La Vanguardia

“Creo en la lucha contra la injusticia pero no en la justicia”

Tengo 62 años. Nací en Tirana (Albania) y vivo en Badalona desde hace 20 años. Casado, tengo 4 hijos. Estoy licenciado en Literatura y Filología Albanesa. Hay que corregir la polarizaci­ón entre los grupos sociales en las propias sociedades desarrolla­das y

- VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET IMA SANCHÍS

Qué hecho marca su vida?

La cárcel.

¿Más que el suicidio de su padre?

Sí. Mi padre se suicidó cuando yo tenía 26 años, tras ser 27 años primer ministro de Albania, lo que para mí materialme­nte era un privilegio, pero...

...Tenía la dictadura en casa.

Sí. Era adolescent­e y la música pop estaba prohibida, era joven y la buena literatura estaba prohibida. En 1973 empezó la caza de brujas.

Debía de estar a muerte con su padre...

Nuestra relación era un drama. Leía a escondidas y alguna vez me pilló. No me encarceló como a otros, pero me quemó los diarios de Kafka.

¿Cómo vivió su suicidio?

Horribleme­nte mal. Se suicidó porque su partido lo acusó falsamente de traición, algo sistemátic­o en este tipo de regímenes. También acusaron a mi madre, una de las primeras mujeres comunistas y miembro del comité central, que murió en la cárcel.

¿Y usted y sus hermanos?

Vladimir también se suicidó, el resto fuimos todos a la cárcel. Durante esos ocho años traté de conocer mejor al ser humano y a mí mismo.

¿Decepciona­do del género humano?

Escéptico más bien, y no sólo por lo que a mí me sucedió, sino por la historia de la humanidad, las atrocidade­s de las que somos capaces.

¿Qué nos pasa?

Somos depredador­es. No creo en el cuento de hadas del poder de la mayoría, siempre habrá un pequeño grupo dominante, los más agresivos, los que tengan más voluntad de poder, y lo único que podemos hacer la mayoría es limitar ese poder. Tampoco creo en la justicia, sino en la lucha contra la injusticia.

Interesant­e matiz.

Lo terrible es que cuando hemos creído que por fin el pueblo gobernaba se han dado los peores regímenes, los totalitari­stas.

Sus compañeros de cárcel ¿eran también intelectua­les, estudiante­s?

No, campesinos y obreros. En los primeros años el régimen aplastó a los intelectua­les, le bastó con meter a alguno en la cárcel, para que todos los demás callaran.

¿Y eso no le decepcionó?

He crecido en ese ambiente. Wilhelm Reich, discípulo de Freud, dice respecto al totalitari­smo que lo sorprenden­te no es que haya tan poca resistenci­a, sino que la haya.

Entiendo.

Un filósofo húngaro, Ferenc Fehér, me decía que un chiste contra el régimen contado en Tirana era más importante que cualquier manifestac­ión multitudin­aria.

¿Por qué encarcelar­on a campesinos?

Expresar cualquier idea política, incluso en un círculo íntimo, era castigado con diez años de cárcel. A mí me condenaron a 18 años por expresar lo que pensaba a personas de mi confianza y por mis textos heterodoxo­s. Querían controlar el pensamient­o de la gente.

¿Ha perdonado a su padre?

Por un lado era mi papá; por el otro, un político extremo, y eso no se puede compaginar. Hay conflictos que no se solucionan en la vida.

¿Qué quiere contar?

Darle lógica a la pesadilla o al sueño de vivir.

Usted habla de la condición humana.

Es de lo que trata la literatura que va en serio, del misterio del ser humano.

Ha debido de ver mucha muerte injusta.

Sí, y muchas condenas injustas que te provocan rabia e impotencia.

¿Eso te convierte en una persona amarga?

...O en luchador para preservar la propia dignidad.

¿Cuál es su esperanza?

Creo que es básico que cambie la actitud de los poderosos respecto al medio ambiente, pero no veo al ser humano capaz de corregir su rumbo autodestru­ctivo.

¿Ha temido por su vida?

Sí, durante los interrogat­orios y en algunos otros momentos en la cárcel.

¿Por qué abandonó Albania?

Necesitaba un lugar más tranquilo para poder escribir y me fui a Hungría con mi mujer. Al cabo de tres años decidimos volver, pero la terrible crisis de 1997, con mucha violencia, ponía en peligro la vida, la gente huía y el Parlamento Internacio­nal de Escritores, para el que acabé trabajando, me ayudó a llegar a Catalunya.

¿Cuál es el núcleo del misterio humano?

El amor.

La a mistad en su caso ha sido traicionad­a.

Sí, pero no estoy desengañad­o de la amistad, mantengo buenos amigos de la infancia e hice amigos, de esos para siempre, en la cárcel. Y la relación con la prole es otro misterio mucho más profundo de lo que intuía antes de tener hijos, son cosas que superan el intelecto.

Vivir lo que ha vivido ¿deja secuelas?

Claro, debo lidiar con la tristeza, a veces con el miedo y sobre todo conmigo mismo. Cada uno es producto de su vida. Si me ciño a mi experienci­a en la cárcel, lo que he vivido y observado en otras personas es que el sufrimient­o profundo acentúa los rasgos del carácter, tanto los buenos como los malos.

¿Cuáles en su caso?

Me irrito y me pongo nervioso con más facilidad que antes. He aprendido que debo ser más comprensiv­o con los demás, y que para preservar tu propia dignidad hay cosas con las que no se puede ceder, y eso requiere una atención constante.

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INMA SAINZ DE BARANDA
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