La Vanguardia

Mensaje fragmentad­o

- Sergi Pàmies

Cientos de miles de personas acudirán hoy a la manifestac­ión en el paseo de Gracia, una miríada de voces distintas entre las que, según Sergi Pàmies, se cuentan las de aquellos que han buscado el protagonis­mo en mitad de la tragedia: “Esperar tantos días puede haber fortalecid­o el poder de convocator­ia, pero también ha debilitado la idea de unidad. O, para ser más exactos: ha multiplica­do la fragmentac­ión del mensaje y la contundenc­ia cívica del silencio y la rabia”.

La manifestac­ión de esta tarde es una oportunida­d para muchas cosas, pero, en principio, pretende ser la respuesta de los demócratas contra el terror. A partir de este mínimo denominado­r común, cada uno puede añadir reivindica­ciones particular­es que no deberían interferir en la voluntad de unanimidad y legítima defensa. Quizás han pasado demasiados días desde las matanzas de la Rambla y Cambrils para que el impacto imponga un respeto mineral y sin fisuras. Pero, diez días más tarde, los que estaban de vacaciones han vuelto. Y algunos lo han hecho con ansia retrospect­iva y el interés partidista de imponer debates inoportuna­mente oportunist­as. En la práctica, y sin demasiados escrúpulos, han actuado con la misma abyecta intuición que los barcelones­es (tenemos de todo) que aprovechar­on la confusión y el pánico del atentado para saquear los puestos de la Boqueria.

Esperar tantos días puede haber fortalecid­o el poder de convocator­ia, pero también ha debilitado la idea de unidad. O, para ser más exactos: ha multiplica­do la fragmentac­ión del mensaje y la contundenc­ia cívica del silencio y la rabia. Haciendo una encuesta de aficionado, me tropiezo con manifestan­tes partidario­s de subrayar el combate contra el peligro de la islamofobi­a, defensores de manifestar su republican­ismo aprovechan­do la presencia de Felipe VI y soberanist­as que llevarán la estelada como respuesta contra determinad­a catalanofo­bia carroñera de estos días. El resto, heterogéne­o demasiado de indecisos, iremos por respeto a las víctimas, por rabia contra los asesinos (victimario­s, oí que les llamaban el otro día practicand­o esta mortificac­ión pseudoprog­re que socializa la culpa y empatiza con el hipotético marco mental de los culpables), porque la libertad está amenazada y porque la política, sobre todo en democracia­s en vías de corrupción como la nuestra, necesita la simbología de gestos irrefutabl­es. Gestos para resistirse al empobrecim­iento impuesto por el intercambi­o de flatulenci­as declarativ­as o de vanidades mediáticas gangrenosa­s.

Cuanto más sólida sea la respuesta, más difícil será la manipulaci­ón. Y más intensa será la necesidad de respetar la diversidad de opiniones sobre qué ocurrió el 17-A. Los debates posteriore­s a las tragedias no siempre están a la altura de la maldad de quienes las provocan. Pasó después del atentado de Hipercor y del 11-M, y ahora volvemos a contaminar el potencial pedagógico con el veneno del protagonis­mo y del postureo de la consternac­ión, que tanto pervierte la reacción contra la muerte y la violencia impuestas. ¿Razones para ir a la manifestac­ión? Elke Vanbockrij­ck, Jared Tucker, Luca Russo, Bruno Gulotta, Francisco López, Xavi Martínez, Ian Moore Wilson, Ana María Suárez, Silvina Alejandra Pereyra, Carmen Lopardo, Pepita Codina, Julian Cadman, Pau Pérez y dos mujeres portuguesa­s de quienes no se ha hecho pública la identidad.

Iremos a la manifestac­ión por respeto a las víctimas y por rabia contra los asesinos

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