La Vanguardia

El seductor y unas cautivas

- La Columna Corintia Maricel Chavarría

Ha habido críticos que han echado en falta a Clint Eastwood en el remake que Sofia Coppola ha hecho de El seductor, película estrenada en 1971. El nuevo filme se titula ahora en España La seducción, lo que indica un mayor deseo de fidelidad al título original, The beguiled, basado en la novela de Thomas P. Cullinan. Recordemos: es la historia de un soldado yanqui herido que es acogido en una escuela de señoritas del Sur durante la guerra de Secesión, donde mujeres de varias generacion­es compiten entre ellas por conseguir la atención del personaje. El nuevo título pone más el acento en las damas, seducidas/engañadas/cautivadas, que en el carisma del visitante, que al fin y al cabo es el único hombre que jamás se ha hospedado en el internado. El papel lo encarna ahora Colin Farrell.

Cuentan que Eastwood se negó a hacer de perdedor, que es lo que correspond­e al personaje protagonis­ta en la novela de Cullinan. “Eso se le da bien a Dustin Hoffman o a Al Pacino, pero a mi público le gusta vérselas con un ganador –dijo entonces el actor guaperas de ojos grises y metro noventa y tres–. Mis personajes son sensibles, vulnerable­s, pero aun así son ganadores. No pretendo entender a los perdedores”.

Quizá él no lo pretendier­a, pero el cine ha evoluciona­do desde los chulescos años setenta. Y ahora Sofia Coppola lo entiende bien. A su manera, algo distante y fría, empatiza con los perdedores. No vamos a hacer aquí un spoiler de

La seducción, sólo a celebrar que se haya arrojado otra versión de los hechos, o mejor dicho, de las emociones que configuran ese relato, tan preñado de burda misoginia. Sin duda en Hollywood debía valer su peso en oro una trama de “pulsiones eróticas, celos entre féminas y deseos retorcidos...”. Porque ¿de qué otra clase podían ser los deseos sexuales de las mujeres? Y además Eastwood se encargaba en su día de convertir al dudoso soldado yanqui en el macho alfa que no tenía más remedio que satisfacer­los. En sus manos la manipulaci­ón torticera se volvía galantería irónica para mujeres desesperad­as. Y la castración se elevaba a símbolo de la vejación de que son capaces... ellas.

Por todo esto, tienen agallas los críticos que se atreven a echar de menos a Clint Eastwood en la película de Coppola, y a decirlo públicamen­te. No han entendido la forma en que la directora actualiza las relaciones entre sexos. Y demuestran una preocupant­e añoranza del estereotip­o del ganador. En este sentido, Colin Farrell da vida a un galán más creíble en ese estreno agosteño. Un pobre diablo que pierde el hilo de su manipulaci­ón, que se hace un lío intentando engatusar a cada mujer dándole donde le place. De hecho, en la película de Sofia Coppola es Nicole Kidman quien encarna la fuerza, el control y el peligro. Con permiso de Clint Eastwood, que probableme­nte a estas alturas estaría de acuerdo conmigo.

Por qué no hay que echar de menos a Clint Eastwood en ‘La seducción’, la nueva película de Sofia Coppola

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