Aquí cabemos todos
En el grueso de la manifestación, detrás de la cabecera, no hubo pitos, sólo aplausos y gritos de “no tinc por”
Marta Febrer está delicada de salud, pero a pesar de ello quiso aportar su granito de arena. Confeccionó con ayuda de su amiga Anna Serrats un cartel en el que podía leerse “Mossos sou els millors. Visca Catalunya”, ilustrado con un corazón, una senyera y una rosa. Las dos amigas se pusieron un lazo negro en memoria de las víctimas y, armadas de buena voluntad, desafiaron el calor sofocante que ayer hacía en Barcelona para acudir a la manifestación. Como ellas, miles de ciudadanos de todas las nacionalidades ocuparon el paseo de Gràcia para mostrar su solidaridad con las víctimas de los atentados de Barcelona y Cambrils, y demostrar a los violentos que pese a sus embates “la mejor respuesta es la paz”, como decía otra pancarta. A pesar de lo vivido en la cabecera, en la que algunas autoridades fueron abucheadas, en el grueso de la manifestación no hubo ni pitos ni proclamas. Sólo un silencio preñado de emoción y únicamente interrumpido por aplausos y el grito de “No tinc por” coreado una y otra vez por los asistentes.
“¿Porqué aplaudimos?”, preguntaba un adolescente que no paraba de hacer fotos con su móvil, “para darnos ánimos”, le contestaba su madre. Ese era el espíritu, acompañarse en la tristeza, apoyarse. Si alguien rompía a llorar, la persona que tenía al lado la abrazaba de forma espontánea. Ayer, en el centro de Barcelona, la gente se tocó mucho. Por falta de espacio y también por solidaridad.
Algunos comercios, como la librería La Central, decidieron sumarse a la manifestación y cerraron sus puertas de 18 a 19 horas “como muestra de solidaridad y respeto”. “¡Llenemos las calles de paz y libertad!”, animaban desde su escaparate. Y se llenaron, una vez más, contra la violencia. Como antes lo habían hecho por el no a la guerra y contra la violencia de ETA.
Por todos lados pancartas , algunas repartidas por entidades y muchas de confección casera, con mensajes a favor del respeto, la paz y la convivencia. Los papás de Teo, de dos meses y medio, amarraron al cochecito en el que él dormía plácidamente una en la que podía leerse “Sóc en Teo i no tinc por” con la voluntad de educar a su hijo “en la tolerancia desde la cuna”. “Es la única forma de construir una sociedad valiente y abierta, que no tolere la injusticia ni de un lado ni de otro”, explicaron.
También hubo multitud de banderas, la mayoría estelades y españolas, pero también cubanas, colombianas, dominicanas, marroquíes, del Tíbet, del pueblo gitano... muchas de ellas luciendo un crespón negro, en señal de luto. Todas ellas conviviendo en armonía, como hacen cada día los ciudadanos de esta ciudad. José y su familia portaban una bandera española en la que habían escrito con rotulador, “España contra el terrorismo. Gracias Majestad”. A su lado, Neus, venida desde Girona, lucía orgullosa su bandera republicana. Y detrás de ellos, un grupo de motards independentistas iban ataviados con su camiseta negra y portando estelades. “Es que este país es así, cada uno de su padre y de su madre, pero desde el respeto, cabemos todos”, afirmaba Fernando, que a su vez portaba un letrero en el que podía leerse “Ni yihad ni cruzadas”.
La reivindicación de la diversidad y la multiculturalidad que acogen las calles de la ciudad fue otra de las divisas de la cita de ayer. “Contra l’odi, un sol poble”, rezaba la pancarta del Consell Municipal d’Inmigració. “Estamos aquí para reivindicar que Barcelona es una ciudad libre, diversa y fundamentada en la paz. Por eso la queremos y nos sentimos orgullosos de formar parte de ella”, afirmaba David, miembro del Consell Municipal del Pueblo Gitano.
Ana, y sus compañeros, representantes de diferentes agrupaciones de la comunidad dominicana, también acudieron con la pancarta “Tots som Barcelona”, para dejar constancia de que “nos han acogido con mucho amor, y por eso queremos mostrar nuestra solidaridad, con las víctimas y con la ciudad”.
Chayma, Salima y Nadia, de ascendencia marroquí, vinieron desde Martorell. Portaban un cartel de “No a la islamofóbia”. Explicaban indignadas que el reportero de una televisión francesa les había preguntado qué hacían allí. “¿Cómo que qué hacemos? ¡Somos de aquí! Estamos tristes y queremos mostrar nuestra solidaridad con las víctimas y con la ciudad”, decía Nadia. “Nunca pensamos que algo así pudiese ocurrir aquí, esta es una ciudad abierta, en España hay mucho menos racismo que en otros lugares”, añadía Salima. “Ellos (los terroristas) no nos representan, nuestra religión no habla de matar, habla de amor”, afirmaba Chayma de forma contundente y para ilustrarlo citaba el versículo 5:32 del Corán: “Matar a una persona es igual a matar toda la humanidad”. A pesar de su fortaleza, las tres mostraban cierto temor a que los atentados provocasen un aumento del racismo. “La gente nos mira raro porque llevamos hijab, pero lo hacemos porque nos gusta, no por molestar”. No muy lejos de ellas, Sorkunde, estudiante de Bellas Artes de Beasain, se solidarizaba con ellas. “Sé muy bien cómo se sienten los musulmanes. Durante mucho tiempo a mí también me miraban raro por hablar euskera y he tenido que estar justificándome por los atentados de ETA. Es duro, pero al final la mayoría acaba entendiendo que los asesinos no tienen ni patria ni religión”. Los asistentes a la manifestación de ayer sí que lo tenían claro.
La ciudadanía se echó a la calle para homenajear a las víctimas y reivindicar la paz Banderas españolas y estelades convivieron con multitud de otras nacionalidades Los asistentes enfatizan la diversidad cultural que caracteriza a los barceloneses Catalanes musulmanes defienden que el Corán no predica la muerte sino el amor