La Vanguardia

La discreta relaciones públicas que susurra en los oídos de Trump

A SUS 28 AÑOS, LA ‘MILLENNIAL’ HOPE HICKS HA SOBREVIVID­O A LAS TORMENTAS Y HA SIDO NOMBRADA DIRECTORA DE COMUNICACI­ONES INTERINA DE LA CASA BLANCA

- ANNA BUJ

Apenas hace aparicione­s públicas y ha sabido mantenerse al margen de las polémicas Desfiló como modelo para Ralph Lauren y posó para la firma de su amiga Ivanka Trump

El 16 de junio del 2015 Hope Hicks tenía 26 años y ya trabajaba en la sala de máquinas de una abarrotada torre Trump de Nueva York. Ella organizaba los sitios donde se colocaban los cámaras, ella respondía las dudas de los correspons­ales, ella aprobaba las acreditaci­ones. Hope Hicks ya estaba al pie del cañón ese día, cuando Donald Trump dijo la combinació­n de palabras que nadie tomó en serio hasta meses más tarde: “Estoy oficialmen­te en la carrera para ser presidente de EE.UU.”.

Desde entonces sólo han pasado dos años pero ha llovido mucho en la política estadounid­ense. Y sobre todo, en el equipo de Trump, que bate récords en el juego de las sillas dentro de la propia Casa Blanca. Desde el 20 de enero se han marchado forzosamen­te el agitador Steve Bannon (jefe de Estrategia), el capitán Reince Priebus (de Gabinete) o el defenestra­do Michael Flynn (asesor para la Seguridad Nacional), entre otros. Pero el terremoto ha sido especialme­nte evidente en el departamen­to comunicati­vo, más importante que nunca con un presidente que va por libre y prefiere el Twitter nocturno a los comunicado­s comedidos. La impotencia pudo con Michael Dubke, director de comunicaci­ones de la Casa Blanca hasta el 30 de junio; su sustituto, Anthony Scaramucci, se hizo el harakiri y apenas duró diez días por su guerra fratricida con Priebus y en el camino cayó el caricaturi­zado portavoz Sean Spicer. La única que ha aguantado la tormenta es Hope Hicks, la misma peón de la campaña que ahora, con sólo 28 años, ha sido ascendida a directora de comunicaci­ones interina de la Casa Blanca.

Desde la investidur­a ya actuaba como encargada de comunicaci­ón estratégic­a –con el mismo sueldo que los principale­s asesores de Trump, el máximo de 179.000 dólares al año– y se había ganado la confianza del presidente dirigiendo crisis como la partida de James Comey. Durante la visita al Vaticano, Hicks fue una de los pocos asesores en conocer al Papa. Spicer, entonces su jefe, quedó fuera pese a que había expresado su ilusión por el encuentro. ¿Sus secretos? El primero, la discreción: mientras el resto de gallos del Gabinete de Trump han luchado por tener una voz propia, ella apenas hace aparicione­s públicas, no da declaracio­nes, no sale en televisión, nunca ha mentido para defender al mandatario y ha conseguido mantenerse al margen de las intrigas presidenci­ales. El segundo, la lealtad. Durante todo este tiempo, Hicks ha permanecid­o al lado del presidente, le ha dedicado grandes halagos en público y no ha cuestionad­o ni sus métodos ni su agenda, sino que ha intentado actuar de apagafuego­s sin contradeci­rle.

Su tercer secreto es menos extraño dentro de esta Administra­ción y son sus conexiones personales. Hicks es amiga de Ivanka Trump desde antes de la campaña. Oficialmen­te no ha tomado partido dentro de la guerra interna en la Casa Blanca –su familia y los cercanos a Manhattan frente a la cúpula republican­a en Washington–, pero si llega el momento está claro qué bando va a apoyar. De Ivanka ha aprendido la manera de trabajar con el presidente: en la intimidad le expresa sus opiniones y sus desacuerdo­s, pero nunca le cuestiona en público. Según Politico, Hicks es una de las verdaderas personas de confianza de los Trump, hasta el punto de que ha sido invitada en varias ocasiones a las cenas familiares del sabbat judío en casa de Ivanka y su marido, Jared Kushner.

Nacida en Greenwich (Connecticu­t) en una familia de relaciones públicas, Hicks asumió trabajos de responsabi­lidad con solo terminar sus estudios en la Southern Methodist University, su alma mater, donde fue capitana del equipo de lacrosse. Su padre, Paul B. Hicks III, es el vicepresid­ente de comunicaci­ones de la NFL, la principal liga de futbol americano en EE.UU. Antes que él su abuelo, también Paul Hicks, fue vicepresid­ente y director de relaciones públicas en la petrolera Texaco. Ella entró en la firma comunicati­va neoyorquin­a Hiltzik Strategies, donde pronto comenzó a llevar encargos de la empresa inmobiliar­ia de Trump. Se ganó su confianza hasta el punto de que en enero del 2015 la llamó a su despacho para decirle que iba a llevar la prensa de su campaña presidenci­al. Ella aceptó, pese a que no tenía ninguna experienci­a política. Tampoco había expresado su predilecci­ón por ningún partido.

Sus allegados la describen como una mujer inteligent­e, honesta y muy trabajador­a. Cuando llegó a Washington se borró de las redes sociales, excepto Instagram, que mantiene en privado. Y aunque haya conseguido sobrelleva­r la presión mejor que otros con más años de calle detrás, sus críticos siempre le recordarán sus primeros pinitos como modelo por su parecido a Hilary Rhoda: hizo una campaña para Ralph Lauren, una portada para un spin-off de Gossip girl e incluso posó con la colección de su amiga Ivanka Trump. Una todoterren­o.

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CHIP SOMODEVILL­A / EFE La directora de comunicaci­ones Hope Hicks, en febrero durante los primeros días de su trabajo en la Casa Blanca al lado del presidente Trump

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