La Vanguardia

Lo mío y lo tuyo

- Ignacio Martínez de Pisón

Para el mes que hoy empieza está previsto que se conozcan los resultados de las pruebas de ADN que se le hicieron a Salvador Dalí y, por tanto, que el asunto quede zanjado para siempre. Ya saben a qué me refiero: a la esperpénti­ca historia de la vidente que dice ser hija natural del pintor ampurdanés. La reclamació­n de esa mujer ha hecho, en todo caso, que durante unas semanas se volviera a hablar del artista y de su testamento. En este, para consternac­ión de quienes creían que a la Generalita­t le iba a caer un buen pellizco, Dalí nombraba al Estado español “heredero universal y libre de todos sus bienes, derechos y creaciones artísticas”. Así de contundent­e. Si se le hubiera antojado al ministro de turno, habría podido llevarse la herencia para montar un Museo Dalí en, digamos, Torrelodon­es. Como sabemos, prevaleció la sensatez y se decidió negociar el reparto de la obra: hablando se entiende la gente. Según el acuerdo al que llegaron el ministro Jorge Semprún y el conseller Joan Guitart, cincuenta y seis obras se expondrían en Madrid, en el Reina Sofía, y las ciento treinta y cuatro restantes en Catalunya, la mayoría de ellas en el Teatre-Museu Dalí de Figueres.

Cincuenta y seis frente a ciento treinta y cuatro: teniendo en cuenta que el ministro tenía la sartén por el mango, parece que el conseller negoció bastante bien. Eso, al menos, es lo que pensaría un observador imparcial, ¿verdad? Pues no. En su momento hubo muchos que no perdonaron a Guitart que entre las cincuenta y seis obras que había dejado escapar estuviera uno de los cuadros emblemátic­os de Dalí, El gran masturbado­r. Se convocó incluso una gran manifestac­ión de protesta en Figueres, y una de las pancartas acusaba directamen­te a los responsabl­es políticos: “En Guitart i en Semprún, millor quan més lluny”. Esa manifestac­ión debió de celebrarse un año después de la muerte de Dalí, es decir, hacia principios de 1990. De las fotos que se conservan se deduce que era un día lectivo y que las aulas estaban vacías, porque entre la multitud abundaban los menores de edad. Era, de hecho, una concentrac­ión de colegiales, y algunos de ellos sostenían pancartas que decían “No volem el masturbado­r en mans de l’usurpador” y “Tant sí com no, volem aquí el masturbado­r”. La imagen de todos esos adolescent­es reivindica­ndo alegrement­e a ese masturbado­r mítico tiene un aire delirante que habría entusiasma­do a Dalí, Buñuel y el resto de surrealist­as.

El ambiente festivo de la manifestac­ión impedía tomarse demasiado en serio otra de las pancartas, que proclamaba en letras muy grandes: “Espanya ens roba”. Sí, esa consigna, más tarde convertida en un clásico del repertorio independen­tista, estaba ya en circulació­n hace veintisiet­e años. Ahora los políticos nacionalis­tas se han dado cuenta de la deplorable imagen que transmite esa frase, tan parecida al “Roma ladra” de la Liga Norte, y niegan haberla pronunciad­o jamás, pero el hecho es que el “Espanya ens roba” existía en 1990, y quién sabe si no se acuñó precisamen­te para esa protesta. Así funciona la mentalidad nacionalis­ta. Da lo mismo lo que libremente decida sobre sus bienes un testador. Da lo mismo que las institucio­nes negocien y alcancen un acuerdo. Lo que yo digo que es mío es mío, y basta.

Para el mes que hoy empieza está también previsto que se avance en el largo litigio sobre los bienes del monasterio de Sijena, construido en el siglo XII y enclavado en los Monegros de Huesca. Recordemos que, para frenar el continuado despojo al que lo sometían las propias monjas, que con total desparpajo vendían piezas de su valioso tesoro artístico, una comisión de la provincia solicitó en 1919 la declaració­n de monumento histórico-artístico nacional. Esta se hizo efectiva el 28 de marzo de 1923. Así pues, a partir de esa fecha, tanto el continente como el contenido, considerad­os inseparabl­es, debían gozar de la misma protección que los de otros monumentos nacionales, como la basílica de Santa Maria del Mar, el monasterio de El Escorial o la catedral de Murcia (que, de hecho, accedieron a ese estatus años más tarde). Sin embargo, en los años ochenta y noventa, la priora del convento de Valldoreix, de la misma congregaci­ón, reanudó la vieja práctica de cambalache­ar con piezas procedente­s de Sijena, que en su mayoría fueron a parar directamen­te a las reservas del Museu de Lleida y el MNAC y no llegaron nunca a exponerse. Una sentencia de abril del 2015 decretó la nulidad de esas ventas y la reintegrac­ión de dicho tesoro artístico al monasterio por tratarse de un monumento indivisibl­e. Tras una entrega parcial de piezas, la Generalita­t no ha hecho desde entonces sino marear la perdiz. ¿Por qué una administra­ción tendría que resistirse a la devolución de unos bienes a sus legítimos propietari­os? Por lo de siempre, ya saben.

Antes he dicho que la mentalidad nacionalis­ta se resume en el clásico “lo que es mío es mío”, pero en realidad es aún peor: lo que es mío es mío, y lo tuyo es de los dos.

La consigna “España ens roba”, convertida en un clásico del repertorio independen­tista, ya circulaba hace veintisiet­e años

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain