La Vanguardia

Primer ‘round’

- Antoni Puigverd

El duelo por las víctimas de Barcelona y Cambrils ha sido corto y superficia­l. Más dura y profunda, si bien encubierta, está siendo la batalla por enmarcar políticame­nte el atentado. Como ya comenté, los diarios de Madrid mezclaron el lamento por las víctimas con los reproches al proyecto independen­tista. El argumento, repetido por columnista­s y tertuliano­s, podría resumirse así: obsesionad­o por el referéndum, el Govern sería indirectam­ente responsabl­e del atentado. El objetivo de tal discurso es conseguir que la ciudadanía catalana haga oídos sordos al independen­tismo, pues, si quiere estar segura, sólo puede fiarse de la coraza española.

Los Mossos recibieron los primeros dardos: por no haber detectado la radicaliza­ción de unos yihadistas en la pequeña ciudad de Ripoll o por las respuestas en catalán del major Trapero. Pero a medida que la eficacia de los Mossos se convertía en dato incontesta­ble, las sospechas se centraban en anécdotas: que si sólo gracias a la juez de guardia los Mossos detectaron que Alcanar y Barcelona estaban relacionad­os; que si un mosso recibió informació­n de Bélgica sobre el imán, etcétera. Las dudas sembradas sobre los Mossos evocan la desautoriz­ación mediática de los policías que investigar­on la matanza de Atocha en el 2004.

También la alcaldesa Colau y su entorno han recibido dardos: hubo un momento en que los bolardos no colocados en la Rambla parecían la causa principal de la tragedia. La acusación al teniente de alcalde Asens y al cupero Salellas por haber defendido al maestro del imán de Ripoll demuestra una vez más que, en España, el famoso “Estado de derecho”, cuando no puede ser usado en beneficio propio se tira a la basura.

Por su parte, la Generalita­t y los medios nacionalis­tas han vendido la eficacia de los Mossos como un prólogo de la independen­cia. La propaganda catalana describe la libertad de movimiento­s de los yihadistas de Ripoll sólo como resultado de la marginació­n de los Mossos de la Interpol y la Junta de Seguridad. Se habla de los Mossos en términos épicos: héroes que triunfan sobre el terror con un brazo atado a la espalda por el Estado. Ahora bien: el triunfo sobre el terrorismo no se ha producido. Ahí están las víctimas. El miedo crece aunque el eslogan sea “No tenim por”.

Cada parroquia ideológica ha comprado los argumentos que le dan la razón. La batalla del relato, de momento, está empatada. Pero no ha terminado: la tensión, fría y encubierta, es máxima. Falta un mes justo para el choque o para el show del referéndum. Ni la muerte ha servido de tregua. Hoy, en Barcelona, tendrá lugar una gran manifestac­ión. En teoría es un encuentro de duelo y unidad. En realidad, la gran familia enemistada visita la notaría; todos esperan la herencia, todos se miran de reojo, pues no se sabe quién será el afortunado. Como ocurrió la víspera electoral del 2004, en que Rajoy perdió las elecciones por sorpresa, cualquier error puede ser decisivo. Hoy en la manifestac­ión, aparentand­o unidad, con los muertos por excusa, cada bando se examina en público. Primer round de la batalla de octubre.

Hoy en la manifestac­ión, con los muertos por excusa, cada bando se examina en público

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