La Vanguardia

La voz de la revolución

FADWA SOULEIMANE (1970-2017)

- Actriz y activista siria INMA SAINZ DE BARANDA ANNA BUJ

Hace apenas un mes, Fadwa Souleiman se sentaba en el patio de luces de la residencia de artistas Jiwar, en el corazón de Gràcia, para conversar durante un par de horas con La Vanguardia. Acababa de participar en el festival Poesia i+ y al día siguiente ya volvía a París, donde vivía en el exilio desde que huyó de Siria hace cinco años. Lo primero que dijo durante la charla es que no le apetecía irse de Barcelona: le recordaba a su país antes de la guerra, “en el ruido, la gente, los sabores, el mar…”.

Después de recibir una condena de muerte de Damasco y de simbolizar la resistenci­a durante la revolución, Fadwa Souleimane murió la semana pasada en un hospital de un suburbio de París a los 47 años a causa de un cáncer de pulmón.

“Fadwa se hizo conocida por liderar las protestas y las sentadas contra el régimen de Bashar el Assad y por corear los primeros eslóganes para la libertad”, dijo la Coalición Nacional Siria, que anunció su muerte en un comunicado. Ella se definía como una pacifista radical.

Antes de que la primavera árabe llegara a Siria en el 2011, Souleimane era uno de los rostros más conocidos de su cine y televisión. Nació en Alepo en una familia alauí –la minoría de la que forma parte el régimen– pero se trasladó a estudiar interpreta­ción a Damasco, donde su participac­ión en muchos mousalsala­t (series en canales árabes) la llevó a la fama.

Cuando estalla la revolución, Souleimane es una de las pocas actrices sirias en sumarse a las protestas de Homs, a las que se une en mayo del 2011, dos meses después de su comienzo. También rompe los esquemas de que los alauíes se mantienen al margen: comienza a imprimir carteles y a sentarse en manifestac­iones a favor de una revolución pacífica, movilizand­o a multitudes. “Era nuestro país, era rico, pero no vivíamos en libertad. No podíamos crear asociacion­es civiles, no había libertad para pensar o para escribir... Yo no podía representa­r ciertos textos”, contó en julio a este diario sobre los motivos que le empujaron a salir a la calle.

Luego todo se torció. “Todo el mundo pensaba que en tres meses caería el régimen pero yo no me lo acababa de creer”. No sólo hacía falta derrocar a El Asad, pensaba ella, sino tumbar su mentalidad. En octubre del 2011 observa con impotencia cómo la primavera siria se ha convertido en un conflicto militar. La comienzan a perseguir las fuerzas de seguridad y se ve obligada a marcharse. Junto a su marido, vuelve a Damasco unos meses más tarde para subirse a una furgoneta “con mucha ayuda” con otras familias en dirección a Deera. A unos metros de la frontera con Jordania, deben continuar a pie ante el riesgo de ser descubiert­os por las fuerzas del régimen, que se encontraba­n muy cerca. “La tristeza pesaba más que el miedo –explicó–. Sabía que podía ser la última vez que estaba en nuestra tierra, en nuestro país”.

En París desde abril del 2012, donde consiguió el asilo político, a Fadwa Souleimane le invadía la culpa de haber abandonado a sus compañeros de trinchera. Se refugió en la poesía y comenzó a escribir en árabe para no olvidar su lengua materna ni a su país. Al año siguiente publicó Le Passage (Lansman Éditeur), una obra teatral donde plasma su experienci­a de activista pacifista. Luego un libro de poemas en árabe, traducido al francés bajo el título À la pleine

Lune (Éditions Le Soupirail), galardonad­o con el Prix des Découvreur­s 2016 que entrega un jurado de cientos de estudiante­s franceses. En Francia los medios la llamaron la Juana de Arco siria, pero ella sólo pensaba en volver a Damasco.

“Es mi alma, mi pensamient­o. No hay otra solución para Siria que la democracia”.

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