El experimento de Manolo Díaz Prieto, segunda parte
Manolo Díaz Prieto ha sido uno de los periodistas más imaginativos de La Vanguardia, donde trabajó entre 1986 y el 2000, antes de emprender otro camino profesional. Una vez se disfrazó de guiri (pantalón corto, chanclas y mapa desplegable) para investigar cómo acoge Barcelona a los turistas, un tema que nunca ha perdido actualidad. Su trabajo se puede leer en la hemeroteca digital (12 de agosto de 1987, página 17). Treinta años después y con un disfraz aún más rudimentario (una mochila y un boli del hotel Villa de Madrid), un admirador trató de imitarle y descubrir si el Ayuntamiento aconseja bien a los visitantes que quieren huir de las aglomeraciones. Mediodía, oficina de turismo municipal de la calle Ciutat: “Hola, ya conozco Gaudí, las fuentes de Montjuïc, el Camp Nou... Pero ¿dónde hay otros lugares con encanto y más tranquilos?” El guía interpelado propone inicialmente tres barrios bohemios (sic) donde precisamente la masificación causa más problemas: el Born, el Raval y la Barceloneta. El falso turista cree estar ante un filón, pero a continuación el informador comienza a señalar otros puntos del mapa y le explica que si realmente quiere sorprenderse vaya a... y dibuja círculos en rojo sobre tesoros aún no invadidos del todo: la torre Bellesguard, Vil·la Amèlia y otros jardines históricos. Manolo Díaz Prieto, que en 1987 buscaba a pícaros y halló a taxistas, restauradores y camareros muy profesionales, acababa así: “Barcelona se me había mostrado como una ciudad apacible, barata y receptiva con el turista de pantalón corto. ¿He fracasado?”.