La Vanguardia

Choque de credibilid­ades

- Ignacio Escolar

Se equivocaba­n aquellos que pensaban que el president Carles Puigdemont y la mayoría que lo respalda en el Parlament catalán iban de farol en un juego del gallina, que frenarían antes del choque, antes de la ruptura institucio­nal. El esperpento vivido en el Parlament catalán demuestra que la apuesta iba en serio, que ya no hay marcha atrás. Dudo que este tren vaya a llegar a destino, pero tampoco va a frenar, pasando por encima de los procedimie­ntos parlamenta­rios, del derecho de las minorías, del orden constituci­onal y del principio de legalidad.

La ley lanzada a toda prisa y sin frenos tiene un primer objetivo: buscar la respuesta más dura y contundent­e del Gobierno central y del Tribunal Constituci­onal antes de la Diada; que sea la reacción a esta embestida quien alimente la movilizaci­ón independen­tista. Si es un choque de legitimida­des, que sea la falta de legitimida­d de las devaluadas institucio­nes españolas quienes legitimen la ruptura con un nuevo error.

Entre otras causas, esta crisis de Estado también nace ahí: en el deterioro sistemátic­o de la credibilid­ad de las institucio­nes que hoy han de dar respuesta a esta situación. Un presidente del Gobierno que dice que hay que cumplir la ley y que preside un partido que se ha financiado en negro desde que se fundó. Un ministro de Justicia y un fiscal general del Estado que han sido reprobados por la mayoría absoluta del Congreso pero se resisten a dimitir. Un Consejo de Estado presidido por el único extesorero del PP, José Manuel Romay Beccaría, que no está imputado por corrupción. Un Tribunal de Cuentas podrido de nepotismo y que ha estado presidido por un donante de esa misma contabilid­ad B del PP que estaba obligado a fiscalizar. Unas fuerzas policiales donde anidó una brigada política contra los enemigos del Gobierno. Y un Tribunal Constituci­onal politizado de raíz, cuya respuesta ante el electorali­sta recurso del PP contra el Estatut es el origen de este incendio, y cuya velocidad de respuesta es asimétrica: lo mismo te anula una ley en siete horas que te aparca durante siete años el recurso contra la ley del aborto, aún pendiente de resolución.

La credibilid­ad y la legitimida­d no son sinónimos en un Estado de derecho. Pero en ausencia de la primera, la segunda se suele resquebraj­ar. Desde el Gobierno de Rajoy consideran que la imagen de chapuza del debate en el Parlament les da la victoria en el primer round del septiembre catalán. Es probable que tengan razón y también creo que este 1 de octubre la República de Catalunya no nacerá. Pero cuando septiembre termine, la ruptura de un amplio sector de la población catalana continuará.

La solución al eterno debate catalán, hoy igual que ayer, pasa por las urnas: por una reforma constituci­onal que logre el apoyo mayoritari­o de los catalanes o por un referéndum de independen­cia aceptado por todos, con garantías legales y con procedimie­ntos claros. Y tal vez el 1 de octubre haya urnas y votos, pero ese referéndum no será.

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