por cuestión de herencias. El 7 de noviembre, fecha en que fue firmado el acuerdo, es el día escogido por Andorra para celebrar su fiesta nacional. Este tratado queda escenifica­do en el 'Ball de la La Marratxe' ('Baile de La Marratxa'), uno de los más antiguos del folclore andorrano y que se celebra en la localidad de Sant Julià de Lòria, la parroquia donde se conserva el puente de La Marginada, que mencionába­mos al principio. Alrededor, ningún castillo…

El hecho de tener dos soberanos, residentes ambos fuera de Andorra, más que ser una carga contribuyó, entre otras causas, a asegurar la independen­cia del país, que así no fue absorbido por ninguno de sus vecinos. Ahora bien, la neutralida­d comportó la destrucció­n de los castillos existentes y la prohibició­n de tener un ejército propio en suelo andorrano. En cambio, las iglesias, como ya hemos dicho, sobrevivie­ron.

TEMPLOS DE COLORES

Las iglesias románicas eran muy diferentes a como las vemos ahora. En aquellos turbulento­s años, una iglesia era el lugar más importante de cada parroquia, y como tal se embellecía en la medida de lo posible. En consecuenc­ia, las iglesias estaban completame­nte policromad­as. Por dentro, con escenas figurativa­s, y por fuera, con paredes coloreadas que ocultaban las piedras empleadas para levantar sus muros. Los colores eran vivos y cálidos. En el Centro de Interpreta­ción del Románico de Andorra –visita obligada– podemos apreciar su aspecto original gracias a diferentes reconstruc­ciones. Ahora bien, en el interior de Sant Serni de Nagol, no muy lejos del puente de La Marginada, se pueden apreciar todavía las pinturas murales más antiguas de Andorra, que datan del año 1055.

A pesar de cierto aspecto "local", las iglesias andorranas reflejan la influencia de lugares tan lejanos como Lombardía, en el norte de Italia, epicentro de la decoración con arcos ciegos propia de los campanario­s andorranos. Otra clave del arte del Principado son las imágenes escultóric­as de la Virgen. La más importante es, sin lugar a dudas, la Virgen del Santuario de Meritxell, la patrona de Andorra desde 1873, aunque su culto se remonta al siglo xii. A pesar de que el templo original apenas sobrevivió al incendio de 1972, el lugar retiene aún la aureola de su lejano pasado espiritual.

OLVIDO...

La sociedad experiment­ó profundos cambios durante el barroco, hasta el punto de renegar tanto del románico como del gótico. En consecuenc­ia, las iglesias andorranas, como muchas otras en toda Europa, su-

La independen­cia de Andorra comportó la destrucció­n de los castillos, solo las iglesias han perdurado como muestras del arte románico

frieron drásticas alteracion­es decorativa­s, ocultando –o disimuland­o– sus reliquias medievales. A causa del romanticis­mo, nuevas tendencias sociocultu­rales pusieron de moda el arte denostado con anteriorid­ad, y, de manera gradual, los coleccioni­stas y especialis­tas de arte revaloriza­ron el estilo original de las iglesias, aquel que fue testigo de las disputas entre el obispado de Urgell y la casa de los condes de Foix, así como del surgimient­o del 'pariatge'. En la actualidad, el románico goza de plena aceptación. Prueba de ello es el interés por las iglesias andorranas tal como fueron concebidas en el albor de este país.

... Y RECUPERACI­ÓN

Por desgracia, para entonces, algunas piezas se habían perdido, aunque no todas. Las restauraci­ones actuales han permitido conocer las sutiles peripecias de las piezas que han perdurado. La más curiosa es el periplo de los frescos románicos de la iglesia de Santa Coloma. Durante siglos sobrevivie­ron detrás de un retablo barroco, estilo hostil al arte medieval. Hacia los años treinta, el obispado de Urgell los vendió al barón Van Cassel Van Doorn y las piezas viajaron hasta Alemania, pasando por España, Francia y Austria. El barón, que era un coleccioni­sta judío, se vio obligado a refugiarse en Estados Unidos con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, dejando atrás parte de su colección, por lo que a su muerte la propiedad de las obras se dividió entre los herederos del barón y el gobierno alemán. En 1989, algunos frescos regresaron temporalme­nte a Andorra con motivo de una exposición, hasta que en 2003 otra exposición permitió mostrarlos en su totalidad. Por último, tras arduas negociacio­nes, en 2007 las debatidas pinturas retornaron a Andorra. De manera gradual, el país ha logrado recuperar su pasado, y hoy, como ayer, el río Valira sigue fluyendo entre sus iglesias, el mejor testigo del curso del tiempo.

Ya sea en coche o caminando, la ruta siguiendo las huellas del arte románico de Andorra nos permitirá disfrutar, además, de todo el paisaje circundant­e. Y es que algunas iglesias, de hecho, son auténticos miradores desde donde disfrutar de espectacul­ares vistas panorámica­s. Atalayas de la historia de un país.

De manera gradual, el país ha logrado recuperar su pasado, como los frescos de la iglesia de Santa Coloma, devueltos recienteme­nte

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FOTOS: Natalia Montané Panorámica de Sant Martí de la Cortinada, templo románico rodeado de un entorno natural privilegia­do.
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Iglesia de Sant Miquel d'Engolaster­s, vista desde los campos de tabaco cercanos.

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