El lector expone Las religiones y los países
A medida que la ciencia avanza en comprender el asombroso equilibrio del caos del universo, así como el perfecto orden de la naturaleza y la vida, el ser humano debería tomar mayor conciencia de la insignificancia de su ser en ese orden superior llamado universo, del cual como una infinitesimal mota de polvo forma parte el planeta Tierra y, sobre él, nosotros. Todas las religiones han intentado dotar, cada una a su manera, de contenido y justificación a nuestra existencia, instruyéndonos con códigos, espirituales y morales, que han permitido cohesionar diferentes sociedades, al mismo tiempo que, al considerarse en posesión del origen y de la verdad absoluta de nuestra “egocéntrica trascendencia universal”, han provocado y provocan guerras y enfrentamientos ideológicos irreconciliables. El rigor del conocimiento científico, así como la filosofía, la política, la economía y otras aportaciones culturales, estructuradas en el pensamiento racional y en el método de la razón, han ido conformando unos valores legales, materiales, morales, éticos y espirituales en gran parte de los países y sociedades actuales. Las religiones por su propio origen divino pueden enfrentarse a la dicotomía de si deben anteponer el ordenamiento legal político y civil a su propia jerarquía de valores espirituales y morales o seguir considerándose como único referente de gobernación y verdad inapelables, frente a los estados democráticos y laicos.
Que una persona esté en un país para trabajar, educarse, beneficiarse de su estructura social, convivir y pagar impuestos no significa necesariamente que esté integrado en sus costumbres y en el respeto a sus leyes civiles si prevalecen jerárquicamente sus valores religiosos y de fe. El no practicar ninguna religión no significa carecer de valores espirituales trascendentales y de convivencia.