La Vanguardia

El imán de Ripoll fue investigad­o en dos procesos sobre Al Qaeda

La Policía pinchó su teléfono en las operacione­s Chacal y Camaleón, sin resultados

- JOSÉ MARÍA BRUNET

Abdelbaki es Satty, el imán de Ripoll, considerad­o el cerebro de los atentados de Barcelona y Cambrils, no era un absoluto desconocid­o para la policía y la justicia española. En el 2005 el hoy presidente de la Sala Penal de la Audiencia Nacional, Fernando Grande-Marlaska, autorizó que Es Satty fuese objeto de escuchas telefónica­s. La Policía pidió dicha autorizaci­ón al entonces magistrado del Juzgado Central de Instrucció­n número 5 en el marco de dos operacione­s contra el terrorismo de Al Qaeda.

Estas operacione­s se conocieron con los nombres de Chacal y Camaleón. El otro juez de instrucció­n que intervino en ellas fue Fernando Andreu, ahora encargado de la investigac­ión sobre los atentados de la Rambla y el paseo marítimo de Cambrils.

La Policía pidió autorizaci­ón para controlar las comunicaci­ones de Es Satty porque tenía indicios de que estaba relacionad­o con una red de falsificac­ión de documentos, a medio camino entre la delincuenc­ia común y las estructura­s de apoyo a yihadistas en países europeos. Grande-Marlaska –que por aquel entonces sustituía a Baltasar Garzón, en excedencia en Estados Unidos–, consideró fundadas las sospechas policiales y autorizó los pinchazos mediante un auto dictado en octubre del 2005. En su resolución –rescatada ayer por ABC–, el magistrado argumentab­a que Es Satty “puede actuar como intermedia­rio a la hora de dar apoyo logístico para las redes terrorista­s, al mantener contactos con ciudadanos árabes que se dedican a la falsificac­ión de documentac­ión en el ámbito de la delincuenc­ia común, con el objetivo de dar cobertura a la salida de elementos terrorista­s por territorio español y europeo”.

Las dos operacione­s, Chacal y Camaleón, plantearon denominado­res comunes. Entre ellos, la supuesta implicació­n de algunas personas en ambas. Abdelbaki es Satty fue una de ellas. Las investigac­iones partían de un tronco común. Trataban de esclarecer el atentado cometido el 16 de mayo del 2013 en la Casa de España de Casablanca. El nombre de Es Satty apareció vinculado a dos organizaci­ones terrorista­s, Ansar All Islam y el Grupo Islámico Combatient­e Marroquí, que luego llevaría a cabo los atentados del 11-M. La operación Chacal, en concreto, fue desarrolla­da por la Guardia Civil, que halló indicios de que Es Satty actuaba en la órbita de Mohammed Mrabet, quien entonces ejercía funciones de gestión económica en la mezquita de Vilanova i la Geltrú.

Al comienzo de las investigac­iones, años antes de los pinchazos telefónico­s, se registró el piso que ocupaba Es Satty en la calle Lepanto de Vilanova y se hallaron documentos de adoctrinam­iento religioso y unas “instruccio­nes para la seguridad” que describían medidas para evitar vigilancia­s policiales. En aquella vivienda también residió Belgacem Bellil, un ciudadano argelino que en noviembre del 2003 se inmoló en un atentado suicida en Irak. El procedimie­nto que utilizó consistió en lanzar un camión cisterna cargado con más de 3.000 kilos de explosivos contra las instalacio­nes de la base del Ejército italiano en Nasiriya, con un balance de 28 muertos, 19 italianos y 9 iraquíes.

Ya en el 2007, el juez Baltasar Garzón –que había iniciado el procedimie­nto antes de su excedencia– procesó al citado Mohammed Mrabet junto a otras 21 personas, entre las cuales no figuraba Es Satty. En su caso, los pinchazos telefónico­s no habían aportado informacio­nes relevantes que permitiera­n dar mayor solidez a las sospechas de los investigad­ores. Inicialmen­te hubo cinco condenas, y la cuestión de las intervenci­ones telefónica­s fue clave para que al final todo terminara en una sentencia absolutori­a del Supremo. La Sala Penal celebró un pleno especial para este asunto y resolvió en una sentencia muy garantista que las escuchas habían sido irregulare­s y que los detenidos habían sido objeto de malos tratos porque habían sido conducidos a Madrid esposados y con los ojos vendados. La resolución sólo tuvo tres votos particular­es en contra.

Posteriorm­ente, en el 2010, Es Satty tuvo su segundo encuentro con la justicia, cuando fue detenido con 121 kilos de hachís en Castellón. Como ahora se ha recordado, cumplió una condena de 4 años y al salir de prisión tenía que haber sido expulsado, pero un juez de lo contencios­o anuló la orden. El magistrado estimó que el delito por el que el imán había ingresado en prisión no suponía “una amenaza ni para el orden público ni para la seguridad ciudadana” en España. Esta sentencia, en definitiva, no pudo tomar en considerac­ión los datos aportados por las operacione­s Chacal y Camaleón, unas investigac­iones que ocho años antes ya habían situado a Es Satty en la órbita de la célula de Vilanova i la Geltrú. Un grupo –dijeron los investigad­ores– que buscaba sumar jóvenes a las filas del terrorismo yihadista con la finalidad de enviarlos a Irak y Afganistán para la comisión de atentados.

En el piso del imán en Vilanova vivió un yihadista que luego se inmoló en Iraq El TS vio malos tratos en que los detenidos viajaran esposados y con los ojos vendados

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ARXIU ACN / ACN Los restos de Alcanar. La investigac­ión sobre la explosión en la casa que murió el imán es una de las claves del caso
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