Glorioso regreso entre sombras
Las actividades del formidable colectivo liderado y sustanciado por James Murphy nunca han sido previsibles y, como mínimo, han solido ser motivo para enarcar las cejas. Lo que han ido haciendo en los últimos años ha sido confuso, chocante y no pocos piensan que no han sido sino estratagemas para mantener el grupo en los puestos de honor de la liga mayor del rock: el anuncio de su definitivo
good bye, su supuesto concierto de despedido en el Madison Square Garden en 2011 después “compensado” con un documental de cierto autobombo o un lujosa caja de cinco vinilos.
Ahora regresan al mercado de una forma ortodoxa, en forma de álbum; pero Murphy, con su peculiar coherencia, ya ha dicho que este comeback en buena medida ha estado determinado, a mayor gloria del grupo, porque David Bowie les pidió que reconsideraran su decisión de disolverse. American
dream es obra soberbia, abundante en referencias y ecos, que en este caso son muestras de una deslumbrante madurez. Referencias, virtuosas y hermosas, al propio Bowie, cómo no, que asoman en Other voices, I used to o en Change yr mind. Pero la grandeza de este disco se basa en aquellas piezas que suenan a LCD: Tonite o Call the police son sorprendentes, y el Oh baby!, evocadora de los Suicide y con el que abre significativamente el volumen, es sobresaliente. El regreso de Murphy y los suyos es inteligente: no intentar repetir fórmulas, buscar personalidad propia, urgente, menos eufórico y más enfadado, más evocador del pasado, más sombríamente luminoso.