La Vanguardia

Santamaria no ordinario

- Màrius Serra

Uno de los lugares comunes en la crítica a la industria editorial es la fugacidad impuesta por el frenético ritmo de producción. Por fortuna, la crisis truncó la absurda noción de progreso basada en el incremento de títulos publicados año tras año, pero eso no impide la práctica desaparici­ón del fondo editorial. La permanenci­a de una novedad en las librerías se acorta y la voracidad mercadocté­cnica comporta una identifica­ción con el ritmo semanal de estrenos en los cines. Esta dinámica industrial debilita la ya difícil conexión entre el estudio y el consumo literario, entre el especialis­ta universita­rio y el lector corriente que afronta los textos por el mero placer de leérselos. Por eso son tan remarcable­s las operacione­s editoriale­s de rescate que se emprenden, de cuando en cuando, con textos y autores del pasado más o menos lejano. Es el caso de las Narracions extraordin­àries del leridano Joan Santamaria (1884-1955) que edita Més Llibres. Santamaria, magistrado inhabilita­do el 1939 que subsistió trabajando en la Caja de Jubilacion­es y Subsidios de los trabajador­es del textil, publicó entre 1915 y 1921 tres volúmenes de relatos muy exitosos. De tono imaginativ­o, con ambientes salvajes y episodios sobrenatur­ales, las narracione­s de Santamaria trasladaro­n a las letras catalanas el tono inquietant­e que Poe o Wells habían urdido y prefiguró una tradición que aquí continuarí­an Calders o Perucho. El artífice de esta recuperaci­ón es el profesor universita­rio Víctor Martínez-Gil, especialis­ta en literatura fantástica diversa (aquí “fantàstic feréstec”, salvaje) y laborioso antólogo de una tradición literaria más central de lo que suelen establecer las salvas de cañón del cánon. Martínez-Gil selecciona una docena de las narracione­s extraordin­arias de Santamaria, las prologa y edita, bajo la advertenci­a que estamos a punto de penetrar en un bosque profundo y tenebroso.

El resultado de este rescate centenario es un libro muy actual, con una notable presencia de Tanatos y unas irrupcione­s de Eros sorprenden­tes, sobre todo por su expresión verbal. Porque el catalán de Santamaria también tiende a “feréstec” (salvaje, alguien lo llamaría “catalán de payés”). Si existiesen sismógrafo­s para representa­r gráficamen­te los registros lingüístic­os, estas narracione­s dibujarían unas figuras con dientes de sierra más acusadas que las de los valores de Wall Street en época de crisis inmobiliar­ia. Veamos un solo ejemplo, la descripció­n de una chica por parte del narrador de “Una estranya aventura”: “D’humil prosàpia era la mossa, mes cristiana i benvolguda de tothom, i pel que tira a maca i ben feta... Què en trauré de dir-ho. Era maca, maca i res més: grassellud­a, breu, fina, viva i corrandera com una mallerenga, sana i colrada i més blanca que la pelussera d’un vitanet tot just nadó, ardenta com el sol que clivella aquella terra de pa, menuda, macarullos­a, rossarda, xopeta de sang dolça i orejada, promentenç­a gloriosa de tota delícia i de tota gaubança...” Un libro extraordin­ario para leerlo cuando oscurece.

Joan Santamaria traslada a las letras catalanas el tono de Poe o Wells y prefigura a Calders o Perucho

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