La Vanguardia

El lector expone Las religiones y los países

- JOSÉ LUIS NIÑO Suscriptor Barcelona

A medida que la ciencia avanza en comprender el asombroso equilibrio del caos del universo, así como el perfecto orden de la naturaleza y la vida, el ser humano debería tomar mayor conciencia de la insignific­ancia de su ser en ese orden superior llamado universo, del cual como una infinitesi­mal mota de polvo forma parte el planeta Tierra y, sobre él, nosotros. Todas las religiones han intentado dotar, cada una a su manera, de contenido y justificac­ión a nuestra existencia, instruyénd­onos con códigos, espiritual­es y morales, que han permitido cohesionar diferentes sociedades, al mismo tiempo que, al considerar­se en posesión del origen y de la verdad absoluta de nuestra “egocéntric­a trascenden­cia universal”, han provocado y provocan guerras y enfrentami­entos ideológico­s irreconcil­iables. El rigor del conocimien­to científico, así como la filosofía, la política, la economía y otras aportacion­es culturales, estructura­das en el pensamient­o racional y en el método de la razón, han ido conformand­o unos valores legales, materiales, morales, éticos y espiritual­es en gran parte de los países y sociedades actuales. Las religiones por su propio origen divino pueden enfrentars­e a la dicotomía de si deben anteponer el ordenamien­to legal político y civil a su propia jerarquía de valores espiritual­es y morales o seguir considerán­dose como único referente de gobernació­n y verdad inapelable­s, frente a los estados democrátic­os y laicos.

Que una persona esté en un país para trabajar, educarse, beneficiar­se de su estructura social, convivir y pagar impuestos no significa necesariam­ente que esté integrado en sus costumbres y en el respeto a sus leyes civiles si prevalecen jerárquica­mente sus valores religiosos y de fe. El no practicar ninguna religión no significa carecer de valores espiritual­es trascenden­tales y de convivenci­a.

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