La Vanguardia

DE CUENTO DE HADAS A ‘REALITY’

- LLÀTZER MOIX

No ha habido ni habrá una celebrity como lady Di. Porque es improbable –si no imposible– que en un mismo ser coincidan tantos personajes golosos para los medios: jovencita desamparad­a a lo Disney, futura reina consorte de Inglaterra, madre amantísima, Teresa de Calcuta y esposa despechada que colecciona amantes y pisa el acelerador de la vida loca. No hay quien le gane la partida mediática con semejante cóctel de personalid­ades. El álbum de fotos adjunto ilustra esa vida polifacéti­ca, que empezó como un cuento de hadas y terminó cual reality show.

Cuando empezó a aparecer en la prensa, Diana tenía menos de veinte años y trabajaba en una guardería. Era inexperta y apocada. Los rotativos la apodaron Shy Di, Diana la tímida. Tenía algo de Bambi, de Blancaniev­es e incluso de Cenicienta, pese a su noble cuna. Y así se unió al príncipe. La boda con Carlos, celebrada en la catedral de San Pablo de Londres el 29 de julio de 1981, puso el turbo a su fama global: la vieron dando el sí, de blanco, 750 millones de telespecta­dores. El cuento de hadas hecho realidad.

Ya bajo el escrutinio constante de cámaras y micrófonos, Diana fue madre modélica de dos herederos de la corona británica, aligeró la agenda viajera de su suegra y fue misionera seglar atenta a causas solidarias, niños famélicos, víctimas del sida o de las minas antiperson­a...

Esa era su vida pública. La privada tenía un regusto amargo. Cuando se enteró de que el príncipe de Gales quería seguir siendo –y de hecho era– el tampax de su amiga Camila y aspiraba a “llenarle el depósito”, Diana optó por desquitars­e y vivir la juventud que había sacrificad­o a la monarquía. Se echó en brazos de chóferes, guardaespa­ldas, profesores de equitación, médicos y millonario­s o playboys de distintas etnias y clases sociales. Ahí puso toda la carne en el asador del cotilleo y entró en la dimensión celebrity con un empuje que no igualarían Madonnas ni Kardashian­s. La muerte a los 36 años en accidente junto a su último enamorado consolidó su leyenda de princesa del pueblo y forjó la de reina eterna de las celebridad­es, trono que sigue ocupando desde ultratumba, y del que difícilmen­te será desalojada.

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