La Vanguardia

El rojo sube a dos mil metros

“Espero los ataques de Nibali y Contador”, se mentaliza Froome ante la alta montaña

- CARLES RUIPÉREZ Barcelona

A base de ingenio y de buscar, incluso con la ayuda de los aficionado­s, por toda la geografía puertos de rampas imposibles, la Vuelta ha conseguido hacerse con un estilo propio. Y lo explota cada año, salteando el recorrido con finales en alto cortos y empinados marca de la casa. Este año no ha sido una excepción con la Ermita de Santa Lucía, el Xorret de Catí o las Cumbres del Sol. Nadie duda de la espectacul­aridad de ver a los ciclistas retorcerse en la carretera pero son etapas monopuerto­s, en los que la batalla se resuelve, a lo sumo, en los últimos cinco kilómetros. Son emociones breves e intensas. Sin embargo, en esta Vuelta han sido las dos jornadas con subidas encadenada­s las que han hecho realmente daño. Los esfuerzos sostenidos y exigentes. Es la concatenac­ión de montañas la que pasa factura a las piernas y separa a los favoritos entre los buenos y los mejores. Sucedió en Andorra, con victoria de Nibali, donde no hubo piedad del mal día de Contador, y en el Observator­io de Calar Alto, con el desgaste de Velefique, que provocó la crisis de Aru y Chaves. Y pasará hoy y mañana con un gran fin de semana de alta montaña en el que el maillot rojo subirá a los dos mil metros.

Llega el terreno de los escaladore­s puros. En La Pandera y Sierra Nevada, los dos primeros puertos de categoría especial que se suben en esta edición, los grimpeurs tendrán la oportunida­d de atacar y poner nervioso a Chris Froome antes de que el británico, si sale indemne del díptico, pueda sentenciar en los 40 km de la contrarrel­oj de Logroño. Si Nibali, Chaves, Contador, Aru y Zakarin no aprovechan el terreno, el líder no fallará en su especialid­ad.

“El fin de semana que tienen es de aúpa”, avisa Javier Mínguez, el selecciona­dor español, que se acercó ayer a los alrededore­s de Sevilla para ver la carrera. “La Pandera es de los finales que hace diferencia­s”, explica sobre la ascensión de 12 km al 7%, donde ganaron Heras, Valverde o Cunego. Pero es que antes se subirá el alto de Locubin por si alguien se atreve a molestar a los Sky.

“Y yo creo que la del domingo en Sierra Nevada es la etapa reina”, vaticina Mínguez, que admite que no se perderá delante esos tres puertos consecutiv­os (Hazallanas, Alto del Purche y el Alto de la Hoya Mora) en los últimos 80 kilómetros en una de esas etapas cortas (129 km) en las que se corre a cara de perro. Al desnivel hay que añadirle la altura ya que la meta está situada en Monachil a más de 2.500 metros de altura. A Mínguez se le ilumina el rostro pensando en un ataque de lejos. “Ninguno pensábamos que Contador haría lo que está haciendo después de lo que le pasó en Andorra. Piensa en el podio y en, por qué no, ganar”, dice el selecciona­dor. “Espero

DE NUEVO TRENTIN Quick Step logró su quinta etapa en la Vuelta, igual que antes había ganado cinco en el Giro y el Tour

los ataques de Nibali y Contador”, se mentaliza Froome.

Para comprobar que los ciclistas tienen ganas de batalla sólo hay que ver cómo los primeros de la general estuvieron bien colocados ayer en el sprint de Tomares. Y aunque la Vuelta haya encontrado su perfil, lo que no ha podido evitar es el dominio del Quick Step en las llegadas masivas. El equipo había hecho repóquer en el Giro (cuatro etapas de Gaviria y una de Jungels) y en el Tour (una manita a cargo de Kittel) y ya lleva cinco en la ronda. Trentin levantó los brazos por tercera vez.

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JAVIER LIZON / EFE Chris Froome, con los vendajes fruto de la doble caída del jueves

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