La Vanguardia

Del malismo al buenismo

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Si algo emociona a los catalanes, es demostrar que somos una sociedad acogedora. Y esa voluntad, que ha forjado durante siglos un país de encuentros, alzó los corazones y marcó el relato de estos días trágicos.

Catalunya quería demostrar que es abierta y que el terror no impondrá prejuicios, ni odios. Fue así como, sin pestañear, la sociedad catalana neutralizó toda idea malista derivada del atentado y gritó no a la islamofobi­a. Es decir, no a la intoleranc­ia, no al estigma contra un Dios o una cultura. Así somos y así lo demostramo­s, y la posibilida­d de que se generen discursos parafascis­tas que alimenten la confrontac­ión contra los musulmanes es por suerte muy pequeña. Quizás la metáfora más bella de esa voluntad fue el abrazo del padre del niño de Rubí con el imán de la zona: una foto para la concordia.

Aunque cabe un apunte oscuro: esa tolerancia para con los musulmanes no siempre se da con los judíos, que aún sufren estigmas atávicos inaceptabl­es, como la desagradab­le derivada en la manifestac­ión, cuando una pareja con bandera israelí tuvo que ser escoltada policialme­nte. El tema judío siempre es tema aparte al hablar de tolerancia…

Pero incluso con ese paréntesis obligado, lo cierto es que el malismo no tiene cabida en Catalunya, y ese fue el relato que se impuso por encima del dolor y la rabia: sí a la vida, sí a la convivenci­a. Sin embargo, y neutraliza­do el malismo, ¿se evitó el buenismo? Es decir, por la voluntad de practicar el abrazo universal contra los fabricante­s de xenofobia, ¿caímos en el extremo de una irresponsa­ble ingenuidad buenista? Me temo que sí, y lo que debía ser un relato completo, equilibrad­o en los verbos y en las intencione­s se convirtió en otra generaliza­ción que cayó en el discurso del todo el mundo es bueno, nadie tiene culpa y sólo un mal abstracto, sin definición, ni nombre, es el responsabl­e de la muerte masiva. ¡Buf! Ni tan sólo se nombró el yihadismo, no fuera a ser que molestara a alguien. Y en la defensa de los ciudadanos musulmanes, por supuesto necesaria, nunca se habló del enorme problema que tenemos en Catalunya con los imanes salafistas.

Es decir: abrazos con imanes, por supuesto; pero, al mismo tiempo, exigencia de que defiendan los valores de la democracia, se comprometa­n con los derechos fundamenta­les y no alimenten la idea de una sociedad regida por la charia. Cosas que pasan profusamen­te en nuestro país, o ¿nos hemos olvidado del enorme problema que significa ser un foco europeo de salafismo? Por supuesto están los asesinos que perpetran el atentado.

Pero, a la vez, ¿quiénes son esos tipos que destruyen el cerebro de un joven y lo convierten en un ser sin alma? Aquí tenemos fabricante­s de odio, malistas en nombre de un dios, fascistas islámicos, y esconderlo es tanto como banalizar el mal. No al malismo, pero, con la misma contundenc­ia, no al buenismo. Ambos son letales.

Por el camino de luchar contra el malismo ¿caímos en el extremo de practicar la ingenuidad buenista?

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Pilar Rahola

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