Conciencia biológica, conciencia ecológica
Como sociedad, es muy reciente nuestra toma de conciencia de que no somos seres separados del entorno natural en el que nos hemos desarrollado durante miles de años. Hace muy poco que hemos empezado a darnos cuenta de que, en realidad, somos seres biológicos adaptados a un medio, y que todo lo que le sucede al entorno donde vivimos repercute directa o indirectamente en nuestra biología y salud. Ahora tenemos ya información clara de las repercusiones de la gestión que realizamos de los recursos que tenemos a nuestro alcance y de la medida en que las decisiones que tomamos de forma cotidiana inciden en el medio ambiente –local y global–.
Por ejemplo, nuestra sociedad se caracteriza por su gran movilidad, que nos hace dependientes de vehículos a motor, y todos sabemos que los gases que expulsan los tubos de escape son altamente tóxicos y están directamente implicados en el efecto invernadero, que ha propiciado el rápido cambio climático que ya se está haciendo patente en todo el planeta. En territorios montañosos como Andorra, los vehículos más ecológicos, como las bicicletas, no parece que sean una opción viable, como sí lo son en países como Holanda. Pero las nuevas opciones de vehículos eléctricos –más asequibles y con altos niveles de eficiencia, que hace pocos años parecían el futuro y que ahora son ya una realidad que ha demostrado su viabilidad– resultan especialmente óptimas y prácticas en territorios donde las distancias recorridas en el día a día no son muy largas, como es el caso del Principado. Su rápida o lenta implantación no depende tanto del poder adquisitivo del comprador potencial (en el mercado encontramos ya vehículos eléctricos eficientes a precios asequibles), sino de las políticas que promuevan y faciliten su uso: con una buena red de puntos de recarga y ciertas facilidades de compra o incentivos fiscales, como es el caso de Andorra.
Por otra parte, el Acuerdo de París de 2015 (COP 21) concluyó con un manifiesto que animaba a todos los países a promover iniciativas para descarbonizar el planeta. ¿Por qué no plantear iniciativas para descarbonizar el Principado? Aparte de incentivar el uso progresivo de vehículos eléctricos y promover iniciativas para mejorar la eficiencia energética de las viviendas, puede ser altamente positivo para la ecología y la economía andorranas incentivar la instalación de placas solares fotovoltaicas en todos los edificios y los sitios posibles.
Es curioso, y sorprende, saber que la energía fotovoltaica es más eficiente en los países fríos que en los cálidos, y que las placas solares fotovoltaicas dan más rendimiento en menos horas de insolación en territorios como Andorra –con algo más de 2.000 horas de sol anuales– que en el sur de la península Ibérica –con casi 3.000 horas de sol al año–. La implicación de las administraciones en políticas de incentivación de instalaciones solares fotovoltaicas en el ámbito domiciliario y residencial, en países como Alemania, ha conseguido, en los últimos años, uno de los precios más bajos del recibo eléctrico. En estos momentos, con la gran bajada del coste de producción y venta de placas solares fotovoltaicas, esta energía no solo se ha convertido en la más limpia, sino que también ha pasado a ser la opción más barata y rentable para generar energía eléctrica.
Son muchas las opciones que tenemos a nuestro alcance para mejorar el entorno en el que vivimos, nuestra casa común. Quizá nos falta un poco más de conciencia ecológica. Nos falta integrar que somos seres biológicos inmersos en un medio que incide directamente en nuestra biología, salud y calidad de vida.