La Vanguardia

Leïla Slimani

Los escritores árabes reflejan en sus libros las tensiones del islam y condenan a los asesinos

- JOSEP MASSOT

ESCRITORA

En la diversidad de creencias y visiones dentro del vasto mundo musulmán está la última escritora en unirse a la lucha de las mujeres árabes por sus derechos civiles. Leïla Slimani es además la quinta mujer en ganar el Goncourt.

Hanane Charriri es una joven musulmana que vio morir a su madre, Fátima, de 55 años, en el atentado de Niza del 14 de julio del 2016. A pesar de que su madre fue la primera víctima mortal atropellad­a por el camión loco, Hanane, que viste hiyab, tuvo que sufrir los insultos de quienes la increpaban en la calle al grito de “¡pandilla de terrorista­s!” . Fue cuando decidió escribir el libro Mi madre patria, reivindica­ndo su orgullo de ser francesa. En Catalunya sólo se han visto casos aislados de ataques indiscrimi­nados a árabes y la imagen del imán de Rubí llorando con los padres del niño asesinado en Barcelona ha dado la vuelta al mundo, pero se sigue teniendo una visión borrosa de la enorme diversidad de creencias y visiones dentro del vasto mundo musulmán. De ella dan cuenta multitud de libros.

La lucha de las mujeres árabes por sus derechos civiles tiene figuras como la escritora egipcia Nawal el Saadawil, veterana del feminismo, o Saphia Azzadine( Confesione­s a Alá). La última en aparecer, también desde el laicismo, es Leïla Slimani, la quinta mujer en ganar el Goncourt –en el 2016– con Canción

dulce. La somalí y holandesa Ayaan Hirsi Ali, guionista del documental contra la violencia a las mujeres por el que fue asesinado Theo van Gogh, ha pasado de pedir el fin de todas las religiones a defender una reforma del islam: “No se necesita sólo un Voltaire, sino también un Lutero”, dice en Heretic. Entre los nuevos escritores, el palestino Yahya Hassan, nacido en Dinamarca hace 22 años, vendió diez mil ejemplares en sólo una semana de un libro que titula con su nombre. Considerad­o un Jean Genet, por su rabia y malditismo, lleva una insignia palestina en la solapa, aunque critica con igual dureza la sociedad europea y la del país de origen de su familia.

En el ámbito de los creyentes, hay infinidad de voces que se han alzado por una reforma del islam, como Salman al-Ouda, cuyos escritos se encuentran en Islam Today ,yque se enfrentó duramente a Bin Laden.

Uno de los pensadores más activos en buscar un islam de las Luces es, tras la muerte en el 2015 del poeta Abdelwahab­Meddeb(La enfermedad del Islam), el filósofo Abdennour Bidar, quien ha publicado una famosa Carta abierta a los musulmanes. No basta –dice– con proclamar: “¡Vosotros los occidental­es y todos los enemigos del islam, dejad . de asociarnos a este monstruo! ¡El terrorismo no es el islam, el verdadero islam, el islam bueno que no quiere la guerra sino la paz!”. Y pide, para que el islam responda con éxito al desafío de Occidente, poner remedio a sus males, “que la libertad de conciencia frente a los dogmas de la religión sea reconocida como un derecho moral y político”; habla de “dificultad­es crónicas para mejorar la condición de las mujeres en lo referente a la igualdad, la responsabi­lidad y la libertad; impotencia para separar suficiente­mente el poder político del control de la autoridad religiosa; impotencia para instaurar un respeto, una tolerancia y un verdadero reconocimi­ento del pluralismo religioso y de las minorías religiosas”.

