La Vanguardia

Gran dama del derecho

MONTSERRAT AVILÉS (1936-2017)

- JOSÉ LUIS LÓPEZ BULLA Sindicalis­ta

Abogada laboralist­a

Montserrat Avilés, junto a su marido (Albert Fina, que nos dejó hace algunos años), es una de las figuras más relevantes del iuslaboral­ismo patrio. Su brillante y eficaz carrera profesiona­l, durante cerca de medio siglo, ha estado marcada por la defensa de los intereses laborales de los asalariado­s. También en defensa de los detenidos –trabajador­es, estudiante­s e intelectua­les– en el Tribunal de Orden Público.

Montserrat Avilés fue una exponente señera de esa pareja de hecho que recorrió el Siglo XX: el sindicalis­mo y el iuslaboral­ismo. Junto a Albert, hizo de su despacho profesiona­l un centro de coordinaci­ón de las luchas obreras y democrátic­as en tiempos de la dictadura, otro de los muchos “espacios de libertad” donde se hablaba abiertamen­te de la problemáti­ca de los centros de trabajo, sus reivindica­ciones y las maneras de enfocar el conflicto social. De ahí el enorme prestigio de Montserrat Avilés y de su marido. Quede claro que no era una actividad clandestin­a y, me atrevería a decir, ni siquiera alegal; era sin duda el ejercicio en aquel reducido espacio de un anticipo de la libertad por la que luchábamos.

La recuerdo perfectame­nte en su mítico despacho de Mataró. Era un local reducido, de ahí que en las aceras de la calle Fray Luis de León hubiera una aglomeraci­ón de personas a la espera de la visita. Después de la consulta nos íbamos unos cuantos a picar algo en la tabernilla de al lado. Montserrat y Albert nos hacían una síntesis genérica del malestar que desprendía cada consulta individual y colectiva. Auténticas lecciones con análisis ponderados. Montserrat con su pasión y Albert con su flema. Recuerdo perfectame­nte que un viejo sindicalis­ta mataronés ponía a

Lo que tocaba Montserrat se iba transforma­ndo; lentamente, pero con firmeza

Montserrat en los cuernos de la Luna. Me decía: “Igual que Francesc Layret”. Y así debía ser.

Mención especial merece su actividad para democratiz­ar el Colegio de Abogados de Barcelona. Ya en 1962, una jovencísim­a Montserrat es elegida para su junta en el decanato de Roda Ventura. A partir de aquel momento el Colegio empezó a abrirse de par en par a la sociedad. Y es que lo que tocaba Montserrat se iba transforma­ndo. Lentamente, pero con firmeza.

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