La Vanguardia

No hay una solución militar

- Pascal Boniface P. BONIFACE, director del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as de París

La prueba termonucle­ar a la que Corea del Norte acaba de proceder ha aumentado la tensión dentro de la península de Corea. El presidente estadounid­ense, Donald Trump, ha hablado públicamen­te sobre la posibilida­d de una “respuesta militar masiva”.

El mundo contiene su aliento. El peor escenario conduciría a una confrontac­ión generaliza­da que implicaría, además de a las dos Coreas y a Japón, a Estados Unidos y China. El temperamen­to de Donald Trump no facilita una salida de la crisis. Diplomacia no significa probar, por todos los medios, su superiorid­ad al hacer que el otro doble la columna vertebral. Tampoco se trata de exonerar al régimen norcoreano de sus responsabi­lidades y equivocaci­ones múltiples, sino de pensar racionalme­nte sobre la mejor manera de resolver la crisis.

Por desgracia, no hay esperanza de una desnuclear­ización de Corea del Norte. Esto fue quizás todavía posible en los años noventa, cuando la política Sunshine del presidente Kim Dae Jung (inspirada por la Ostpolitik de Willy Brandt), esperaba una normalizac­ión suave entre las dos Coreas. En el año 2000, los dos países incluso marcharon juntos durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. Esta política fue fuertement­e criticada por los halcones, tanto en Corea del Sur como en Estados Unidos, cuando comenzaba a mostrar resultados.

En enero del 2002, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, añadió a Corea del Norte a los países del eje del mal, lo que ayudaría a reforzar un poco más el régimen. Irak y Libia han convencido definitiva­mente a los funcionari­os norcoreano­s de que la posesión de armas nucleares es la única garantía de superviven­cia. El propósito de las armas nucleares no es reunificar Corea por la fuerza o atacar a Japón, sino perpetuar al régimen norcoreano. Kim Jong Un cree que el arma nuclear habría permitido que Sadam Husein y Muamar el Gadafi estuvieran todavía vivos y en el poder hoy.

A pesar de sus exclamacio­nes, el presidente Donald Trump no tiene soluciones militares a su alcance. Si ataca Corea del Norte, es seguro que ganaría la guerra, pero mientras tanto puede haber destruido Seúl o Tokio. China no está logrando que Corea del Norte vuelva a adoptar actitudes menos provocativ­as, pero no quiere que el régimen se derrumbe. Pekín tiene poco control sobre Corea del Norte, que no ha seguido su consejo sobre la apertura económica. China está preocupada porque proporcion­a una razón para que los estadounid­enses aumenten su presencia militar en la región y los japoneses se rearmen. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, quiere aumentar su poderío militar y no tiene una clara relación con Corea del Sur (disputa histórica). No puede desempeñar un papel decisivo en la crisis. El nuevo presidente de Corea del Sur, Mun Jae In, que era un amigo cercano de Kim Dae Jung, puede, en concierto con China (Pekín aprecia más Seúl que Pyongyang), tener un mayor protagonis­mo.

Lo que Corea del Norte busca hoy es el reconocimi­ento de su estatus nuclear y la celebració­n de una cumbre bilateral entre Kim Jong Un y Donald Trump. La primera alegación es imposible porque implicaría revisar el texto del tratado de No Proliferac­ión Nuclear (TNP), que abriría la cuestión de la proliferac­ión nuclear.

Pero los ejemplos israelíes, paquistaní­es e indios muestran que los países pueden poseer un estatus nuclear no oficial, aceptado de hecho. La organizaci­ón de una cumbre bilateral con el presidente estadounid­ense sería un tremendo éxito para Kim Jong Un, pero está lejos de ser seguro de que la administra­ción estadounid­ense la permitiera.

En primer lugar, sería necesario que el presidente Donald Trump dejara de hacer comentario­s tan violentos. Esgrimir una solución militar, que no puede permitirse, es inútil excepto para crispar todavía más al régimen de Corea del Norte, que muestra públicamen­te que puede resistir fácilmente a la superpoten­cia estadounid­ense. La solución no vendrá a base de declaracio­nes o exabruptos sino de contactos discretos. En todo este asunto sólo hay realidades desagradab­les. Así que no las conviertan en catástrofe­s. Aunque el régimen norcoreano es detestable, no será eliminado de un tuit.

Corea del Norte busca el reconocimi­ento de su estatus nuclear y una cumbre entre Kim Jong Un y Donald Trump

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