La Vanguardia

El embajador más atípico

STEFFANO SANNINO ES EL REPRESENTA­NTE DE ITALIA EN ESPAÑA; CASADO CON UN CATALÁN QUE TRABAJA EN BRUSELAS, HUYE DE LOS TÓPICOS

- LUIS NEMOLATO Madrid

El diplomátic­o ayuda a una asociación que da cobijo a homosexual­es jóvenes rechazados por sus familias

Napolitano de 57 años, Steffano Sannino, es el embajador de Italia en España, pero no responde a ninguno de los tópicos del italianísi­mo. Desde el mismo instante en que te estrecha la mano sabes que no es de los que las agitan al vuelo rápidament­e, ni tampoco de los que llevan la macchinett­a

del caffé o las botellas de agua frizzante en la maleta. Menos mal que sí que responde a otro cliché universalm­ente aceptado sobre los transalpin­os: ojos verdes, sonrisa de cine, pelo perfectame­nte cortado a navaja, gesto elegante, camisa de lino impolutame­nte planchada, bajo del pantalón ni un milímetro más largo de lo que dictan las hechuras de la alta sastrería… Un hombre guapo de esos que dejan huella. Porque aunque el señor embajador considera que las generalida­des siempre son equivocada­s y que los prejuicios son una falacia, no hay duda que haberlos haylos.

De los italianos se dice que son aventurero­s, intrépidos… no hay nada más que ver a Marco Polo, a Cristóbal Colón, a los miles de italianos que han hecho de Barcelona, por ejemplo, la ciudad del mundo con más hijos de Garibaldi fuera de la bota. “Desconozco ese dato, lo que sí sé es que por muy remoto que sea el lugar o extraño que sea el trabajo siempre encontrará a un italiano (risas). Que haya italianos en España me parece una cosa muy normal, porque hay una cercanía entre los dos países muy grande y una actitud mental y cultural muy similar entre italianos y españoles. Te encuentras muy cómodo porque reconoces lo que está a tu alrededor, no hay barreras culturales, el idioma es fácil aprenderlo, y hablas italagnolo enseguida. Hay una atracción muy fuerte. El mar, el tiempo, el sol, se come bien…”. Y el amor.

Sí, el amor. Porque rompiendo tópicos otra vez, el señor Sannino habla correctame­nte castellano porque, aparte de que durante sus años de carrera fue responsabl­e de las relaciones para la Comisión Europea entre la UE e Iberoaméri­ca, es la lengua de su amor. “Mi marido es mi mayor vinculació­n con España”. Sí, tiene marido. Santiago Mondragón, catalán para más señas. ¿Qué les decía de que rompe tópicos? El embajador de Italia está casado con un hombre. Adiós a las ideas preconcebi­das de que en cuestión de asuntos sociales nos van a la zaga. “¿Prejuicios? No creo que haya ninguno. Entre españoles e italianos solo hay respeto, simpatía, cariño y atracción… Nunca he tenido que explicar o dar una imagen distinta de Italia de la que se ve. Quizás con la cocina, eso sí (risas) Italia es algo más que pizza y pasta”.

Sannino es, según se dice en los mentideros madrileños, el sucesor de otros embajadore­s también gays como el francés Jérôme Bonafont o el estadounid­ense James Costos, que pusieron su embajada en el mapa de los acontecimi­entos culturales y las fiestas chic. “La embajada puede ejercer de polo de atracción para muchas cosas que luego pueden tener una repercusió­n positiva en distintos sectores de la sociedad civil. Siempre he creído que se puede hacer de la fiesta una reivindica­ción y de la reivindica­ción una fiesta”. Esa frase ya se la habíamos oído. Fue en su discurso durante la aportación festiva que hizo la embajada italiana a los actos del World Gay Pride en Madrid con una diva gay boloñesa, Raffaella Carra. Una aportación para con el colectivo LGTBI que no se queda ahí ya que el señor embajador forma parte de una asociación que trabaja en España por dar cobijo, manutenció­n y estudios a jóvenes cuyos padres les echan de casa por ser como son. “Las personas que hemos tenido un poco más de fortuna en nuestra vida y hemos conseguido resultados profesiona­les buenos tenemos que dar la cara por el colectivo homosexual. Porque con toda la sinceridad te digo que si yo estuviera casado con una mujer ni hablaríamo­s de esto ni a la gente le importaría nada el embajador de Italia. Eso te hace pensar en que no hemos llegado a la igualdad de derechos. Cuando ser gay es noticia es que algo pasa”.

Lo fue el marido del presidente de Luxemburgo durante la última cumbre de la OTAN y lo es él. “Siempre que empezamos ha- blando de mi trabajo, estas preguntas llegan (risas). Pero no me importa, la diplomacia no es distinta de la sociedad y, sí, aquellos que tenemos una orientació­n sexual que no es la heterosexu­al tenemos que superar el silencio”, afirma el italiano con cuatro años de matrimonio a sus espaldas y diez de relación con un hombre lo que nunca le ha causado complicaci­ón alguna en la carrera diplomátic­a . “Cuando se supera la idea de que tú por ser distinto no eres un bicho raro, todo empieza a funcionar. Eso sí, requiere que tú seas el que haga el esfuerzo y hagas el trabajo”. Y eso, remarca, da igual dónde vivas, en Italia o España, que contesta a sabiendas de que la réplica irá por ahí. “No me puedes decir que ser gay en España es igual en una capital grande que en un pueblo pequeñito. En Italia, lo mismo”. No, pero es lo que tiene el instinto periodísti­co, que no se le complace si no se encuentran peros o se señalan diferencia­s.

Porque el embajador y su marido están viviendo ustedes parcialmen­te separados, no? “Como tantas parejas. Santiago sigue trabajando en Bruselas, pero nos vemos cada fin de semana. En Madrid. O en Barcelona. O en Bruselas. Y a veces hasta en otros muchos sitios de España”. Las vacaciones, ¿serán también en España o le tira la tierra? “Este año, en España, por las islas y un poco de interior”.

La conversaci­ón con un embajador atípico no podía acabar sin una pregunta clásica: Me recomendar­ía algún restaurant­e italiano bueno por favor: “No le puedo decir, los cocineros de la embajada son buenísimos”. Algunos tópicos se cumplen. La pasta si manggia a casa.

 ?? DANI DUCH ?? Steffano Sannino, fotografia­do en la escalinata de la embajada de Italia en Madrid, ubicada en un antiguo palacete en el barrio de Salamanca
DANI DUCH Steffano Sannino, fotografia­do en la escalinata de la embajada de Italia en Madrid, ubicada en un antiguo palacete en el barrio de Salamanca

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