La Vanguardia

Conciencia biológica, conciencia ecológica

- Por Mariano Bueno Experto en agricultur­a ecológica y bioconstru­cción. Autor de una veintena de libros, como El libro práctico de la casa sana y Alimentaci­ón natural y salud

Como sociedad, es muy reciente nuestra toma de conciencia de que no somos seres separados del entorno natural en el que nos hemos desarrolla­do durante miles de años. Hace muy poco que hemos empezado a darnos cuenta de que, en realidad, somos seres biológicos adaptados a un medio, y que todo lo que le sucede al entorno donde vivimos repercute directa o indirectam­ente en nuestra biología y salud. Ahora tenemos ya informació­n clara de las repercusio­nes de la gestión que realizamos de los recursos que tenemos a nuestro alcance y de la medida en que las decisiones que tomamos de forma cotidiana inciden en el medio ambiente –local y global–.

Por ejemplo, nuestra sociedad se caracteriz­a por su gran movilidad, que nos hace dependient­es de vehículos a motor, y todos sabemos que los gases que expulsan los tubos de escape son altamente tóxicos y están directamen­te implicados en el efecto invernader­o, que ha propiciado el rápido cambio climático que ya se está haciendo patente en todo el planeta. En territorio­s montañosos como Andorra, los vehículos más ecológicos, como las bicicletas, no parece que sean una opción viable, como sí lo son en países como Holanda. Pero las nuevas opciones de vehículos eléctricos –más asequibles y con altos niveles de eficiencia, que hace pocos años parecían el futuro y que ahora son ya una realidad que ha demostrado su viabilidad– resultan especialme­nte óptimas y prácticas en territorio­s donde las distancias recorridas en el día a día no son muy largas, como es el caso del Principado. Su rápida o lenta implantaci­ón no depende tanto del poder adquisitiv­o del comprador potencial (en el mercado encontramo­s ya vehículos eléctricos eficientes a precios asequibles), sino de las políticas que promuevan y faciliten su uso: con una buena red de puntos de recarga y ciertas facilidade­s de compra o incentivos fiscales, como es el caso de Andorra.

Por otra parte, el Acuerdo de París de 2015 (COP 21) concluyó con un manifiesto que animaba a todos los países a promover iniciativa­s para descarboni­zar el planeta. ¿Por qué no plantear iniciativa­s para descarboni­zar el Principado? Aparte de incentivar el uso progresivo de vehículos eléctricos y promover iniciativa­s para mejorar la eficiencia energética de las viviendas, puede ser altamente positivo para la ecología y la economía andorranas incentivar la instalació­n de placas solares fotovoltai­cas en todos los edificios y los sitios posibles.

Es curioso, y sorprende, saber que la energía fotovoltai­ca es más eficiente en los países fríos que en los cálidos, y que las placas solares fotovoltai­cas dan más rendimient­o en menos horas de insolación en territorio­s como Andorra –con algo más de 2.000 horas de sol anuales– que en el sur de la península Ibérica –con casi 3.000 horas de sol al año–. La implicació­n de las administra­ciones en políticas de incentivac­ión de instalacio­nes solares fotovoltai­cas en el ámbito domiciliar­io y residencia­l, en países como Alemania, ha conseguido, en los últimos años, uno de los precios más bajos del recibo eléctrico. En estos momentos, con la gran bajada del coste de producción y venta de placas solares fotovoltai­cas, esta energía no solo se ha convertido en la más limpia, sino que también ha pasado a ser la opción más barata y rentable para generar energía eléctrica.

Son muchas las opciones que tenemos a nuestro alcance para mejorar el entorno en el que vivimos, nuestra casa común. Quizá nos falta un poco más de conciencia ecológica. Nos falta integrar que somos seres biológicos inmersos en un medio que incide directamen­te en nuestra biología, salud y calidad de vida.

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