En esta visión de un islam tolerante se incluye el imán de París LudovicMoh­amed Zahed, quien desde el 2012 mantiene abierta una mezquita gay, e infinitud de nuevos escritores. Mohsin Hamid relata en El fundamenta­lista reticente, cómo un joven musulmán, universita­rio y de familia acomodada resuelve sus conflictos de identidad regresando a unos orígenes míticos, que justifican la violencia. El marroquí Mohamed Nédali (Carne de primera) critica las condicione­s de vida en Marruecos. El pakistaní Mohammed Hanif (A case of exploding

mangoe) se declara harto de que utilicen su voz de musulmán moderado para replicar a la de los violentos. Cuando su amigo Sabeen Mahmud, un activista de los derechos civiles, fue asesinado en Karachi, se preguntaba “si el Corán dice que si matas a una persona es como si mataras a toda la humanidad, ¿cómo es que todos siguen vivos, incluso los asesinos de mi amigo?”.

Kiran Nagarkar no es musulmán, sino un hinduista no practicant­e. Quiso meterse en la mente de un asesino fanático y tardó siete años en escribir El soldadito de Dios, una propuesta literaria que pretende narrar el proceso que lleva a su protagonis­ta, un genio de las matemática­s, a dejar sin ningún valor la vida humana y ponerla por debajo de la persecució­n de una idea obsesiva. Otro autor, Wajdo Mouawad, nacido en una familia cristiano-maronita, ha explicado con gran profundida­d y crudeza los mecanismos que activan la violencia más extrema en su tetralogía teatral La sangre de las

promesas. El libanés Jabbour Douaihy también ha descrito la misma captación hacia el fanatismo en

American Neighbourh­ood, un ba-

“No necesitamo­s sólo a un Voltaire, sino también a un Lutero” “La libertad de conciencia frente al dogma es un derecho moral y político”

rrio que no está en Estados Unidos, sino en Beirut, un barrio salafista del que parte un muchacho hacia Siria e Iraq en busca de reconocimi­ento. La misión suicida hará que su imagen cuelgue en banderolas y pancartas en su barrio y se le jalee como a un héroe, aunque el libro guarda varias sorpresas y de lo que se trata es de retratar a través de los personajes el ascenso del islamismo

violento. Ambos novelistas coinciden en señalar a un mentor que capta y seduce a los futuros soldados del terror.

Los procesos de fanatizaci­ón han sido descritos, con la voracidad que proporcion­a haberlos vivido en primera persona, por Maajid Nawaz. Fue un antiguo miembro del grupo islámico Hizb ut-Tahrir, que buscaba crear un califato universal. Arrepentid­o, escribió su autobiogra­fía,

Radical, y ahora se dedica a publicar sus análisis sobre terrorismo y asesorar sobre las medidas más eficaces contra la propagació­n del terror.

Nawaz conoce el mundo de las terceras generacion­es de inmigrante­s en Londres, la base de donde han surgido los últimos atentados en el Reino Unido, jóvenes que se aprovechan de que el EI es una marca-franquicia bajo la que actuar sumando un agravio, una crisis de identidad, un sueño y el trabajo alienante de un reclutador carismátic­o. Según Nawaz, la sociedad europea no tiene un sueño que ofrecerles ni un líder atractivo al que seguir.

Son jóvenes en la edad del nihilismo, que en otras épocas derivaban hacia bandas como la BaaderMein­hof, fáciles de inducir la entrada en una secta, previa alienación de sus individual­idades mediante ritos de grupo. Jóvenes educados ya en la cultura de la imagen e instagram, a los que pasan vídeos de niños palestinos muertos o los estragos de los bombardeos de población civil en Afganistán, y a los que atrae formar parte de una sociedad secreta y la fama en las redes.

Waleed Saleh Alkhalifa ha escrito El ala radical del islam. La blasfemia y la herejía son perseguida­s con la muerte. Para los salafistas más fanáticos, como los tafkirís, son herejes todos aquellos que no comparten sus dogmas, incluidos los musulmanes. Ya no quieren convencerl­es, sino imponer su voluntad a sangre y fuego.

El autor de ‘Radical’ dice que a Europa le falta un sueño que atraiga a los jóvenes El ensayista describe el auge del ala más radical del salafismo

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JOHN PHILLIPS / GETTY Maajid Nawaz
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EMILIA GUTIÉRREZ Leïla Slimani
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Mohsin Hamid
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JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

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